Por: Fernando Obando Reyes
Centro Agenda Joven en Derechos y Ciudadanía
¡Hola! Les recomiendo que se pongan cómodos y cómodas porque hoy vamos a hablar de música. Pero antes, una pequeñísima observación. Al parecer una importante cantidad de personas dedicadas a la academia solemos fracasar de manera estrepitosa cuando intentamos hablar de manera relajada sobre nuestros proyectos. Otro escenario es que nos volvemos casi secretistas sobre nuestras reflexiones y procedimientos, por lo que este es un INTENTO de superar ambos escenarios. Pido disculpas de antemano si esto simplemente no sale. Pero bueno ¿En qué estábamos? Sí. Comodidad y música ¡Muy importante!
Como irán notando, en cada encabezado he dejado canciones que me he topado a lo largo de las 52 listas de reproducción (“playlist”) que hemos realizado, les recomiendo que les den play si quieren hacer este texto más “inmersivo”. Sino… no pasa nada. ¡Pero!… sí me encantaría que pusieran a sonar en este momento su playlist de música tica favorita mientras siguen leyendo… ¿no tienen? Todo bien. Yo les presto una. ¡Sí! A mí también me molestan los anuncios de Spotify en la versión gratuita. Pero… ¡momento! Ya podemos hablar de eso luego. Por ahora pongamos la música a sonar (puede ser desde YouTube, de su radio, discos, casetes, vinilos… o su biblioteca de mp3 -si es que estas aún se elaboran-). ¡Qué la música fluya! ¡Qué suene! ¡Qué se comparta!
Creo que hay una aclaración importante que debo hacer: ¿Qué es Sonidos y Ruidos Jóvenes? ¿qué relación tiene con las playlist? y ¿cómo empezó? Esta explicación viene acompañada de un poco de contexto y una confesión: siempre me han gustado las compilaciones musicales. De pequeño recuerdo haber tenido gran afición por las compilaciones anuales de diferentes géneros musicales que sacaban en discos compactos… en mi casa abundaban las de “Merengue Hits”. Recuerdo con el tiempo haber adquirido curiosidad por las compilaciones de “grandes éxitos”, los top “de mejores discos del año” y ejercicios parecidos que se realizan hasta hoy en diferentes espacios digitales.
A mi parecer, es en la época del internet donde el efecto “compilatorio” adquiriría algunos matices y se vería acelerado: tendríamos acceso a “compilaciones” que más bien pretendían ser antologías musicales revisadas exhaustivamente que se podían descargar por medio de torrents. Me parece que dicho efecto compilatorio también podía apreciarse en varios blogs especializados de música de la época (algunos aún funcionan), los cuales buscaban facilitar la descarga de música, o poner a disposición pública compilaciones que podían obedecer a criterios como: género musical, país, década, temática, etc. Esto podría ayudar a explicar por qué uno de los primeros proyectos que intenté gestionar con amigos músicos fue un pequeño blog que compilaba lanzamientos nacionales y centroamericanos. Es claro también que aquí entrarían a jugar las “playlist”, las cuales muchas veces han sido comparadas con los mixtapes producidos en casete o los “discos quemados” que juntaban eclécticas combinaciones; pero ya casi me extenderé sobre este punto.
Les comento que siempre vi con cierta desconfianza las “listas de grandes éxitos” o “los tops” por muchas razones, pero admito que la idea de generar una compilación exhaustiva de lanzamientos locales que demostrara la diversidad de la producción musical que se realizaba anualmente en el país era algo que sí me parecía atractivo. Este ejercicio se intentaría llevar a cabo en 2016 y 2017 junto a la ya desaparecida Revista Vacío, cuando compilar (casi) todos los lanzamientos costarricenses del año parecía una tarea muy dura pero posible. Hasta donde yo sé, algo así no se ha vuelto a intentar y lo comprendo, pues el aumento de las propuestas musicales es un tema al que le pienso dedicar unas cuantas palabras pronto.
El tiempo siguió su camino y la vida me llevo al Centro Agenda Joven en Derechos y Ciudadanía. En varias sesiones de trabajo y reflexión junto a Nora González Chacón, coordinadora e investigadora del Centro Agenda Joven, conversamos sobre la necesidad de revivir iniciativas desde nuestro espacio que retomarán líneas investigativas y de acción centradas en la producción musical costarricense realizada por personas jóvenes. Después de darle bastante vuelta a varias ideas me decidí por presentar una: Sonidos y Ruidos Jóvenes. Este sería un espacio dedicado al monitoreo de lanzamientos musicales costarricenses, centrado en la producción sonora realizada por personas jóvenes. Dicho monitoreo se vería reflejado por medio de playlist que se subirían mensualmente a una cuenta de Spotify asociada al Centro Agenda Joven; estas playlist buscarían ser lo más exhaustivas posibles respecto a los lanzamientos mensuales ticos de música joven. ¡Boom! Había nacido “Sonidos y Ruidos Jóvenes” y poco me imaginaría que estaríamos a punto de hacer la primera de 52 playlist… número que sigue aumentando mes a mes.
Volumen 3: La danza de las ranas
Echar adelante este monitoreo y esta seguidilla de playlist no surgió de manera espontánea y nos hizo cuestionarnos varias decisiones y procedimientos de arranque. En primer lugar, era necesario realizar una búsqueda inicial de artistas y encontrar maneras de tener noticias de sus lanzamientos más nuevos. Para lograr esto decidimos recurrir a diversas fuentes.
En primer lugar acudimos a las plataformas de streaming y venta musical, por razones que explicaré a continuación, nos decidimos enfocar en Spotify y Bandcamp. Para 2019, se tenía claro que Spotify se posicionaba como una de las plataformas de streaming más populares en el país; además esta era incluida en cualquier trato de distribución de música digital básico y lo sigue siendo. Más allá de esto, lo que nos terminó de convencer de Spotify fue su funcionalidad de “Radar de Novedades”. Por medio del seguimiento de perfiles musicales, “el radar” nos ofrecería todos los viernes material nuevo de las personas artistas en el caso de que contaran con un lanzamiento reciente. Esto sin duda facilitaba y centralizaba la búsqueda de material nuevo; aspecto que no era tan cómodo en YouTube o en otras plataformas de streaming. Por su lado Bandcamp, es una plataforma digital de venta de música bastante utilizada por artistas independientes costarricenses; por medio del tag “Costa Rica” nos permitía ubicar muchos lanzamientos, que en la mayoría de los casos nos llevaban a los perfiles de plataformas digitales de las bandas, lo cual nos daba una visión más completa del proyecto musical escuchado.
Esto me lleva a mencionar que las plataformas sociodigitales, especialmente Facebook e Instagram, fueron una segunda fuente de información bastante útil para darnos cuenta de los lanzamientos nuevos realizados por artistas. Algo que llama la atención es que nos hemos dado cuenta de que muchas agrupaciones y artistas han dejado de utilizar Facebook, por lo que la mayoría de información la obtenemos de la plataforma Instagram. TikTok sigue siendo un territorio por explorar y X (ex-Twitter) ha sido útil para seguir algunas personas artistas que trabajan en solitario.
Una tercera fuente de gran utilidad han sido diversos medios/plataformas locales especializados en música que tienen presencia digital y se dedican a labores de gestión diversas (Lit By Lit, Griffith Prods, Panchita Radio, Frencuencia Lavanda, Santos Rock, CR Indie, Bocaraca, Indie Rock Costa Rica, Adios Alajuela, Jale al Chivo, Mumsica.cr, Maldito Estudio, Sello Furia, Long Beach Records Latam, House of Artists, Perra Pop, entre muchísimas otras más). Si bien estos espacios atienden diversas acciones que van desde labores de comunicación, producción, gestión de conciertos, entre otras; algo que les une es que suelen hacer difusión de lanzamientos nuevos de gran diversidad de géneros musicales.
¡Bien! Era posible enterarnos semanalmente de material musical costarricense hecho por bandas y artistas jóvenes. ¡Perfecto! Ahora la pregunta del millón era… ¿Cómo lo íbamos a ordenar? Debo admitir que mi sugerencia fue hacerlo en Spotify por medio de playlist, y honestamente me costaba imaginarlo en otra plataforma o de otra manera sin que requiriera una enorme cantidad de tiempo de elaboración. ¡Haríamos una prueba para el lanzamiento de Sonidos y Ruidos Jóvenes! Se lanzarían 4 playlist, los cuales buscaban hacer un recuento anual de la música joven costarricense y una retrospectiva del período 2010-2019; dando énfasis otra vez a lo local y a la música latinoamericana. Después del lanzamiento, un período de prueba, y varias discusiones acerca de las posibilidades a futuro, consideramos seguir con la vía de las playlist mensuales y darle paso a la existencia de Sonidos y Ruidos Jóvenes.
Si debo ser honesto…en ese momento me pareció que habían varias señales que estaban ahí y que no podía ignorar al pensar en Spotify: la mayoría de artistas locales e internacionales consideraban esta plataforma como un espacio básico en el cuál su música debía estar colocada; el aumento de usuarios en la plataforma era considerable y constante en la región (al día de hoy es la plataforma de streaming con más usuarios), varios artistas e iniciativas especializadas en música estaban usando las playlist como una herramienta para difundir y descubrir música, la utilidad del radar de novedades nos permitía un registro fácil y centralizado de manera semanal, presentaba una interfaz sencilla y fácil de usar, la versión gratuita de la plataforma permitía escuchar los playlist y además cada lista podía servirnos como una pequeña carpeta de registro mensual que podía ser útil en caso de que se quisiera realizar alguna lectura retrospectiva o cuantificación.
Ahora bien, tampoco quiero que crean que tengo una relación romántica con Spotify, ni con la figura del playlist. Más bien como una relación odio-amor, llena de miradas resecas y largos…muy largos silencios incómodos. Basta con googlear un rato sobre Spotify y se podrá observar que sus polémicas y aventuras le han valido hasta una serie en Netflix (The Playlist). La crítica se ha centrado en el modelo económico implantado por la empresa y emulado por prácticamente todas las plataformas de streaming musical existentes; en donde la remuneración a las personas artistas queda reducida a un monto ridículo. Así es estimadas personas lectoras. Lamento ser portador de malas noticias. No hay un streaming “bueno” y uno “malo” al menos en términos musicales. Todas las plataformas otorgan pagas bastante malas y todas están ligadas a empresas de big tech con prácticas éticas sumamente cuestionables en términos económicos y de manejo de datos. Como se imaginarán, Spotify no solo ha sido cuestionado por la paga que da a los artistas, sino por sus prácticas monopólicas, su uso de datos y privacidad, el uso de herramientas algorítmicas para impulsar cierta música por encima de otra, sus alianzas con figuras cuestionadas de la industria musical, varios comentarios de su CEO: David Ek, además de un largo y aburrido etcétera.
¡Y no crean las playlist no han quedado exentas de crítica! Primero han sido llamadas (injustamente, creo yo) una mera copia de la práctica de hacer mixtapes en casetes o revueltijos en discos compactos. Ahora bien, es cierto que se han dicho críticas más acertadas. Se ha notado que en algunos casos estas se reducen a una transacción comercial, por ejemplo: algunos artistas pagan a equipos especializados en creación de playlist para formar parte de sus creaciones; se supone que estas plataformas garantizan una cantidad mínima de exposición y plays en spotify por medios de sus listas de reproducción. (Recuerden que plays equivale a dinero aquí). También, otras organizaciones se han encargado de brindar playlist a Spotify, las cuales se elaboran con equipos de trabajo de grandes discográficas o iniciativas privadas. Esta situación hace que se cuestione esa supuesta “igualdad de condiciones” y “democratización musical” que tanto ha profesado la plataforma en sus campañas publicitarias. Además, otra discusión que se puede traer a la mesa es el hecho de que algunas de sus funcionalidades no están disponibles a menos de que se posea una cuenta premium de Spotify (¡¡¡Los molestos anuncios!!!). Se podría decir que por lo menos a hoy, son pocas las funcionalidades que no se pueden usar en la versión gratuita en computadora, sin embargo las diferencias se acentúan en la versión para móviles de la aplicación.
Ahora bien, voy a defender un poquito a las playlist. Me queda claro que no son una herramienta perfecta y que no están exentas de las condiciones culturales y de mercado que les rodean; pero se me ocurren 3 aspectos valiosos a rescatar. El primero es que funcionan como una muy buena herramienta de registro. Más allá de si este registro es usado con fines comerciales, académicos o de ocio; resulta bastante útil para seguirle el paso periódicamente a la producción musical y mantener una visión amplía de la diversidad de lanzamientos que se van acumulando a lo largo del año. En segundo lugar, creo que son buenas aliadas para las personas que realizamos labores de comunicación centradas en la difusión de música nueva. Me parece que la creatividad para lo temático en las playlist y las “selecciones” que se realizan son dos matices que juegan a favor en este universo. Finalmente, confío en el potencial de “compartir música” que incentivan las playlist; hay cierto espíritu de complicidad colectiva traído desde las mixtapes que persiste aquí; un espíritu que es esencial para aquellas personas con un hambre infinita de exploración musical; o que simplemente beneficia cuando se busca ampliar la paleta sonora de la vida.
Como insisto…no son una herramienta ideal. Pero defiendo su potencial para crear vehículos de exploración musical. Probablemente deberíamos estar criticando más duramente a Spotify y al modelo económico del streaming, adoptado tan cómodamente por la críptica industria musical, pero por el momento haremos una pausa… prometo quejarme un poco más antes de finalizar el texto.
Volumen 4: De la mano en la sala de espera
Las playlist empezaron a armarse lentamente…mes a mes. Al principio con ayuda de música centro/latinoamericana, luego solamente con lanzamientos locales. Inicialmente tenían un diseño gráfico muy minimalista; pero poco a poco entramos en contacto con personas artistas y pensamos que podíamos incluir sus fotografías en la portada. Es necesario que nos demos cuenta de que hay personas detrás de la creación musical, por más evidente que suene. Cada playlist tiene música nueva, por lo tanto trae un aprendizaje nuevo.
Podría quedarme aquí hablando horas de horas de las más de 1200 canciones que he escuchado en los últimos años y todas las ideas y sensaciones que me han provocado, pero como quiero que terminen de leer este texto hoy, he decidido focalizarme en 4 puntos. Estas 4 “ideas” podríamos llamarlas “4 ideas/reflexiones/inquietudes/campos de discusión/problemas/debates/etc. etc. etc. etc.”. ¿Le van agarrando el hilo? Nada demasiado definido. Apenas 4 separaciones temáticas que salen desde lo más profundo de mi ser después de escuchar una y otra vez las canciones que han alimentado mes a mes estas playlist. Creo que les podría enumerar así: 1) Aumento sostenido y exponencial de la producción musical (Más…más…más) 2) El reinado del sencillo, el poder del EP y la ¿caída del LP? 3) Nuevas narrativas en la música: aumento de presencia femenina y de la comunidad LGBTQ+. 4) Hyperpop y postperreo para el desayuno: nuevos géneros en el atlas sonoro tico.
Déjenme contarles un poquito más de cada uno de estos universos de discusión que acaba de ordenar por numeritos.
Volumen 5: Demasiada Información
// Aumento sostenido y exponencial de la producción musical (Más…más…más) //
Voy a empezar con una advertencia. No voy a hablar con números exactos, porque este escrito no pretende ser un ejercicio de cuantificación. Además, esto me parece una trampa enorme para este caso en específico. La experiencia me ha demostrado que una recopilación anual totalmente exhaustiva de lanzamientos costarricenses es casi que imposible. Siempre sale algún disco rarísimo, o una canción inesperada de algún lugar…algún lanzamiento que se perdió en la avalancha de canciones que nacen cada año. Sin embargo, daré algunas cifras aproximadas para que la navegación de este mar sonoro no sea tan abstracta.
Hace poco más de una década (por ahí del 2011) recuerdo que varios amigos músicos y yo sosteníamos una suposición: cada año sale más música, cada año se forman más bandas, cada año hay más diversidad de propuestas. Esto era difícil de probar a menos que se hiciera alguna especie de recolección sistemática y exhaustiva de lanzamientos musicales costarricenses. Lo hicimos en 2016 y 2017. Algo saltó a nuestra vista aquella vez, la producción había aumentado significativamente de un año a otro. Contabilizamos unos 250 lanzamientos entre sencillos, EPs (discos de corta duración) y LPs (discos de larga duración) para el 2016, y unos 350 para el 2017. “Bueno…habrá que seguirle la huella a ver si la tendencia continúa” nos dijimos en aquella ocasión. Nos despedimos y nos fuimos a nuestras casas a seguir con nuestras vidas.
En 2018 realicé el mismo ejercicio de recopilación, a pesar de que no se concretó su presentación ni se publicó en ningún lado, les puedo garantizar que los números de fin de año una vez más habían aumentado significativamente. Para el 2020, cuando desde el Centro Agenda Joven intentamos realizar nuestra primera sistematización anual de música, solo contabilizamos lanzamientos musicales realizados por personas jóvenes y habíamos logrado ubicar más de 400 propuestas entre sencillos, EPs y LPs. Para 2022 este número era mayor a 520. Para lo que llevamos del 2023, este número se ve así: 600. ¿Nada mal eh? Tomemos en cuenta que este año aún no ha terminado, por lo que auguramos que el resultado final se verá más a menos así: “650+”. Tomemos también en cuenta que si agregamos a este número los lanzamientos que no son realizados por personas jóvenes, también se obtendría un número más robusto.
Es curioso. A la hora de hacer las primeras playlist notamos que estas quedaban un poco cortas, por lo que complementábamos con algunos lanzamientos de artistas de Centro o Latinoamérica para terminar de darle sazón al compilado. Sin embargo algo me decía que esta situación iría cambiando con rapidez. Digamos que a poco menos de un año de empezar con las playlist (en algún momento del 2020) nos dimos cuenta de que teníamos suficientes lanzamientos como para que estas se focalizaran exclusivamente en lanzamientos de artistas costarricenses. Las personas autoras subían cada vez más su material a Spotify, nuestra base de seguimiento de artistas se volvió mucho más amplía, y la plataforma parecía atraer cada vez más personas usuarias.
Por el momento digamos que todo bien, pero… algo nos ha llamado la atención. En algún momento del 2022 notamos que cada vez era menos frecuente que los proyectos musicales subieran su música a Bandcamp; sin embargo, esta sí se encuentra disponible en cualquier plataforma de streaming. Para que se den una idea, en un mes podemos llegar a monitorear hasta más de 100 lanzamientos solo en Spotify. Esto ha tenido varias repercusiones. En primer lugar, diría que ya no ponemos la misma atención a Bandcamp y nuestra atención se focaliza en Spotify. Queda pendiente continuar problematizando sobre la música que solo se encuentra en Bandcamp y lo que esto implica (Tarea a futuro *lo anota en la libreta*). En segundo lugar, ha hecho que nuestras playlist pasarán de ser un ejercicio de recopilación exhaustiva a uno de “curación”. ¿Por qué? Porque hay MUCHÍSIMA producción y meter música por meter música en un saco no se oye como un ejercicio con mucho sentido. Yo en lo personal amo las playlist gigantescas con 300, 500, 1000, 2000 canciones que pueden ser puestas en aleatorio. Pero no sé si es el mejor ejercicio si realmente queremos que las personas pongan atención a los proyectos musicales. Toca seleccionar. Esto implica considerar criterios de exclusión. ¿Sigo agregando elementos? Cabe destacar que se nota que muchas de estas propuestas destacan en términos técnicos por encima de otras. Algunas cosas “no suenan muy bien”. Y con esto me refiero a malas ecualizaciones, mezclas MUY experimentales e instrumentos claramente desafinados que fueron grabados por equipo bastante casero. Puedo seguir echando variables a la mezcla… pero dejémoslo por aquí.
Ante esto, hemos intentado generar una rotación amplía de propuestas, aumentar el número de canciones en las playlist y mantener una representación amplía de géneros musicales sin que la “calidad técnica” sea un determinante, sino más un “deseable”. Las playlist de Sonidos y Ruidos Jóvenes no son “lo mejor del mes” y definitivamente ya no son un “compendio del mes”; sino más bien un punto intermedio. Podríamos entenderlas como un compilado de canciones que intentar evidenciar la amplitud de propuestas musicales realizadas por personas jóvenes.
Como nota final, me adelanto a decir que se podrá especular que más cantidad no necesariamente implica más “calidad”. Aunque me atrevería a defender que las producciones musicales locales en su mayoría persiguen ambiciones bastante altas. También es cierto, que hay propuestas repetitivas, otras con dificultad para encontrar puntos de originalidad y unas cuantas que carecen de ciertas bases para elaborar una montaje estético definido. También muchas han preferido habitar los espacios digitales y no tanto los presenciales; lo cual nos lleva a preguntarnos por el factor de las presentaciones en vivo. Por dicha, todo esto trasciende a las intenciones de este pequeño ensayo y podemos dejarlo para después. Lo que sí puedo sintetizar y afirmar es esto: la producción musical en Costa Rica aumenta considerablemente año con año de manera sostenida.
// El reinado del sencillo, el poder del EP y la ¿caída del LP? //
Se produce más. Queda claro y tiene sentido. Es parte de lo que exige el modelo económico de streaming musical. El CEO de Spotify fue blanco de críticas cuando insinuó que los artistas deberían estar poniendo la producción de música por encima de cualquier otro factor. Ante esto se puede entender porque al repasar los lanzamientos mes a mes hay una notable preferencia por los sencillos y los EPs. No es que los LPs no existan (sí, los discos…el que suele tener más de 8 o 9 piezas), se trata de que definitivamente no son tan abundantes…al menos en el panorama local.
Pero ok ok ok… ¡está bien!… ensanchemos la mirada… tampoco nos reduzcamos al mero determinismo tecnológico de Spotify. Cada vez hay más propuestas musicales buscando un lugar dentro de la “industria musical” local, grabar un álbum puede ser bastante caro o en su defecto requerir de una inversión de tiempo considerable; casi que cualquier persona dedicada a la gestión de eventos que quiera dar un espacio para un concierto solicitará por lo menos un demo semi profesional publicado en alguna plataforma web/de streaming. Esto implica tener algo…lo que sea…grabado. Armo toda esta discusión, porque es cierto que la producción de música ha aumentado pero también ha aumentado notablemente la presencia de sencillos y discos de corta duración (EPs). Al repasar los factores anteriores, el panorama se ve totalmente coherente.
¿Es esto bueno o malo? La respuesta es clara: No lo sé. Me gustaría trascender ese necio binario de “bueno o malo”. Sí creo que nos plantea preguntas, pues definitivamente cada uno de estos formatos es muy distinto y plantea posibilidades muy diferentes. Por lo general, en los álbumes se ha reconocido una oportunidad para desarrollar conceptos narrativos y sonoros más extensos. También han sido vistos como espacios para apreciar propuestas sonoras cohesivas que exploran un género musical, o en su defecto; acercamientos experimentales que buscan una amplía exploración de sonidos. Los sencillos y EPs, claramente son mucho más cortos. Esto de entrada plantea diferentes adaptaciones y una necesidad de síntesis.
¿Qué pasa con las “grandes historias” que nos narraban algunos álbumes de larga duración? ¿Ya no son necesarias? ¿Qué pasa con las personas artistas que aún las persiguen? ¿Qué les motiva? ¿Cómo conviven sus ganas de hacer “discos” con la existencias de los EPs, y los sencillos más fugaces que igual demandan dinero para ser distribuidos? ¿Será que los desgastantes costos de hacer LPs nos ha obligado a buscar formatos más austeros para que nuestros proyectos sean sostenibles? Una vez más confieso que no tengo respuestas claras, pero creo que estas preguntas podrían encaminar iniciativas de investigación bastante pertinentes.
// Nuevas narrativas en la música: aumento de presencia femenina y de la comunidad LGBTQ+//
Una vez más considero necesario iniciar con una aclaración. Las mujeres y las personas de la comunidad LGBTQ+ siempre han formado parte de la historia de la música costarricense. Su presencia se ha visto invisibilizada y opacada por una desproporcional presencia masculina pero sus narrativas y arte siempre han pugnado un espacio de reconocimiento en un panorama tajantemente patriarcal. Es claro que está más allá de las intenciones de este texto problematizar esta situación a fondo, pero me parece necesario destacar que poco a poco esta historia va quedando escrita y vamos reconstruyendo las páginas de una memoria que muchas veces es recuperada a duras penas.
El año pasado tuve la grata oportunidad de ser contactado por la investigadora Priscilla Carballo Villagra con el fin de colaborar en la exposición “…Y te Diré te quiero: una historia de amor al Rock Tico. Un recorrido visual por la historia del rock de 1950 al 2010”, la cual también contó con la participación de Jessica Álvarez López, Fo León, Nilson Oviedo y Mariela Richmond (y valiosos aportes de varias personas asociadas al gremio musical). Como imaginarán por el nombre, muchos afiches, fotografías y uno que otro objeto curioso nutrieron las paredes de “Casa Batsú” en Barrio Escalante, lugar que dio hogar a la exposición. Una de las iniciativas de la exposición fue dedicar una sección a las mujeres que han formado parte indispensable de la escena rockera costarricense a través de las décadas. También tuvimos noches temáticas, una de ellas fue nombrada muy asertivamente: “Mujeres en el rock tico”; esta sesión nos permitió compartir con periodistas, músicas y gestoras de eventos, y conocer más de sus historias en la escena musical. Sin duda sus experiencias y reflexiones nos ayudan a una comprensión más amplía del rol de varios colectivos en el desarrollo de un ecosistema rockero local muy particular.
Sé que esta es solo una de tantas experiencias que han buscado ampliar nuestra mirada sobre el involucramiento de las mujeres en diferentes espacios musicales costarricenses, por lo que iré dejando unos cuantos enlaces de interés a lo largo de este párrafo que podrían ser de su agrado. Creo que estas iniciativas pueden representar puntos de partida interesantes para quienes deseen alimentar su curiosidad. Me disculpo si se escapa alguna iniciativa importante. (Pueden compartírmelas si gustan. Mi correo es fobando@uned.ac.cr , les atiendo de lunes a viernes de 9 a 5). Respecto a trabajos que ahonden en la relación de la comunidad LGBTQ+ y la música costarricense sí les voy a quedar debiendo referencias. Aunque tengo una muy buena que escribió Carlox Soto. Es una faltante enorme y urgente sobre la que debemos trabajar. Como músico abiertamente perteneciente a la comunidad LGBTQ+ no me queda más que anotarlo a lista de pendientes académicos que no puedo ignorar. (Entre más escribo por aquí, más grande va quedando mi lista de pendientes…ya empecé a preocuparme).
¿Y qué podemos decir desde nuestras playlist? Quizás algo parecido. Las mujeres siempre han estado allí, lo mismo con diferentes artistas de la comunidad LGBTQ+, pero su presencia cada vez es más notoria, al igual que las canciones que nos hablan sobre sus experiencias de vida con matices más amplios. Me parece que las playlist nos han dejado ver que este involucramiento ocurre tanto para el caso de proyectos solistas como para las bandas. Se me vienen rápidamente a la mente varias agrupaciones de conformación mixtas que podrían ejemplificar mejor mi punto. Sin embargo, no hay que perder algo de vista: Nuestro monitoreo nos indica que mes a mes hay una abrumadora cantidad de lanzamientos con propuestas musicales en donde predominan hombres, y hay muchos eventos en donde la paridad o una conformación más diversa en términos de género no es algo predominante.
De nuestra parte, intentamos que esta presencia de narrativas diversas se refleje en nuestro monitoreo y elaboración de playlist. Quizás por eso al finalizar el 2021 consideramos oportuno lanzar la lista “50 mujeres jóvenes ticas que deberías estar escuchando”. En 2022 la repetimos (solo que en vez de 50 canciones…eran 52). Este 2023 definitivamente habrá una edición de esta playlist y me alegra anunciar desde ya que probablemente esta vez el número no será 50, sino uno más alto aún por definir. Mientras tanto mi recomendación, es… escuchen. La música viene acompañada de letras que nos acercan a subjetividades con las cuales no esperábamos interactuar.
// Hyperpop y post-perreo para el desayuno: nuevos géneros en el atlas sonoro tico. //
Mi jefa ríe y nos pregunta llena de curiosidad: “¿Pero cómo es eso del post-perreo? ¿Cómo suena?” Entiendo su curiosidad. A mí también me encanta el término, el cual de alguna manera puede ser equiparado con post-reggaeton al parecer. Mi intento de explicación inicia: “Bueno imagínese las bases del reggaetón, ese ritmo de tucumtumpan tucumtumpan, pero acomodado con un montón de cuestiones nuevas tomadas de otros géneros musicales. A veces meten quiebres de ritmos rarísimos en el clásico tucumtumpan y eso ya le va dando otro matiz. O más bien les da por incluir acordes o instrumentos tomados de otros géneros. Hace poco salió una pieza de Bad Bunny con Gorillaz y era como un reguetón, pero un compa en YouTube explicaba cómo le metían unos acordes de Jazz bien locos y varías líneas de sintetizador y eso le iba dando todo un feeling distinto. Creo que hay unos quiebres estéticos importantes. A ver…por ejemplo…cómo que hay otros arquetipos…no solo el reggaetonero estereotípico…por ejemplo hay artistas como Arca que es una chica trans venezolana que vive en España que hace piezas que empiezan como con un reguetón más clásico pero de repente les mete un montón de cosas de la electrónica experimental más dura, mucho sintetizador… Por ahí va la cosa”. Fin del intento de explicación. La música y su entorno está en constante transmutación y esto es fascinante.
Hyperpop, post-perreo, emo-trap, latin-trap, post-punk revival latinoamericano, cumbia psicodélica electrónica, post-hardcore, neo-psicodelia, post-rock, post-noise, post-reggaeton, (qué montón de post-cosas) screamo, memecore, slowcore, géneros experimentales electrónicos con nombres por ser inventados…etc, etc etc. Podemos seguir con el juego de las etiquetas un rato pero creo que ya se va entendiendo el punto. Nuevas sonoridades se suman al mapa, quizás algunas no son estrictamente “nuevas”, pero tal vez no habían gozado de tanta popularidad en nuestra escena local; lo cual permite relecturas con elementos contemporáneos que generan mescolanzas bien particulares. Lo que me parece curioso es que si bien es cierto algunos sonidos pueden ser más populares que otros en el mainstream, no creo que ninguna experimentación sonora venga a suplantar a otra o a “acabar” con su existencia. Al contrario, la historia me dice que algo fascinante del paisaje musical tico es que suele expandirse y volverse tremendamente diverso año con año. Cientos de propuestas que pueden estar en el espectro sonoro opuesto suelen convivir en relativa paz, e incluso llegar a encontrarse si las personas organizadoras de eventos tienen una mente lo suficientemente creativa.
Parte del reto de las playlist ha sido capturar esta diversidad y monitorear esas nuevas formaciones musicales que podrían estar hablando de algún nuevo terreno. Esto lleva también a expandir el oído, confrontar ciertos juicios de valor que de pronto se sienten muy conservadores e intentar comprender aquello que de primera entrada genera conflicto ya sea por su narrativa o por su acercamiento técnico. Pero ahí vamos. Modestia aparte, creo que los playlist de Sonidos y Ruidos Jóvenes son una guía mensual interesante si se quiere navegar a través de propuestas de géneros musicales distintos y un tanto…particulares. Sin embargo, creo que no hay una verdadera manera de entrarle a la inmensidad de la cartografía de sonoridades ticas. Para mí no hay como un buen salto al vacío. Escudriñe la música. Vaya a los conciertos. Hay un universo musical magnífico allá afuera y mucha gente lo sabe.
Bueno, supongo que debería ir construyendo una pista de aterrizaje para este texto/playlist/canción. Espero haber recopilado satisfactoriamente un poco de la historia de Sonidos y Ruidos Jóvenes y su relación con las playlist. Espero que mis “aprendizajes/hallazgos/ideas” les sean útiles…al menos como provocación. Me queda claro que apenas estoy rozando la punta de un iceberg enorme (del iceberg sale música al parecer); sé que si reviso las playlist otra vez y las pienso después de leer este texto, encontraré nuevos puntos de referencia y nuevas inquietudes que me gustaría compartir.
Cuando paso por mi cuenta de Instagram, a veces entro a perfiles de plataformas de gestión / comunicación / periodismo musical costarricense y me doy cuenta de que las playlist son una herramienta de la que echan mano frecuentemente. Cada uno con acercamientos bastante distintos. Al Centro Agenda Joven le han servido como un vehículo para reflexionar sobre la música local, entender sus narrativas y explorar las representaciones de las diferentes cotidianidades y universos jóvenes. Y aún más importante que esto, han servido para aportar un pequeñísimo pero necesario impulso a personas artistas locales por medio de labores de difusión musical en espacios digitales.
Eso sí… Yo creo (jeje *risa incómoda*) que si queremos pensar seriamente en los playlist tenemos que quitarnos cierta mirada ingenua y problematizar un poco su existencia. Pensar en las playlist, nos lleva a pensar en las herramientas y condiciones materiales que tenemos para la difusión musical. Esto a su vez nos llevaría a problematizar la existencia de las plataformas en las que existen y el modelo económico que les permite funcionar. Si han leído el texto completo hasta aquí, sabrán que con esta última relación nos metimos en terreno problemático, el cual nos lleva a revisitar las quejas que fueron escritas momentos atrás en este mismo texto. Parece que una vez más nos seguimos encontrando con este lastre (término-problema) llamado “industria”; un acercamiento desde la economía política local podría abrir muchas puertas de entendimiento; pero el momento solo queda como una ilusión/provocación. Tampoco que el relato se quede en las referencias distópicas, la lección es: No debemos acercarnos acríticamente a la plataformización, el modelo económico de streaming y a Spotify como manifestación de “la industria”, mientras estamos en ello, debemos luchar por construir un repertorio mínimo de apropiaciones en el espacio digital en el que a muchos nos va a tocar desenvolvernos de todos modos.
Las discusiones son amplías y las seguiremos atendiendo. Por el momento creo que hay varias iniciativas trabajando en diferentes zonas del ecosistema musical costarricense; muchas de ellas recobrando memoria histórica, otras encargándose de la gestión y comprensión de una contemporaneidad tica que ha sufrido bastantes cambios a nivel musical. No dudo que pronto estaremos entablando diálogos y creando espacios de encuentro, pues siempre tenemos a la música como un conector universal.
Terminé de ver The Playlist en Netflix y me pregunté porque una serie tan bien hecha decidiría tener un final tan horripilante. No se los voy a spoilear. Solo diré que la serie vale la pena; el viaje que nos propone nos lleva por muchos callejones del laberinto que es Spotify y la industria musical; pero al final nos somete a unos 8 minutos totalmente insufribles. Les dejo la curiosidad.
// Soñé que le ensañaba un playlist de música costarricense a David Ek. Parecía no importarle mucho. Quizás los “listens” y los “follows” no se comparaban a los de otros lugares. Le llamo la atención un playlist que tenía en mi biblioteca que se llamaba Antología Tica. “Más de 1500 artistas diferentes le dije”. El billonario sonrío como si fuera un dato pintoresco y ya. A veces es difícil distinguir entre sueño y pesadilla. Doy un brinco onírico y paso de un espacio amorfo a otro. Veo a un amigo músico de hace muchísimos años sentado en la acera escuchando música y tarareando. Me acerco y le digo “Estas playlist son una pequeña ventana a los sonidos y ruidos que se construyen todos los días en Costa Rica.” Me responde con un “jaja que loco mae, está tuanis”. Le cuento que a David Ek no le interesaba realmente mi playlist, solo quería venderme una subscripción Hiper Mega Premium con 8 meses de Spotify for Tiquiccian Artists Data Analysis. “Bueno mae… a mí si me importa, pase pase a ver”. Ya no estoy tan seguro del potencial de las listas. “Pase pase”. Insiste. Sacó mi celular y pongo una canción en aleatorio. “Esta ya la había escuchado, un compa toca ahí, son muy buenos”. Le doy mi celular. “Esta no la conozco, esto tampoco, esto ni idea…esto se oye tuanis…me gusta… ¡hey!… ¡esto está muy bueno!”. Nos quedamos hurgando la playlist, escuchamos música que aún no existe pero en unos días será inventada. “Bueno bueno, ya alargó mucho ¿no cree?”. Me defiendo nerviosamente “argumentando” que mucha música requiere una historia larga y extendida con un merecido epilogo (tal vez es mentira y solo estoy ofendido en el poder de síntesis). “Bueno, ok ok…pero ponga el playlist público. Libere el playlist”. Me despierto…
Aquí les dejo un playlist…mí playlist… si quieren podemos hacerlo nuestro. Tiene 52 canciones. Una por cada lista que me ha dejado explorar y aprender sobre la diversidad musical joven tica de los últimos años (En realidad la lista tiene 60 canciones porque me costó mucho acortarla…perdón por arruinar la metáfora numérica). Espero que este paisaje sonoro les emocione tanto como a mí.