Imagen tomada de CyberLink

Por: Fernando Obando Reyes

Memes que pudren el cerebro: los excesos digitales del brainrot.

Hace unas semanas, mientras divagaba por los eternos pasillos de las plataformas digitales (mi perfil de TikTok e Instagram, más específicamente), noté una tendencia memera que se colaba constantemente en mi feed. Un audio, claramente elaborado con uno de los tantos emuladores de voz de IA, se repetía una y otra vez en distintos tipos de video: “¡Ballerina Cappuccina, mi mi mi, è la moglie di cappuccino assassino! E ama la música la la la la la su apasione e il ballerino lololo” (Bailarina Capuchina mi mi mi. Es la esposa de Capuchino Asesino. Ama la música. La la la la la. Su pasión es el bailarín lololo). Después de escucharlo hasta el cansancio en “videos de gatos haciendo cosas chistosas”, empecé a preguntarme: ¿Quién es Ballerina Capuccina? ¿Y quién es ese tal Capuchino Asesino?

Al parecer, ella es una taza de café antropomorfa que aparece en imágenes y videos creados con inteligencia artificial. Sin saberlo, mi búsqueda me había llevado al mundo del brainrot italiano, una de las tantas manifestaciones de lo que ocurre cuando el universo memero empieza a echar mano de herramientas de inteligencia artificial y de las tácticas de divulgación que ha ido perfeccionando en los últimos años.

Imagen tomada de Genius

¿Qué es el brainrot? Una traducción literal de la expresión podría entenderse como “podredumbre cerebral” (brain / rot) o “podredumbre mental”. En el contexto de la jerga de internet, alude a contenido considerado de “bajo valor” o “baja calidad”, el cual supuestamente causa repercusiones negativas a nivel psicológico y cognitivo. Este término también puede asociarse con los efectos negativos que algunas personas reportan por el uso excesivo de plataformas sociodigitales o de entretenimiento. Por ejemplo: la capacidad de solo poder consumir material de muy corta duración, y el doomscrolling (o, en términos sencillos, no dejar de pasar el dedo por la pantalla para ver el próximo post de Facebook, seguir dando tap tap tap a las historias de Instagram, deslizar al siguiente video de TikTok, etc.).

El brainrot —palabra del año en 2024, según el diccionario Oxford— recuerda mucho al shitpost (publicar en exceso contenido “feo” o con humor irreverente que usualmente se alberga en memes que van de lo molesto a lo absurdo). Sin embargo, el brainrot parece tener una connotación aún más negativa. El shitposting puede ser incómodo, irreverente e incluso agresivo, pero el brainrot es contenido que “pudre el cerebro”. El daño es casi una garantía. Y este daño proviene del exceso de contenido digital al que nos exponemos diariamente en un internet saturado de “material basura” e imágenes pobres, como diría Hito Steyerl. Cabe destacar que hoy existen diversas posturas y debates que intentan comprender las repercusiones de una vida llevada al plano digital, y entender, de manera rigurosa, tanto sus aspectos positivos como negativos. En pocas palabras, no se duda de que el brainrot sea problemático; lo que se intenta entender es si realmente es tan malvado como algunas personas lo pintan, y si existen otros factores que ayuden a explicar su existencia y sus matices.

Como navegamos entre tanta opulencia de contenido, surgen subdivisiones y “sabores” distintos de brainrot. Uno de los más populares es el brainrot italiano. Sí, como imaginaron, Ballerina Capuccina y Capuccino Assesino pertenecen a este universo. ¿Cómo podríamos definirlo? Digamos que es un conjunto de memes, videos generados con inteligencia artificial, dibujos y representaciones “artísticas” o audiovisuales que combinan animales y objetos con figuras humanas de manera surrealista y absurda. Suelen estar acompañados por narraciones en italiano hechas con emuladores de voz contemporáneos, que tratan desde temas absurdos y aleatorios hasta otros vinculados con la guerra o la religión.

La tendencia ha engendrado un sinfín de personajes —ya son demasiados como para contarlos— pero entre los más famosos están: Bombardino Crocodilo, Tralalero Tralala, Lirili Larila, Brr Brr Patapim, Ballerina Capuccina, Capuccino Assesino, Chimpanzini Bananini, Trippi Troppi, La Vacca Saturno Saturnita, y así sucesivamente. Lo interesante es que, en varios casos, “bases de memes” como Know Your Meme nos permiten rastrear el origen de estos personajes y a sus creadores. Pero en otros, el exceso digital y esas capas de lo efímero y lo complejo que se entrecruzan en internet impiden conocer el punto exacto de origen, dejando su creación envuelta en misterio y a sus autores en un anonimato que parece ser, también, parte del encanto.

Imagen tomada del perfil de Facebook de Memegrafías

Hasta ahora, todo parece normal: los memes surrealistas no son algo nuevo (de hecho, fueron muy populares en algún momento de la década pasada) y ver aberraciones gráficas asistidas por inteligencia artificial ya es bastante común. Entonces, ¿por qué genera tanta polémica el brainrot italiano? Aunque algunos videos se limitan a recuperar el nombre de los personajes o hacen alusiones superficiales, otros incluyen fragmentos en italiano que han provocado inquietud entre las personas usuarias.

Quizás el ejemplo más representativo es el infame Bombardino Crocodilo. Algunas versiones de este meme incluyen un audio que menciona:
“Bombardiro Crocodilo un fottuto alligatore volante che vola e bombarda i bambini a Gaza e in Palestina. Non crede in Allah e ama le bombe. Si nutre dello spirito di tua madre e se hai tradotto tutto questo allora sei uno stronzo, non rompere la battuta, puttana!”

Si bien es difícil llegar a una traducción totalmente exacta, varias personas usuarias en internet lo han interpretado así:

“Bombardino Crocodilo, un maldito caimán volador que vuela y bombardea a niños en Gaza y en Palestina. No creé en Allah y ama la bomba. Se alimenta del espíritu de tu madre y si has traducido todo esto eres un imbécil. ¡No arruines la broma, puta!”

Imagen tomada de MSN

Esta traducción resulta especialmente chocante si se considera el descarnado genocidio que sufre la población palestina por parte de Israel. Una cuestión similar ocurre con Tralalero Tralala. Aunque no siempre sucede, muchas veces incluye un audio que dice:


“Trallallero Trallalla, porco dio e porco Allah. Ero con il mio fottuto figlio merdardo a giocare a Fortnite, quando a un punto arriva mia nonna, Ornella Leccacappella, a avvisarci che quello stronzo di Burger ci aveva invitato a cena per mangiare un purè di cazzi.”

Imagen tomada de MSN

Varios usuarios italianos en TikTok han discutido las dificultades de esta traducción —debido a chistes idiomáticos muy arraigados—, pero la versión más extendida es:
“Tralalero Tralala. Maldito Dios y Maldito Alá. Estaba con mi maldito hijo de mierda jugando al Fortnite, cuando de repente llega mi abuela, Ornella Leccacappella, a avisarnos que el maldito de Burger nos había invitado a comer para la cena un puré de penes”.

Estos dos ejemplos dejan claro por qué estos memes generan inquietud: algunos mantienen un tono aparentemente inofensivo, pero otros utilizan blasfemias y lenguaje altisonante. Mientras que algunos internautas de Italia defienden que se trata solo de “insultos genéricos” o “tonterías”, otros alertan sobre mensajes de intolerancia religiosa e invitaciones a la obscenidad.

De infografías, preocupaciones honestas y pánico memético

El pasado martes, 22 de abril de 2025, una publicación de la Caja Costarricense del Seguro Social generó reacciones muy diversas entre sus seguidores en redes digitales. Se trataba de una infografía sobre el “brainrot italian”, acompañada de un mensaje que empezaba así:

“¿Brainrot Italian? Tendencia… ¿inofensiva?
¿Ha visto a los jóvenes riéndose de un tiburón con zapatos una taza bailarina y con acento italiano? esto forma parte de la tendencia del Brainrot Italian, una moda viral que parece inofensiva… pero podría tener algunos riesgos, conozcamos más: (…)”

Imagen tomada del perfil de Facebook de la Caja Costarricense del Seguro Social

La publicación se volvió muy popular: al momento de redactar esto acumulaba 3 790 shares en Instagram y unos modestos 580 en Facebook. Además, un usuario de TikTok mostró que esta infografía había sido recogida por las noticias nacionales y difundida en un segmento de Noticias Telediario del Canal 8 de Multimedios.

Más allá de los “likes” y reacciones, la sección de comentarios se llenó de posiciones encontradas: algunos consideraron el contenido poco relevante y recordaron que hay cosas peores en internet; otros desviaron el debate hacia proyectos de construcción truncados; varios respondieron con ironía citando otros memes; hubo insultos, y tampoco faltaron quienes expresaron auténtico interés en el asunto del brainrot y compartieron sus propias lecturas sobre las tendencias meméticas.

Captura de pantalla tomada de la sección de comentarios de la publicación de la infografía

Debo admitir que al principio cuando me topé la infografía, sentí que esta había sido hecha con un poquito de pánico memético. Este pánico memético es primo del pánico satánico noventero que invadía a muchos de los padres de personas de mi generación (y de otras más jóvenes) cuando veían contenido extraño en televisión, el cual a veces les era difícil comprender. “Eso es satánico. Eso es del diablo”, es una frase que escuché repetidas veces en mi infancia. Ahora al parecer el mal habita en la maquinaria digital… en la inteligencia artificial que se nutre de ideas absurdas y maquinaciones de seres humanos inquietos que llevan sus pesares cotidianos a la esfera digital.

Sin embargo, al discutirla con amigos y creadores de memes, le fui tomando cariño. Quizás mi primera impresión fue demasiado estricta, sesgada por mi voluntad de estudiar los memes “de manera seria” como un fenómeno complejo de la comunicación digital. No pretendo desestimar el trabajo del departamento de comunicación de la Caja, ni insinuar que no sea necesario debatir sobre memes de internet. Al contrario, creo que las preocupaciones expresadas en la infografía son honestas y abren preguntas válidas sobre el brainrot. Mis colegas y yo coincidimos en que una discusión crítica y constante en medios sobre memes de internet es no solo deseable, sino necesaria. He visto el potencial de conversación que tienen los memes y lo ingenioso que puede ser el humor para transmitir mensajes con lecturas analíticas y emocionales. Pero también he constatado —al igual que otros investigadores— su uso problemático: apoyo a grupos de extrema derecha, difusión de desinformación, o encubrimiento de discursos de odio basados en racismo, xenofobia, misoginia, etc.

Propongo como ejercicio, hacer una breve revisión de lo que dice la infografía en tres partes. Creo que es cierto que pueden hacérsele varias críticas, pero la imagen nos permite discutir sobre elementos que son problemáticos en el brainrot y sobre prácticas que a veces se normalizan cuando hablamos de memes.

Parte 1: la infografía nos brinda una definición del “italian brainrot” junto al mensaje “OJO CON ESTA TENDENCIA”. A pesar de ser muy breve, la definición que se brinda logra resumir de manera muy directa que es lo que compone al brainrot italiano. Esto no me parece un mérito menor, pues a veces es bastante complejo describir de manera concreta memes que juegan con elementos surrealistas o están hechos deliberadamente para confundir.

Parte 2: Si bajamos un poco más llegamos a una “segunda sección” encabezada por la pregunta “¿Qué riesgos tiene?”. La infografía nos señala: “Desensibilización, fatiga mental, aislamiento social y contenido inapropiado”. Aquí es donde creo que tenemos que empezar a caminar cuidadosamente. Por ejemplo sobre el “aislamiento social” nos dice: “más risas en el celular, menos tiempo con amigos reales”. Esto ha sido ampliamente debatido. Por un lado se ha señalado que el uso de tecnologías de la comunicación no necesariamente está correlacionado con el abandono de las relaciones humanas. Sin embargo también hay quienes advierten sobre un uso excesivo de las plataformas como tal. Por otro lado sobre la “fatiga mental”, asevera: “mucho contenido basura, menos atención y memoria”. Es cierto que hay señalamientos sobre una supuesta pérdida de capacidad de atención en las personas, además de una sobreestimulación de información y contenido. Pero ¿es “la tecnología” la culpable de todo? ¿realmente tenemos estudios que nos permitan concluir que consumir memes en exceso produce daño cognitivo o causan una influencia directa al comportamiento? Pues al parecer contamos con pocas investigaciones en esta línea y las que ya existen no logran ponerse de acuerdo en una sola postura. Al punto que quiero llegar aquí, es que es peligroso jugar con determinismos tecnológicos, pero aún más peligroso creer que no hay ningún tipo de repercusión en el uso de las tecnologías de comunicación actuales.

Sobre la “desensibilización” y el “contenido apropiado” no diré mucho, pues creo que aunque son puntos muy resumidos, direccionan bien dos preocupaciones que se han presentado en mis investigaciones. ¿Qué pasa cuando la ofensa se hace pasar por chiste? ¿Cómo es la relación entre los memes y el contenido violento o discriminatorio? Más allá de las “palabrotas” o el “lenguaje apropiado”, me refiero a contenido que encubre discursos de odio o se burla de situaciones humanitarias alarmantes como el genocidio en Gaza.

Parte 3: La infografía cuestiona “¿Qué podemos hacer?” y responde de inmediato “Supervise contenido digital”, “Incentive contenido sano y creativo” Aunado a esto nos advierte: “¡No todo lo viral es inofensivo! Educar en vez de censurar: la clave está en acompañar” Lo que me gustaría resaltar de esta sección es el llamado al acompañamiento y a perder el miedo a tener conversaciones de temas incómodos en vez de censurarlos. Para mí estos dos aspectos son clave. Un personaje ficticio como Bombardino Crocodilo (y sus referencias bélicas) puede ser algo bastante incómodo y preocupante; pero me parece mucho más alarmante obviar las referencias sobre Gaza que realiza el meme y lo que implica la visibilización de un genocidio que ocurre en tiempo real.

Entiendo también, que una gran fuente de preocupación proviene de padres de familia a los cuales les resulta imposible evitar que sus hijos tengan contacto con la esfera digital. Es cierto que encontrar “contenido sano y creativo” a veces se ve como una tarea difícil. Pero quizás esta es la ventaja/desventaja de tantísimos productos digitales de entretenimiento. Hay un poco de todo. De igual manera, creo que el problema no recae en que tengamos momentos en donde consumimos contenido irreverente o que dediquemos un buen rato a perdernos en un scrolling de memes de todo tipo de colores y sabores. El asunto recae en adquirir habilidades para cuestionar y problematizar aquellos contenidos que podrían tornarse ofensivos o exponernos a actitudes discriminatorias. Esto sin duda ayudará a que podamos “educar en vez de censurar”. No se trata de eliminar el brainrot italiano de la faz de la tierra o de poner todas sus referencias bajo llave (pues como se mencionaba, muchas de estos personajes no necesariamente hacen conexiones como las del cocodrilo o el tiburón con tenis); se trata de intentar explicar su lugar en el mundo digital y porque puede ser problemático en algunos casos.

¡Se te va a pudrir el cerebro de ver tanta televisi… digo… memes!

La afirmación “un meme es solo un meme” siempre me ha parecido un tanto grosera, además de tautológica. Es cierto que en algunas ocasiones se basan en chistes absurdos sin mayor pretensión de contenido, pero en muchas otras se vuelven un reflejo de la complejidad de las relaciones sociales contemporáneas o una herramienta que sirve para transmitir mensajes que van desde lo hilarante hasta los discursos de odio. El brainrot italiano, en su explosión de popularidad, parece habitar ambos extremos. Es difícil que se nos vaya a pudrir el cerebro o que nos convirtamos en blasfemos xenófobos si vemos a “Ballerina Capuccina”, pero deberíamos cuestionarnos la existencia de un personaje como “Bombardino Crocodilo” y las referencias que trae consigo.

Ahora bien, el exceso de contenido digital puede ser bastante abrumador, más aún cuando desde las plataformas se nos llama a ejecutar un papel de consumo/producción constante. Una consulta casi moral se nos despierta a ratos: ¿Estoy consumiendo contenido “sano” (como dice la infografía)? ¿O me estoy pudriendo en los laberintos del brainrot? ¿Es el contenido que subo a mis plataformas brainrot? Mi sugerencia es no caer en el pánico tecnológico. Estas preguntas quizás sirvan como provocaciones futuras, pero por el momento podría compartir tres sencillas ideas sobre la supervivencia en el enmarañado mundo virtual:

Idea 1: La búsqueda de contexto es un ejercicio que permite cierta orientación. Es probable que sigamos nuevos trends y pedazos de contenido digital confusos que salen de los más inesperados rincones de la red; pero así como hay abundancia de memes y tiktoks, también contamos con diferentes iniciativas que intentan rastrear los orígenes de estos contenidos y brindar una guía al confundido internauta. Quien no lo crea, que se dirija a Know Your Meme, una wiki alimentada por una diversa comunidad durante casi 20 años, la cual ha registrado un sinfín de memes que nacen, mueren y resucitan. Desde perfiles como “Página que explica memes” hasta diferentes diarios digitales, existen múltiples esfuerzos por encontrar orígenes y brindar explicaciones. Incluso desde los acercamientos académicos hay intentos más profundos; sin embargo, usualmente para cuando han terminado de analizar un caso, hay unos 100 más por atender. Nos queda como tarea leer críticamente entre el alarmismo y la apatía con los que se reportan los nuevos memes y tendencias del internet.

Idea 2: Coincido con la infografía en que es una mejor política la educación explicativa que la censura irreflexiva. Para quienes se preocupan por el acompañamiento y el abundante contenido digital con el que interactúan las poblaciones más jóvenes, la idea 1 podría resultarles útil. Comprender el origen del contenido digital y contemplar sus matices brindará posibilidades de diálogo. Si no, que lo diga una niña que se hizo viral en TikTok, la cual sonríe alegremente mostrando su muñeco de Tung Tung Tung Sahur (un personaje del brainrot indonesio, originado como respuesta al brainrot italiano). No se trata de negar las referencias problemáticas (o a veces meramente surrealistas) de estos memes, sino de reconocerlas y reflexionarlas para aprender cuándo intervenir sobre el contenido. Como mencionaba antes, muchas veces las imágenes de estos personajes no vienen acompañadas de las secciones de los audios que son consideradas ofensivas.

Idea 3: Tal vez cuestionarnos sobre qué tipo de contenido compartimos y al que damos nuestros espacios de atención no sea tan mala idea. No digo esto desde una mirada moralista, ni mucho menos tecnofóbica o que busque reprender. Sin embargo, desde hace varios años investigadoras como Zizi Papacharissi se han preguntado cómo vamos a construir nuestros “hábitos cívicos digitales” en una época en la que trasladamos muchos problemas de nuestra existencia offline al ámbito online, donde empezamos a configurar una nueva “ciudadanía” digital. Largas secciones de comentarios, llenas tanto de argumentos elaborados como de insultos hostiles, nos dan testimonio de cómo luchamos diariamente por construir una especie de convivencia digital que aún parece estar en una fase un tanto primitiva. Con esto no digo que no manden memes; quizás la cuestión va más por “¿qué tipo de memes estoy mandando?”. Sobre este tema podríamos seguirnos extendiendo bastante, así que mejor lo dejo aquí.

Meme tomado de una sección de comentarios de la perfil de Facebook de «La Gramática del Meme»

Quizás en unos meses no volvamos a escuchar el término brainrot italiano. Es muy probable que Brr Brr Patapim y Ballerina Capuccina queden en el olvido o pasen a formar parte del eterno ciclo de muerte y resurrección memética (una especie de samsara digital). Los memes surrealistas existen desde la década pasada, han tenido su apogeo y probablemente lo tendrán nuevamente en el futuro. Nuevas tendencias digitales vendrán y la pila de contenido digital solo seguirá creciendo y creciendo, mientras los servidores se calientan y piden más agua.

El brainrot abruma porque nos confronta con los excesos de la era digital. Sin embargo, parece que ni el determinismo tecnológico ni el pánico memético son alternativas viables. Podrá sonar ridículamente sencillo, pero quizás nuestra posibilidad de acción esté en el diálogo y en alimentar nuestra curiosidad a través de una mirada que cuestione los caminos y estímulos del amplio mapa digital en el cual nos hemos ido sumergiendo algunos.

Referencias

Papacharissi, Z. (2011). A networked self: Identity, community, and culture on social network sites. Routledge.

Steyerl, H. (2014). Los condenados de la pantalla.  Caja Negra