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Por: J. Raúl García Fernández

En anteriores aportes a este Blog, se explicó cómo el haber dado paso al uso del concepto de exclusión educativa representó un cambio significativo en la comprensión de la permanencia de las personas estudiantes en el sistema educativo (García, 2020a).

Como en el teatro, cuando el foco de atención se desplaza entre los actores y actrices para centrar la atención del público, la avenida de publicaciones que aportaron sobre la exclusión educativa multiplicó las luces en el escenario, mostrándose a partir de entonces un tablado donde simultáneamente aparecen diversos actores en distintas situaciones.

Así, se permitió desplazar la atención de la persona estudiante hacia otros miembros de la comunidad educativa, con una consecuencia comprensiva inmediata: utilizar el concepto de exclusión educativa es sustancialmente distinto que referir a la deserción, al abandono o al fracaso escolar, en cuyos casos pesa más la idea una persona estudiante “desertora”, que “abandona” o “fracasa” en su transcurso por el sistema educativo. El uso del concepto exclusión educativa surge de una visión crítica de dichas perspectivas y conlleva una visualización más compleja de los procesos vinculados a la permanencia escolar.

Ahora bien, el uso del concepto de exclusión educativa no ha estado exento de problemas, según se indicó en este mismo Blog: 1) el problema de la sustitución, es decir, el haber pasado a su uso sin una discusión teórica que lo sustente y, 2) el problema de equiparación, o bien, iniciar el uso del concepto de exclusión educativa sin renunciar a otros conceptos o usarlos como sinónimos (García, 2020b).

Lo anterior muestra el largo camino por recorrer en la precisión conceptual y en la comprensión teórica de los estudios relacionados con la permanencia y desigualdad escolar. Los espacios que faltan por llenar en lo teórico se han traducido en vacíos en lo metodológico y en el acercamiento empírico al problema de estudio. Lo más recurrente es homologar exclusión educativa con el porcentaje de interrupción de estudios, ya sea esta intranual o interanual, según se disponga de datos para su construcción.

En Costa Rica, este tipo de tratamiento se encuentra, por ejemplo, en informes como el Estado de la Educación donde la interrupción de estudios intranual es nombrada como exclusión intranual (CONARE, 2017)

¿Cuál es el problema de lo señalado hasta este punto?  Primero, que en lo empírico sucedió lo mismo que en lo teórico, es decir, se homologaron los conceptos. Lo antes llamado porcentajes de “deserción intranual” devinieron sin más en porcentajes de “exclusión educativa intranual”.  Segundo, el uso del nuevo concepto no se acompañó, a falta de discusión, de nuevas metodologías para comprender el problema de estudio. Tercero, lo más importante, la exclusión educativa remite a situaciones más diversas y complejas que un porcentaje de interrupción de estudios, sea este intranual o interanual, permanente o temporal.

Reducir la exclusión educativa a un porcentaje relacionado con uno de los posibles momentos en el historial académico de las personas estudiantes es impreciso y crea deudas con la densidad comprensiva que inicialmente se pretendió aportar a la discusión con la traída del concepto de exclusión desde las ciencias sociales.

Por eso, autores como Blanco Bosco refieren a exclusiones más que a exclusión y comprende las mismas en al menos tres momentos, lo que su tiempo contribuye a una mejor aprehensión metodológica del concepto: 1) exclusiones por cobertura; 2) exclusiones por permanencia; 3) exclusiones por la calidad de los aprendizajes adquiridos (Blanco Bosco, 2012).

Ahora, ¿cómo podría traducirse en información empírica los aportes de Blanco Bosco? Una alternativa es la propuesta operativa del mismo autor, es decir, procesar información para las distintas exclusiones, e ir presentándola en forma analítica e integrada entre sí para cada contexto en estudio. Mantener este orden evitaría, por ejemplo, caer en una situación analíticamente preocupante, como la acaecida con el concepto de “fracaso escolar” en cuyas publicaciones la persona lectora debe hacer un esfuerzo por aclarar a cuál de los “fracasos escolares” refieren las personas investigadoras, o bien, si se hace alusión a varios de sus significados[1].

La segunda alternativa es seguir la invitación de fondo de Bosco Blanco, una invitación desde las ciencias sociales, en cuya lógica está comprender las exclusiones educativas como parte de un marco teórico mayor: el de la desigualdad escolar. Esta propuesta, a su vez, se enmarca en los aportes de la sociología sobre la desigualdad social, donde se comprende que esta no es sinónimo de exclusión social y que por su carácter relativo se experimenta en grados entre la inclusión y la exclusión social (Calderón Umaña, 2012; de Haan, 1999).

De esta forma, la desigualdad escolar, más allá de experimentarse en diversos momentos, como bien lo apunta Blanco Bosco desde una perspectiva que incluye la visualización del historial educativo, también se experimentaría en grados entre la inclusión y la exclusión educativa en una estrecha relación con la desigualdad social.

Llegados a este punto, es necesario reafirmar que tan impreciso es reducir la exclusión educativa a un porcentaje de interrupción de estudios, como el tratar de aprehender la exclusión educativa fuera de la desigualdad escolar.

Dentro de este marco teórico, en su estudio, requerimos establecer metodologías de investigación complejas, que integren el análisis de diversas dimensiones, enfoques mixtos y estudios longitudinales, entre otros aspectos más. Con ello, como mínimo podría establecerse cómo se experimenta la desigualdad escolar entre diferentes pares categóricos, grupos sociales y en su expresión socioespacial. Por otra parte, se facilitaría tomar decisiones de política pública para atender la desigualdad escolar y fomentar la permanencia.

Esta fue la tercera de una serie de entregas sobre la Desigualdad Escolar que iremos publicando como parte de los resultados de la investigación en proceso “Factores asociados a la exclusión educativa en la secundaria pública diurna de Costa Rica, durante el periodo 2015 – 2018 (PROY0030-2018)” que desarrollamos Nora González Chacón, Anthony García-Marín y J. Raúl García Fernández en el Centro Agenda Joven en Derechos y Ciudadanía.

¡Desde las Universidades Públicas trabajamos por el Derecho Humano a la Educación!

Referencias

Blanco Bosco, E. (2012). El reciclaje de la desigualdad: Exclusiones educativas en América Latina. En M. Puchet Anyul, M. Rojas, R. Salazar, G. Valenti, & F. Valdés Ugalde, América Latina en los albores del siglo XXI-2 (1.a ed., pp. 63-94). FLACSO-México. http://www.jstor.org/stable/j.ctt16f98r6.8

Calderón Umaña, R. (2012). Delito y cambio social en Costa Rica. FLACSO Costa Rica.

CONARE (Ed.). (2017). Sexto informe estado de la educación (Primera edición). https://www.estadonacion.or.cr/inicio/estado-educacion-costa-rica

de Haan, A. (1999). Social exclusion: Towards an holistic understanding of deprivation (Reporte DFID-SDD-DN–2). Department for International Development, London. https://webarchive.nationalarchives.gov.uk/%2B/http:/www.dfid.gov.uk/pubs/files/sdd9socex.pdf

Escudero Muñoz, J. M., González González, M. T., & Martínez Domínguez, B. (2009). El fracaso escolar como exclusión educativa: Comprensión, políticas y prácticas. Revista Iberoamericana de Educación, 50, 41-64.

García, R. (2020a, marzo 2). Quitemos telarañas y hablemos de la Desigualdad Escolar – Centro Agenda Joven en Derechos y Ciudadanía [Institucional]. Blog Centro Agenda Joven en Derechos y Ciudadanía. https://investiga.uned.ac.cr/agendajoven/quitemos-telaranas-y-hablemos-de-la-desigualdad-escolar/

García, R. (2020b, mayo 13). Quitemos telarañas II: El uso indistinto de los conceptos en la investigación sobre la permanencia y la desigualdad escolar – Centro Agenda Joven en Derechos y Ciudadanía [Institucional]. Blog Centro Agenda Joven en Derechos y Ciudadanía. https://investiga.uned.ac.cr/agendajoven/quitemos-telaranas-ii-el-uso-indistinto-de-los-conceptos-en-la-investigacion-sobre-la-permanencia-y-la-desigualdad-escolar/

Luengo, J., Jiménez, M., & Taberner, J. (2009). Exclusión social y exclusión educativa como fracasos. Conceptos y líneas para su comprensión e investigación. Profesorado. Revista de Currículum y Formación de Profesorado, 13(3), 11-49.


[1] En la literatura especializada, se encuentran al menos dos formas distintas de entender “fracaso escolar”. Una de ellas remite a la relación permanencia – interrupción de estudios; la segunda, podría tener dos momentos. El primero, haber alcanzado determinados años de estudios sin tener los conocimientos esperados a dicho nivel y, el haberse egresado de los ciclos de la educación formal sin contar con las habilidades y conocimientos que supondría tal titulación. Lo anterior ha sido destacado por autores como Escudero Muñoz y Luengo (Escudero Muñoz et al., 2009; Luengo et al., 2009).