Fuente de la fotografía: Diario El Universitario

“No migran, huyen”: confinamiento, atrapamiento y encerramiento en la movilidad humana centroamericana [1] (Parte 1)

Por: Mario Araya Pérez

      En el siguiente post he querido retomar algunas ideas trabajadas durante uno de los seminarios de migración que recibí como estudiante del Programa de Doctorado en Ciencias Sociales sobre América Central. En este seminario busqué relacionar algunas ideas de mi propuesta de investigación sobre las lógicas de confinamiento que experimentan las personas jóvenes viviendo en colonias o barrios urbano-marginados en las capitales de dos países de la región centroamericana, con las posibles experiencias que podrían estar atravesando las personas migrantes de la región. Para ello retomé algunas nociones del campo de los estudios sobre migración con las que consideré podía entablar un diálogo, como lo son la idea de atrapamientos y encerramientos que experimentan estas personas, así como la noción de movilidad humana.

      Mi propuesta es sugerir hacia el final de esta publicación, que las nociones mencionadas a lo largo del documento permiten comprender diferentes momentos del proceso de movilidad de las personas; la noción de confinamiento nos permite explorar las condiciones de origen (pre-migración), la noción sobre movilidad y encerramiento nos permitiría explorar las situaciones que se vivencian durante la migración y la noción de atrapamiento nos permitiría comprender las condiciones de destino (post-migración).

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      En la búsqueda de información para este documento me encontré con una nota de prensa en la que se recupera la experiencia de una joven pedagoga y activista hondureña de 36 años, quien en referencia a su situación migratoria en España señalaba que “No emigramos: huimos. De la pobreza, de la violencia, de la falta de oportunidades y de la crisis política y social. Es un desplazamiento forzado” (Fariza, Gómez y Rodríguez, 2020). La idea de que salir de su país de origen para muchas personas es una cuestión de huir y no de emigrar fue un argumento recurrente en varios de los documentos consultados. Pero también, de experiencias concretas que he tenido la oportunidad de conocer de primera mano de otras personas jóvenes de la región que han tenido que huir de sus países.

      La propuesta de que la migración es una forma de respuesta (la salida) de quienes habitan las condiciones de vida que impone el mundo de la marginación social, la había leído en un texto de Pérez-Sainz (2019) hace algún tiempo. Este es un mundo, propone el autor, abandonado por el Estado, pauperizado por la economía e invisibilizado por la sociedad. Sin embargo, considero que no se trata solo del abandono, sino también de una forma particular de gestión, como señala Wacquant (2012), a través del brazo penal del Estado, de las poblaciones deshonradas y desposeídas que ahí habitan. El sistema penal es fundamental para mantener a la población en estas condiciones, no les permite salir o, por lo menos, no sin asumir grandes riesgos.

      El sistema penal también es un gran expulsor de población. Cuando algunos medios de comunicación reportan los motivos por los cuales las personas salen de sus lugares de origen en ciertos países centroamericanos (El Salvador, Honduras y Guatemala) se apela a la violencia causada por las pandillas (BBC, 2021). Pero es menos frecuente escuchar que también huyen por la violencia perpetrada por el Estado; a manos de la policía y los militares. Porraz Gómez (2021) recupera en su texto sobre las “caravanas migrantes” en la frontera sur de México, una frase escrita en las paredes de San Salvador, capital de El Salvador: “¡Si no es la policía, son las pandillas o el Estado que no nos quiere!” (p. 185).  Es muy significativo no solo que estos tres actores estén mencionados en una misma frase, sino que la encabece la policía.

      Para ciertas poblaciones, especialmente jóvenes – incluidas personas menores de edad – la movilidad es solo una forma de pasar de un lugar de confinamiento a otro, es decir, una continuidad del mismo proceso.  Personas investigadoras, especialistas en temas de migración y fronteras, han sugerido nociones como la de procesos de atrapamiento (Gina and Heyman, 2011) y la noción de movilidad-encerramiento (Cunningham and Heyman, 2004).

      Para tratar de mostrar cómo podría estarse dando la continuidad en el proceso de confinamiento, a continuación, expondré algunas ideas respecto de estas nociones, así como de la noción de movilidad humana en la que me apoyo en esta propuesta. Para finalizar esta primera entrega intentaré sugerir cómo la idea de las fases de la migración podría ayudar a la aplicación de las nociones desarrolladas en el primer apartado a la comprensión de los procesos migratorios de ciertas poblaciones; sobre todo jóvenes.   

Confinamiento, procesos de atrapamiento y encerramiento     

Confinamiento

      La propuesta que retomo para este documento sugiere que el confinamiento debe comprenderse como una práctica y una experiencia que puede ser vivida por las personas sin necesidad de encontrarse, legal o ilegalmente, recluidas en un establecimiento penitenciario (prisión, cárcel, bartolina, celda policial). En este sentido, la propuesta se alinea con planteamientos recientes que buscan apartar las reflexiones sobre este concepto de la visión prisión-céntrica. Dicha visión parece no reconocer que las condiciones de vida, los sufrimientos, las privaciones materiales y simbólicas, entre otros aspectos experimentados por las personas en prisión, pueden estar aconteciendo más allá de sus paredes.

      Las autoras que han trabajado la noción de confinamiento sugieren que las privaciones materiales y simbólicas, que se viven dentro de prisión se experimentan de por sí en los barrios urbano-marginados de donde suelen provenir mayoritariamente las personas seleccionadas por el sistema penal. Es decir, representan más una suerte de continuidad antes que unas condiciones exclusivas que emergen a lo interno de estas. El encarcelamiento, proponen,  no hace más que exacerbar esa condición (Jefferson, 2016; Wacquant, 2001). El sistema penal marca la vida de ciertas personas no solo después del encarcelamiento, sino también antes de que [o sin que] este ocurra. 

      La noción de confinamiento a la que refiero en este documento tiene que ver con las acciones y significados que relegan a las personas a lugares discursivos, simbólicos, físicos y geográficos particulares, así como a dinámicas de movilidad, situaciones de interacción y prácticas específicas. Esto no implica per se la inmovilidad de las personas. Aunque, bajo ciertas circunstancias algunos grupos o individuos podrían ser sometidos a dinámicas de (in)movilidad forzada (Jefferson, 2014).         

      Para hablar de que una persona o grupo de personas se encuentran en una situación de confinamiento, se necesita reconocer la constitución de barreras físicas y simbólicas, que separan a un segmento de la población. Relegándolo a un lugar particular dentro del colectivo social. Este relegamiento implica someter a esa población a condiciones de vida marcadas por las privaciones, la precariedad, las carencias tanto materiales como simbólicas, el no reconocimiento o negación como ciudadano (por lo tanto, un sujeto de derechos) y su invisibilización. [2]

      El resguardo de estas barreras, para que no sean violadas, se da a través de agentes (policiales, militares) a quienes se inviste de poder y autoridad, para la toma de decisiones respecto a las personas que se consideran dentro de sus límites. La tarea fundamental que se les delega es asegurar la integridad de dichas barreras, manteniendo a las personas “adentro”, tanto bajo principios de (in)seguridad y (des)orden, como de dinámicas de vigilancia y control. 

      Las condiciones mismas de existencia a las que se someten a estas personas pueden ser consideradas en sí mismas como una agresión. Pero, adicionalmente las personas experimentan el confinamiento a través de una serie de ataques, tanto a su autoimagen, como a su autonomía, autodeterminación y libertad de acción. Estas agresiones generan en las personas sentimientos de angustia, ausencia de seguridad personal y de desposeimiento. Así como la necesidad de buscar respuestas o salidas a dicha situación, ya sea a través de procesos colectivos de solidaridad y reconocimiento mutuo, o bien a través de estrategias individuales.

Procesos de atrapamiento

      Gina Núñez y Heyman (2011) plantean la noción de procesos de atrapamiento para hacer referencia a la dinámica en la cual

la policía y otras agencias estatales imponen riesgos considerables a la movilidad de personas indocumentadas, pese a lo cual éstas ejercen su capacidad de gestión autónoma a través de diversas acciones: algunas veces limitan sus movimientos a través de la frontera e incluso en el interior de los Estados Unidos, otras veces desafían furtivamente los controles a libre circulación (Gina and Heyman, 2011, p. 105). 

      Estas autoras señalan que los motivos que llevan al atrapamiento son variados, y no solo los relacionados a las fuerzas político-legales. Por un lado, existen características propias de los espacios que las personas migrantes ocupan en el país de destino que complejizan los procesos de movilidad/inmovilidad, como las condiciones del transporte público, la oferta de bienes y servicios, así como la presencia de mayor cantidad de elementos de vigilancia y control. Por otro lado, las propias características de las personas en términos de género, condiciones de salud, conocimiento de las áreas geográficas, etc., también participan en los procesos de atrapamiento. 

      Para estas autoras, el atrapamiento es una característica importante de la vida cotidiana de las comunidades cercanas a la frontera. En ellas los agentes estatales (de migración, patrulla fronteriza, militar y policías locales) despliegan acciones de verificación de documentos, redadas y retenes en carretera que hacen riesgosa la circulación de personas indocumentadas. Las cuales ven dificultadas sus posibilidades de acceso a recursos y el sostén de sus relaciones familiares.

      Pese a lo anterior, las personas despliegan acciones para lograr evadir estos controles y llevar a cabo sus actividades; prácticas de ocultamiento, de evasión, de distracción, de negociación, entre otras.  También toman otras que les impiden o dificultan desarrollar actividades cotidianas, como cuando deben auto-recluirse en sus casas o comunidades. Ahora, no todas las acciones son completamente individuales, también se recibe apoyo de otras personas migrantes y redes en los lugares de destino. Estos apoyos, según proponen las autoras, se basan en una “moral del riesgo”. Esta moral hace que las personas se sientan compelidas a colaborar y brindar soporte a quienes se encuentran en tránsito, pese a los riesgos.

      Una aclaración importante de las autoras a esta propuesta es que esta forma de control es incompleta; el atrapamiento no es “una condición exhaustiva que lo abarque todo […] en vez de ser una condición fija […] consiste en todo un conjunto de procesos y relaciones sociales en los que la gente negocia su procedencia y movilidad en el seno de comunidades fuertemente patrulladas” (Gina and Heyman, 2011, p. 111).

Encerramientos

      Cunningham y Heyman (2004) plantean la necesidad de repensar el concepto de movimiento en antropología. Para esto sugieren considerar el movimiento como movilidad y como encerramiento. De esta manera no tratar las nociones de movimiento y movilidad como si fueran lo mismo. Sugieren que el movimiento en general es algo que está considerablemente limitado para una gran cantidad de personas en el mundo y de manera particular el que se da a través de las fronteras.

      Para estas autoras el encerramiento debe entenderse como el proceso que limita y restringe el movimiento de ciertas personas, bienes e ideas. Se sugiere que estos encerramientos no son estáticos, sino que corresponden a procesos políticos en marcha. Implica las luchas en torno a la conceptualización de personas y espacios, de los grados de vigilancia policial que les corresponden, la normalización de la distribución desigual de derechos y riesgos, etc.

      La movilidad por su parte son los procesos sociales que habilitan e inducen dichos movimientos. Esta no se restringe solo a transferir “cosas” de la misma clase a través del espacio, sino que representa la transformación en su valor y significado al momento de cruzar la frontera. Señalan que las fronteras son fundamentales en la definición de que es lo que hay en cada uno de sus lados. Para estas autoras, la noción de movilidad y encerramiento permite preguntarnos por qué ciertas personas y bienes se mueven mientras que otras no lo hacen, o solo enfrentando una considerable desconfianza y persecución (Cunningham and Heyman, 2004).

      Lo anterior se entiende mejor, si tomamos en cuenta que para Heyman (2013) existe una movilidad desigual, a propósito de lo cual señala que 

no todas las personas son iguales dentro del capitalismo y eso es válido para el derecho a moverse a través de las fronteras. Algunos grupos de personas son privilegiados y generalmente se mueven con pocos obstáculos financieros o legales. […] son actores funcionales. […] En contraste, el capitalismo también produce poblaciones marginales, que son tanto de bajos recursos como estigmatizadas […] el territorio de riesgos terribles que enfrentan dichas personas […] los marca como actores especialmente ‘desprivilegiados’” (pp. 26–27).

Movilidad humana y la continuación del confinamiento

      Las reflexiones de las autoras citadas en el apartado anterior me llevan a considerar una categoría más amplia de movilidad humana. En Yamamoto et al (2021), se señala que la movilidad humana incluye las subcategorías: migración, desplazamiento y reubicación planificada, así como la situación de inmovilidad y atrapamiento.  La consideración de esta última subcategoría en la noción de movilidad me parece sugerente, en la medida en que se pueden considerar grupos de personas que deben permanecer en sus lugares de origen, aun cuando se encuentran en las mismas condiciones que llevan a otras a movilizarse dentro y fuera de sus territorios nacionales.

      Traer a colación esta noción de movilidad humana para reflexionar sobre el confinamiento – y que resulta central en las de atrapamiento y encerramiento-, me permite pensar que, pese a que las personas se mueven por el mundo, eso no necesariamente implica salir de la condición de confinamiento en la que se encuentran. Es decir, lo que hacen es moverse de un lugar de confinamiento a otro. Y a diferencia de las nociones propuestas por Gina Núñez, Cunningham y Heyman, esta situación no está limitada a los contextos de frontera.

      Jefferson (2019, p. 2) señala que es necesario dejar de pensar el confinamiento en términos espaciales (metáfora espacial) a la vez que es necesario dejar de pensar la idea de libertad en relación con el movimiento. Tanto la movilidad como la inmovilidad puede darse de manera forzada. En todo caso el proceso de movilidad solo empeoraría las condiciones de carencias, al menos para algunas poblaciones, por ejemplo, los menores de edad o las personas jóvenes.  Menjívar y Pereira (2019) señalan que las personas menores migrantes generalmente salen de contextos de extremas desigualdades, limitados y riesgosos, los cuales se exacerban durante el proceso migratorio. En esta misma línea, González Chacón (2020) apunta que

La paradoja es que las personas [jóvenes] migrantes huyen (y son expulsadas a la vez) de la violencia estructural y la consecuente desigualdad de su país y se instalan en otro lugar que contiene la misma violencia (por ser estructural) y van a vivir en condiciones similares a las que originaron su movilización y, finalmente, se ubicarán en el mismo lugar de prelación social que ocupaban en su país de origen. Buscan el sueño americano de libertad, igualdad y democracia que probablemente nunca tendrán ni en su país ni en el país de llegada (cursivas añadidas, 2020, p. 111).

      No todas las personas se movilizan por los mismos motivos, ni tienen las mismas condiciones, ni experimentan las mismas situaciones durante su tránsito. Tendríamos que preguntarnos para qué grupos de personas y en qué condiciones esta situación, continua o extendida, de tránsito por lugares de confinamiento sería válida. Es decir, pensar el proceso que da forma a la experiencia más amplia de vida de un grupo o persona. Creo que la propuesta de Ko y Pereira (2010 citado en Menjívar and Perreira, 2019, p. 203), sobre las tres fases de la migración (pre-migración, migración y post-migración) es útil para ayudar a pensar este aspecto. Este marco permite considerar los factores múltiples que tienen injerencia en cada momento y la forma en  que se acumulan en el proceso migratorio (Menjívar and Perreira, 2019).

      Por ejemplo, siguiendo la exposición de Menjívar (2022), pienso que las lógicas de confinamiento en Estados Unidos que afectan de manera diferenciada a los centroamericanos son claras. Para estas personas migrantes resulta sorprendente las mayores dificultades para adquirir una condición de permanencia legítima en términos legales en ese país. No se les considera ni en términos de refugiados, ni asilados, ni en categorías laborales (se encuentran en una especie de limbo marcada por la incertidumbre legal). Además, tienen un alto riesgo de ser deportadas debido a su estatus legal y son más criminalizados que cualquier otra población migrante de otros países.

      Adicionalmente, según Menjívar (2022), hay una ampliación de las lógicas, los mecanismos y los dispositivos de control sobre la población migrante. Los procesos de control implican la detección, detención y deportación de estas personas. A esto se une que no son solo los cuerpos de seguridad los encargados de las lógicas de vigilancia, sino que se le unen otras instituciones que en apariencia no tendrían relación inmediata con dichas lógicas como los centros educativos, instituciones de salud, espacios laborales, tribunales, entre otros.

Con fines meramente analíticos y tratando de acercar las propuestas planteadas al inicio de este documento, sugeriría que la noción de confinamiento nos permite explorar las condiciones de origen (pre-migración), la noción sobre movilidad y encerramiento nos permitiría explorar las situaciones que se vivencian durante la migración y la noción de atrapamiento nos permitiría comprender las condiciones de destino (post-migración).

      En una segunda publicación, retomaré esta propuesta analítica para aplicarla a casos concretos de personas jóvenes y sus familias que se han visto en la necesidad de realizar desplazamientos forzados internos o bien exiliarse en países extranjeros debido a la violencia y acoso recibido por parte de policías o militares.

Notas y referencias:

[1] Este post es parte de una versión modificada de un ensayo realizado en el Seminario de Migraciones del Programa de Doctorado en Ciencias Sociales sobre América Central.

[2] Estas ideas las tomo prestadas de las propuestas sobre el mundo de la marginación social de Pérez-Sainz (2019).

Cunningham, H. and Heyman, J. (2004). Introduction: Mobilities and enclosures at borders. Identities, 11(3), 289–302. https://doi.org/10.1080/10702890490493509

Gina, G. and Heyman, J. M. (2011). Comunidades de inmigrantes “atrapadas” en los procesos de control de la libre circulación: consecuencias de la intensificación de la vigilancia en la zona fronteriza. In Migración y seguridad: nuevo desafió en México. (pp. 105–126).

Fariza, Ignacio., Gómez, Manuel y Rodríguez, Marta. (09 de febrero del 2020). “De Centroamérica no emigramos: huimos”. El País. https://elpais.com/economia/2020/02/09/actualidad/1581272515_826011.html

González Chacón, N. E. (2020). La realidad enmudecida: el sujeto joven migrante negado y desposeído. In M. Valdez González & J. C. Narváez Gutiérrez (Eds.), #Jóvenesymigración. El reto de converger: agendas de investigación, políticas y participación (pp. 103–122). Universidad Nacional Autónoma de México. http://sij.unam.mx/%0Ahttps://www.gob.mx/imjuve

Heyman, J. (2013). Capitalismo, movilidad desigual y la gobernanza de la frontera México-Estados Unidos Capitalismo, movilidad desigual y la gobernanza de la frontera México-Estados Unidos. In A. Aquino, A. Varela, & F. Décosse (Eds.), Desafiando fronteras. Control de la movilidad y experiencias migratorias en el contexto capitalista (pp. 25–39). Frontera Press.

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Jefferson, A. M. (2016). Exacerbating Deprivation: Trajectories of Confinement in Sierra Leone. In R. Armstrong & I. Durnescu (Eds.), Parole and Beyond. International Experiences of Life After Prison. (1st ed., pp. 243–269). Palgrave Macmillan UK. https://doi.org/10.1057/978-1-349-95118-5

Jefferson, A. M., Turner, S. and Jensen, S. (2019). Introduction: On Stuckness and Sites of Confinement. Ethnos, 84(1), 1–13. https://doi.org/10.1080/00141844.2018.1544917

Menjívar, C. (2022). 40 años de migración centroamericana en Estados Unidos. Programa de Doctorado en Ciencias Sociales sobre América Central [Lección Inaugural]. https://www.facebook.com/PDCSACUCR/videos/1139945623425856

Menjívar, C. and Perreira, K. M. (2019). Undocumented and unaccompanied: children of migration in the European Union and the United States. In Journal of Ethnic and Migration Studies (Vol. 45, Issue 2, pp. 197–217). Routledge. https://doi.org/10.1080/1369183X.2017.1404255

Pérez Sáinz, J. P. (2019). La rebelión de los que nadie quiere ver. Respuestas para sobrevivir a las desigualdades extremas en América Latina. (1st ed.). Siglo XXI.

Porraz Gómez, I. F. (2021). ¡Entre la xenofobia y la solidaridad! Etnografía de la “caravana migrante” en la fronter sur de México. In #Jóvenesymigración. El reto de converger: agendas de investigación, políticas y participación (pp. 183–206).

Wacquant, L. (2001). Deadly symbiosis. When ghuetto and prison met and mesh. Punishment & S[1]ociety, 3(1), 95–134. https://journals-sagepub-com.ezproxy.sibdi.ucr.ac.cr/doi/pdf/10.1177/14624740122228276

Wacquant, L. (2012). Castigar a los pobres. El gobierno neoliberal de la inseguridad social. Gedisa Editorial.

Yamamoto, L., Andreola Serraglio, D., de Salles Cavedon-Capdeville, F. and Lauda-Rodríguez, Z. (2021). La movilidad humana derivada de desastres y el cambio climático en Centroamérica.