Post confinamiento y suicidio: ¿Calma después de la tormenta? (Ponencia)[1]

Por: Roy González-Sancho

  1. Introducción.

En una comunicación anterior, se analizaba brevemente la situación entre el suicidio y la desigualdad, como situaciones latentes que podrían estar, en aquel momento -2022-, siendo parte de los ingredientes o variables en juego suficientes para agravar la situación en torno a las consecuencias humanas y ambientales que la pandemia por COVID-19 estaba ocasionando.

Para esta oportunidad, se ha decidido observar nuevamente la situación particularizando el análisis en los datos e investigaciones disponibles hasta agosto de 2023. Intentando dar cuenta sobre la aparición o no de la hipótesis de fondo que motivó el trabajo precedente: el probable aumento de las muertes por suicidio en víctimas de todas las edades. Lo cual resulta apremiante ante la alerta y preocupación académica de haber observado en muchos medios de comunicación y trabajos de investigación de disciplinas del área de ciencias sociales y de la salud, que los factores de riesgo, la desigualdad y demás problemas relacionales asociados al suicidio aumentaron su presencia.

En este sentido, vale la pena iniciar esta segunda comunicación presentando un panorama general de los datos disponibles hasta el momento amén de poder observar primeramente y luego discutirlos.

Se tiene ya de base, siguiendo lo expuesto anteriormente por González-Sancho (2022), que la literatura sobre las circunstancias psicosociales relativas a la pandemia reflejaban la presencia, en personas de todos los grupos de edad, de: estados de alerta casi permanente por el miedo al contagio de COVID-19; cuadros cada vez más notorios de ansiedad o preocupación extenuante por el futuro y ante la incertidumbre de rumbo que tomaría la emergencia sanitaria; cuadros de depresión expresados en una gran cantidad de informes de los sistemas de salud, con importantes impactos en las personas jóvenes; miedo a perder familiar a causa de la pandemia; etc.

Al mismo tiempo, quedaba claro que aquellos países en los que sus sistemas sanitarios fueron sistemáticamente debilitados por las medidas de ajuste y política neo-“liberal”, fueron los Estados que mayores problemas tuvieron para hacer frente a la pandemia. Sin olvidar, otras medidas y acciones tomadas por países como Estados Unidos, Alemania, Francia, Inglaterra, etc., que complicaron la atención y contención de la emergencia sanitaria.

Dichas complicaciones, siguiendo los recuentos de Esteban (2021), Hernández Orozco (2020) y Núñez Chacón (2020), se caracterizaron por bloqueos o desvíos en los envíos de suministros de un país a otro, prohibiciones de importación de vacunas a terceros países, acaparamiento de materias primas y materiales de protección para el personal médico de primera línea de atención, entre otras. En este sentido, quizás los casos más significativos sean la bautizada “guerra de los respiradores” y la “guerra de las vacunas”.

Como era de esperarse, dichas condiciones y tensiones internacionales con sus reverberaciones locales en cada país, aderezaron de complicaciones un contexto ya de por sí complicado.

2. Salud mental, mortalidad y suicidio, primeros efectos de la pandemia.

Como bien han argumentado una gran variedad de personas investigadoras y profesionales, la pandemia por COVID-19 visibilizó muchas de las problemáticas que se mantenían latentes desde antes de su declaratoria. En este sentido cabe recalcar que, de acuerdo con Lagos (2023), las dos primeras décadas de presente siglo se han caracterizado por un aumento considerable en los registros de padecimientos y complicaciones en salud mental.

En este contexto, se pueden señalar las situaciones de África y Latinoamérica en los últimos 30 años. Para el caso de la primera región, se ha puntualizado que prácticamente las personas afectadas por las problemáticas asociadas a la salud mental aumentaron un 219% desde 1990. Mientras que en Latinoamérica, los crecientes niveles de desigualdad junto con el aumento paulatino en padecimientos como la depresión, han contribuido no solo en el aumento sostenido de los niveles de otras problemáticas en salud mental sino en la tasa de suicidios, llegando a registrar un aumento del 17% entre el año 2000 y 2019 (Dannemann, 2023; Lagos, 2023; OMS, 2022b).

Estas tendencias se han visto patentes en las dinámicas que el estado de la situación del suicidio refleja en algunos contextos específicos, como Uruguay, y Colombia, donde el aumento de los casos de personas que pierden la vida por esta causa ha tendido a aumentar hasta casi duplicar su volumen, confluyendo algunos de sus picos de aumento con consecuentemente con las diferentes crisis económicas registras durante estas dos primeras décadas en la región. (Dannemann, 2023; Rico Muñóz, 2022)

Dicho lo anterior, no es de extrañarse que otros indicadores y tasas se incrementaran durante la pandemia. De acuerdo con los datos disponibles para los años 2020 y 2021 en el sitio Expansión (2023a), se puede constatar que en lo que respecta a la mortalidad reportada a nivel global, los países más golpeados en este aspecto en tiempos de emergencia sanitaria, entre los que se encuentran los bálticos, seguidos de cerca por europeos. Estos aumentos se expresan con variaciones promedio entre los 5% y el 3% en comparación con los datos consignados a los dos años anteriores a la aparición del COVID-19, y con tasas que varían entre los 18 y los 10 casos por cada mil habitantes.

En Latinoamérica, las tasas de mortalidad durante esta emergencia sanitaria se mantuvieron por debajo del 10% en el mismo periodo de años, mientras que en el caso europeo fácilmente superaron este valor incluso llegando al 18% ese mismo año.

Todo esto muestra, en cierto sentido que la salud mental ha empeorado de forma más pronunciada o con mayor celeridad, debido primordialmente por las condiciones y consecuencias propias de la Pandemia por COVID-19. Al mismo tiempo, no está de más recordar que el mayor peso de las consecuencias negativas del encierro y las demás crisis asociadas al fenómeno mundial, han sido las personas jóvenes, mujeres y personas adultas mayores. (Asuar Gallego, 2021; Bonanno et al., 2022; González-Sancho, 2022; Guil-Sànchez, 2023; Solís, 2023).

2.1 Primer año de pandemia 2020: ¿qué sabemos?:

Este primer año se caracterizó por mostrar los primeros efectos directos a nivel de los sistemas institucionales de atención. Lagos (2023) señala que un aproximado del 65% de países a nivel mundial confirmaron que dentro de sus reorganizaciones locales para hacer frente a la emergencia, interrumpieron la prestación o cobertura de los servicios y plataformas esenciales de salud mental, llegando a recomponerse hasta ser solamente un 14%  de los países a inicios del año 2023. De la mano con estas decisiones se vio de forma generalizada un aumento de los trastornos depresivos severos y de ansiedad de un tercio en comparación con los periodos anteriores a la pandemia. No obstante, como se ha mencionado en otras oportunidades, cabe la posibilidad de pensar en el subregistro posible debido a las mismas reestructuraciones o colapsos institucionales que tuvieron los sistemas de salud en varios países a nivel mundial.

Estas tendencias en el agravamiento de se han podido observar en la región, en lo que respecta a la atención hospitalaria, y específicamente en el caso de los intentos de suicidio Bonanno et al. (2022) han argumentado que la las consultas y referencias (derivaciones) aumentaron drásticamente en el caso de cuatro[2] provincias de Argentina, con la particularidad de que aunque se mantenía la primacía del envenenamientos como reporte de mecanismo habitual, aumentaron también los reportes del uso de objetos cortantes  en las lesiones autoinfligidas.

Sin embargo, en este sentido la situación ha tenido sus matices, Mosquera Bahamón (2020) ha detallado que en Colombia la tasa de suicidios por cada 100 mil habitantes presentó una disminución en comparación con la tendencia ascendente que tenía dicha situación en los años 2018 y 2019. Aunque recalca que sí se denotó un aumento en la porción de varios grupos de edad, pero en especial en aquellas entre los 60 y 64 años, acompañado de una incidencia mayor en hombres adultos mayores de 65 años.

La autora rescata que si bien se observa un decrecimiento en los reportes de intentos de suicido paralelo con el inicio de las medidas de confinamiento, estas se regularizaron en su comportamiento unas 20 semanas después, siendo casi idénticas en comportamiento epidemiológico de años anteriores a la pandemia.

Al otro lado del océano, SosaTroya  yMouzo (2023) reportó que para este mismo año -2020-se reportaron en España un aumento en febrero en las tentativas de suicidio en mujeres jóvenes en Cataluña, triplicándose los reportes en agosto. Entre tanto que, los intentos de suicidio de los varones se mantuvieron “estables” durante todo ese mismo periodo. En particular, este dato que llama la atención al tratarse de un país en el que se experimenta una inversión fuerte de la pirámide poblacional.  

Consecuentemente el panorama no es diferente en el caso de los suicidios consumados para este año. En un reporte de la Dirección Nacional de Estadística Criminal (2022), se ha constatado que en Argentina previo a la pandemia la tendencia en las tasas de suicidio por cada 100 mil habitantes iban en alza, observándose un descenso en 2020 (7,8) desde su pico más alto en 2018 (9,8).

Se aporta además que, derivado de las medidas de reducción de la movilidad y confinamiento como forma de contener la emergencia sanitaria por el virus SARS-CoV-2, hubo una reducción en las muertes en eventos viales, causando que por esta ventana temporal el suicidio se convirtiera en la principal causase muerte violenta. Sin embargo, cabe recalcar que los accidentes de tránsito vuelven a convertirse en principal causa de muerte violenta en 2021.

En el caso mexicano, siguiendo los aportes de Barrera y Trujano (2022), se destaca que las muertes por suicidio venían en aumento desde el 2012, en personas jóvenes y mayores de 60 años, pero se duplica en 2020 el aumento se duplica pasando de un 4% sostenido a un 9%, superando por mucho el incremento esperado.

Por su parte, Asuar Gallego (2021), ha detallado que para este primer año de pandemia las peores expectativas en cuanto a la mortalidad por suicidio se cumplieron registrando un aumento del 7,4% con respecto a 2019, convirtiéndose al mismo tiempo en la principal causa de muerte externa en 2020 en España, a razón de tres casos masculinos por cada femenino.

En este sentido, se tiene de momento que el prime año de emergencia sanitaria significó en buena medida impacto considerable no solo en las tasas de suicidio, sino también en una variación significativa de las víctimas y las personas sobrevivientes de un intento de suicidio.

En el caso costarricense se registró una disminución tanto en los intentos como en los suicidios consumados en comparación con los años anteriores. Sin embargo, estos datos deben ser revisados principalmente por el posible subregistro que podría haber significado la focalización de las instancias sanitarias a la atención de la pandemia por Covid-19. (Ministerio de Salud, 2023; Solís, 2023)

2.2 Un periodo en ascuas: 2021-2022:

-2021-

Pasados los primeros doce meses de la pandemia, los datos fueron difíciles de ubicar, especialmente por las limitaciones y prioridades que se estaban presentando en los diferentes países. De manera que no fue sino hasta finales de 2022 las alturas a las que se pudo tener noticia de los datos sobre la situación de la conducta suicida en varios países.

En el caso de Costa Rica, que las tasas de intentos de suicidio en 2019 estuvieron marcadas por números considerablemente más altos que los reportados en los años 2020 y 2021. Aunque se debe poner en alerta el comportamiento de estas, pues las más altas se encuentran en el grupo de personas menores de 19 años. Dicho de otra forma, se trata de una concentración particular en personas en edad escolar, colegial y posiblemente en el lapso de terminar estudios universitarios o inicio de la vida laboral.

Una tendencia diferente se expresa en España, con base en varios datos que indicaban claramente un aumento de esta situación, casi duplicándose las de consultas hospitalarias en relación con los años 2018 y 2019, siendo la mayoría mujeres las personas que asistieron a los centros médicos o psiquiátricos. No obstante, se ha demarcado la preocupación por el crecimiento de un 538% de incremento en los registros de ideación e intentos de suicidio en menores de edad, en particular en el mes de mayo de 2021, además de la reducción de búsqueda de apoyo en personas jóvenes en dicho país.  (Asuar Gallego, 2021; Guil-Sànchez, 2023; Jerónimo et al., 2021).

Siguiendo los resultados presentados por Solano Fernández (2023), identifica para este año -2021- que en Costa Rica, los casos de muertes por suicidio se concentran en víctimas entre los 18 y 29 años de edad, con un leve descenso nominal con respecto a años anteriores. Sin embargo, la tasa general de suicido sube con respecto al año anterior pasando de 7,4 a 7,8 por cada 100 mil habitantes. Además, el autor especifica que en términos de género los hombres se ven más afectados aumentando casos reportados, en contraposición las mujeres de todos los grupos de edad disminuyen en los casos.

Para Honduras, el panorama es algo similar al expuesto anteriormente, siguiendo a Carrasco (2023) y al Observatorio Nacional de la Violencia, (2021b, 2021b), el suicidio llega a ser en 2021 la cuarta causa de muerte en aquel país, aumentando a 558 decesos luego de haber disminuido en 2020 a 409 víctimas. Entre sus víctimas, se destaca la presencia de aproximadamente un 40% a personas jóvenes de 18 a 30 años, al tiempo que se destaca la afectación a personas mayores de 65 años. Las y los autores destacan que, en tiempos de pandemia, durante la restricción de movilidad los meses de junio y julio de 2020 hubo incrementos en los casos de suicidio reportados y una importante reducción en el mes de noviembre.

Una tendencia similar se describe para Argentina por parte de la Dirección Nacional de Estadística Criminal (2022), la cual informó que luego de decrecer la tasa de víctimas de suicidio en 2020, se registra un nuevo incremento a 8,7 casos por cada 100 mil en 2021. Dicho sea de paso, estos aumentos corresponden en temporalidad con duros procesos económicos y sociales vividos por el país, tanto en el 2018  como en 2021 y 2022[3]. Este incremento fue tan significativo que el suicidio llegó a ser la segunda causa de muerte violenta en el país cobrando víctimas en el 36,1% de los casos.

En Colombia, de acuerdo con Rico Muñoz (2022) y Ministerio de Salud y Protección Social (2023), la cifra de 2.962 víctimas de suicidio en 2021 se convirtió en una noticia que causó la preocupación del sector salud, pues se trataba de la suma más alta en la historia de aquel país y un aumento del 7,8% con respecto al 2020.

Una situación similar se vivió en este mismo año en España, tanto Asuar Gallego (2021) como RTVE.es (2023), citaron que por primera vez en el país se llegaba a una cifra de 4000 muertes a causa de suicidio. Lo cual significo que la tasa de víctimas por cada 100 mil habitantes pasara a ser de 8,45%, cercano a la media de 9% mundial, además de observarse un aumento en todas las franjas de edad, pero de manera sustancial en personas de 55 a 64 años.

Como puede verse, 2021 significó en cierta medida una agudización de las circunstancias y proceso que componen la conducta suicida. Por un lado, llegando a contabilizaciones de víctimas mortales inéditas en algunos casos, como variaciones demográficas significativas, con afectaciones importantes en los casos de personas jóvenes, gentes adultas mayores de 65 años.

-2022-

Para estas alturas de la emergencia sanitaria, se tenían algunas claridades sobre los efectos sobrevenidos sobre los diferentes países, con sus matices y complicaciones. Uno de los consensos ampliamente extendidos fue sobre el coste evidente que tuvo la aplicación de las medidas de contención de los brotes y las olas de contagios.

Varios medios especializados e instituciones como Europa Press (2022) la OMS (2022a) y la ONU (2022), alertaron que desde el primer año de pandemia los reportes y la prevalencia trastornos y padecimientos de la salud mental aumentaron significativamente en todo el mundo, teniendo como valores aproximados un 25% en comparación con años anteriores a la pandemia. La depresión, la ansiedad y en algunos casos el estrés postraumático fueron algunas de los diagnósticos y padecimientos más reconocibles en los ambientes hospitalarios, psiquiátricos y clínicos a lo largo del orbe. (ONU, 2022; Solís, 2023; Tremeau, 2022)

Como bien se ha señalado en varios trabajos revisados acá, como en publicaciones y comunicaciones anteriores, al aumentar los factores de riesgo y situaciones desfavorables para el adecuado bienestar material como mental, problemáticas como la conducta suicida tienen sus correlatos y manifestaciones.

Los intentos de suicidio en Costa Rica siguiendo los reportes de  Solís (2023), aumentan un 34% respecto del año anterior en una población vulnerable como la joven -10 a 24 en este caso-. De esta manera el efecto sobre las personas jóvenes se considera como desproporcionado, pero con una especial preocupación en aquellas personas jóvenes entre los 10 y los 19 años con las tasas más altas cerca entre los 145 y 200 casos por cada 100 mil habitantes. En este rubro se conoce que casos de intentos suicidas van disminuyendo a partir de los 25 años siendo casi nulos conforme más avanzan los grupos etarios.

Entre tanto, el Ministerio de Salud y Protección Social (2023) y  Rico Muñóz (2022) han señalado que los intentos de suicidio registrados en Colombia subieron un 25% en relación con el año 2021. De esta forma para 2022 la tasa reportada de intentos fue de 72,2 por cada 100 mil habitantes, el agravamiento de la situación en esta oportunidad es vinculada directamente con las consecuencias de la pandemia por parte de ambas fuentes. De acuerdo con Mosquera (2023) los intentos de suicidio se registraron con especial notoriedad en el grupo de personas jóvenes entre los 15 y los 19 años .

Por otro lado, la Subsecretaria de seguridad (2023) en Honduras comunico que en lo que se trata de los suicidios consumados el año 2022 terminó con una reducción del 21% en casos respecto del año anterior, con la excepción de los meses de noviembre y diciembre donde los registros muestran un incremento considerable en comparación con el mismo periodo d 2021. No obstante, cabe recalcar que dentro de las víctimas el 74% eran hombres, y nueva mente son las personas jóvenes el grupo más golpeado por esta situación tanto en femeninas como masculinas.

En Colombia, de acuerdo con el informe del Observatorio de Violencia (2023), y cómo se ha mencionado anteriormente en otros casos, los suicidios se habían mantenido en ascenso desde antes de la aparición de la pandemia, con un decrecimiento en 2020, quizás debido al subregistro, no obstante se recupera la tendencia en aumento en el mes de diciembre de 2022.

Finalmente, Dannemann (2023) y Arranz González (2023) confirman que durante los tres años que duraron las medidas más fuertes de pandemia, el aumento tanto de los intentos como de los suicidios consumados, se manifestó con un aumento constante , culminando el 2022 con  un 25% más de suicidios que el año anterior.

En lo que respecta a este año, resultó aún más dificultoso hallar datos sobre el desarrollo de la conducta suicida en todo su espectro. En la mayor parte de las referencias consideradas con fechas del año 2023, se incluían frecuentemente datos de los años.

3. Discusión y conclusiones preliminares:

La pandemia por SARS-CoV-2 que iniciase con el brote inicial en la ciudad de Wuhan, no es el primer incidente con que ha sucedido con esta familia de virus, ni es la primera emergencia sanitaria y de salud de este tipo que hubiese sucedido en la historia. Sin embargo, se trata, al menos en términos relativamente recientes, de un evento que verdaderamente ha alcanzado a todos los países a nivel mundial.

En este sentido, un punto de partida para el análisis de las consecuencias de la pandemia por COVID-19, pasa necesariamente por tener noticia de lo sucedido en otras coyunturas similares. Precisamente ese es el caso de la investigación realizada por Cunha Soares et al., (2022), entre sus resultados las personas autoras acotan que, de acuerdo con la evidencia disponible, la mortalidad por suicidio puede aumentar durante los brotes de enfermedades infecciosas, pero no necesariamente de forma inmediata, al tiempo que se ha encontrado que las complicaciones se pueden reducir si se actúa de forma temprana.

Para Cunha Soares et al., (2022), las evidencias y resultados de investigaciones anteriores sugieren que la cantidad de suicidios se reduce en contextos de eventos traumáticos agudos como desastres naturales y guerras, amén de la cohesión social que estos despiertan. No obstante, aunque se reconoce asociación entre pandemias y suicidio, las personas autoras afirman que hace falta más investigación que respalde o robustezca, aspectos clave sobre qué es lo que ocurre ante eventos crónicos con secuelas sanitarias, sociales y psicológicas inciertas y sostenidas en el tiempo, como la pandemia por COVID-19.

Dada la naturaleza de la emergencia global sanitaria, la información disponible se actualiza constantemente, pero también se recienten vacíos de información consistentes. Uno de estos plazos corresponde con el año 2020, razón por las que los resultados de este periodo deben ser tomados con precaución, pues ante la incertidumbre y desarrollo de la pandemia muchos de los procesamientos de los datos o reportes de los sistemas de salud, se vieron afectados por la concentración de los esfuerzos o la saturación operativa en los picos de contagios, o bien la reducción de personal generalizada que significaron los confinamientos.

Al mismo tiempo, varios de los estudios, reportes e informes consultados para este trabajo señalan que al tiempo que aumentaron los reportes sobre padecimientos mentales, las personas tendieron a alejarse de los centros de salud; de consultar o solicitar atención sanitaria, etc. Todo esto debido en buena medida a 3 escenarios mencionados diversas formas discursivas: 1. Por solicitud o recomendación de las autoridades de no asistir a menos que fuese estrictamente necesario, 2. Por miedo al contagiarse con COVID-19, y 3. Por el cierre o suspensión de ciertas áreas de los servicios de salud a la población.   

En este sentido, dadas las condiciones descritas, durante la pandemia los grupos poblacionales más afectados fueron las mujeres, personas jóvenes y personas adultas mayores. Estos resultados confluyen con los datos comunicados por Paúl (2023), de acuerdo con el autor tras la pandemia no solo se reportan mayores casos de depresión a nivel internacional, sino que esta se desarrolla con mayor gravedad en el caso de las personas jóvenes. Resultando en la conformación de un colectivo de personas con mayor incidencia de consumo de sustancias ilícitas, antidepresivos, altas tasas de tentativa de suicidio y de víctimas mortales de suicidio.

Dicho de otra forma, a partir de los datos aquí presentados se puede observar que los fallecimientos por suicidio se concentran no solo en las poblaciones proporcionalmente mayores, sino que adicionalmente en las más excluidas y especialmente sobre aquellas en cuyas espaldas y hombros recaen las consecuencias de las “crisis” económicas y de los modelos económicos y políticos causantes de la desigualdad, la cual se vio incrementada por la pandemia.

Cabe destacar que, en términos generales, hubo un aumento durante el segundo y tercer año de pandemia en los intentos de suicidio especialmente por parte de mujeres, mientras que en el caso de las personas jóvenes y adultas mayores se incrementaron las víctimas mortales por suicidio consumado, particularmente coincidiendo en varias oportunidades con la vuelta a la presencialidad. En algunos casos puntuales, fue posible observar que el alza en la cantidad de fallecimientos por suicidio, se acercó o superó a otras causas de muertes violentas o por causas externas como accidentes de tránsito, por ejemplo.

Las inquietudes al respecto, no solo se despiertan al observar estas subidas cuantitativas, sino al revisar los datos correspondientes a la razón de suicidios de víctimas masculinas por cada víctima femenina, ya que con anterioridad a la pandemia marcaba una relación de 3 hombres por cada mujer, mientras que pasados los periodos más críticos de la emergencia sanitaria esta correlación parece estar variando a una proporción de 4 a 1.

El aumento relativo en las víctimas mortales y el desarrollo de más intentos suicidas señala una alerta necesaria y oportuna de intervenir la situación cuanto antes en un futuro próximo, considerando el incremento en la probabilidad de una consumación o muerte por suicidio luego del suceso de un primer intento por parte de la víctima, así como de informaciones mal manejadas sobre el tema. 

No obstante, como se ha mencionado al inicio de este apartado, al tratarse la pandemia por COVID-19 de un evento traumático crónico extendido durante mucho tiempo, se mantiene incierta o difícil la posibilidad de estimar la magnitud de sus consecuencias, así como los efectos de las medidas sanitarias tomadas a nivel internacional.

Así, ante la cuestión fundamental sobre la “paz después de la tormenta”, una respuesta tentativa sería afirmar que ésta aún no ha pasado y que, en lugar de estar amainando, podría estarse en ciernes, un aumento de sus efectos en todas las esferas de la vida. Aunque también, considerando su reciente paso, puede afirmarse que se está ante una ventana de oportunidad de intervención preventiva.

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[1] Ponencia presentada el 9 de setiembre de 2023 en el III Congreso Internacional Sobre Conductas Suicidas y Problemáticas Asociadas organizado por la Facultad de Psicología, de la Universidad de Nacional de Córdoba. Córdoba, Argentina.

[2] Buenos Aires, Ciudad Autónoma de Buenos Aires , Córdoba y Entre Ríos.

[3] De acuerdo con (Leiva, 2022) el primero de estos problemas se debe a un proceso devaluación fuerte que se llevó a cabo entre los meses de  abril de 2018 y agosto de 2019,  específicamente durante la presidencia de Mauricio Macri (Cambiemos), y  en el que la moneda local – peso argentino- cayó aproximadamente más de 66% frente al dólar.

Mientras tanto, siguiendo los informes de la CEPAL(2022, 2023) las complicaciones sufridas por el país en años posteriores se deben a los procesos de la profunda inflación  entre los años 2021 y 2022, causados por el empeoramiento de la deuda con el FMI, el cambio en el ámbito internacional debido a la guerra indirecta de la OTAN y Rusia en territorio ucraniano, la pandemia como tal, etc.