Por Maikol Picado Cortes

¡Los viejos hipotecan la casa, la hipoteca la tendrán que pagar los que vienen! Aplica para la Pachamama. Importante recordar cómo nos miramos desde adentro y como lo hacemos también desde afuera.

Sin duda alguna el país vive tiempos difíciles, no solamente por la pandemia que azota el mundo, sino también por una crisis socioeconómica interna que lleva años gestándose y que en este 2020 surgió con un sinnúmero de manifestaciones y descontentos sociales desde diferentes sectores que componen y dan forma al país.

Todos los días sobre estos temas, estamos expuestos a una enorme cantidad de información por medio de las redes sociales, la televisión y la radio, en gran parte plagada de opiniones de expertos, soluciones repetidas (ineficaces) y culpas que se reparten los unos con los otros.

Lo anterior me generó una inquietud con relación a como personas jóvenes, radicadas en el extranjero, piensan a Costa Rica y el futuro que nos espera como sociedad. Por ello hice la consulta a dos personas que aprecio mucho y que se encuentran trabajando en España y Suiza. Ambas son personas jóvenes que crecieron bajo el manto de la educación pública, un sistema de salud robusto y una institucionalidad que hasta cierto punto buscó el bienestar de la gran mayoría, hoy es difícil pensar en que esto siga siendo así.

Les consulte a ella y a él, que pensaban de la situación del país y como su presente se ha visto influenciado o no por la Costa Rica que tanto quieren, la intención una vez más, conocer el sentir y la opinión de personas jóvenes.

Por ello quiero compartir las reflexiones que amablemente estas dos personas me hicieron llegar, esto con el fin de pensar sobre todo aquello que de una u otra forma nos afecta como personas que formamos parte de esta gran nación llamada Costa Rica.

Él trabaja en España y me comentó:

“Pensar en Costa Rica representa abrir la puerta a un mundo de sentimientos encontrados. Hoy, a causa de la coyuntura existente en el país, es inevitable que la palabra tristeza recorra mi mente, pero cuando traigo a la memoria discusiones con amigos extranjeros, siento un grado de orgullo elevado por mi patria, pues históricamente hemos tomado decisiones que nos colocan en ciertos lugares de privilegio con respecto a otras naciones.

Con el fin de ampliar un poco más mi opinión sobre el país me gustaría plantear y responder tres preguntas básicas: ¿de dónde venimos?; ¿dónde estamos? y ¿para dónde vamos?

Quizá sea la primera interrogante, una sesta de recuerdos nostálgicos de un país que fundó su Segunda República a mediados del siglo XX a partir de una serie de reformas sociales como la abolición del ejército y el otorgamiento del sufragio femenino que luego fueron precedidas por otras acciones impulsando el desarrollo social y económico. Por ejemplo; la escuela, el colegio y la universidad en donde cursé mi formación fueron fundados entre el año 1964 y 1973, época de oro para la clase media del país.

Definitivamente considero un privilegio el haber obtenido acceso a una educación gratuita, pero el mayor beneficio para quienes vivimos esa generación fue el compartir tantos años de educación pública entre compañeros que pertenecíamos a diferentes trasfondos familiares. Recuerdo en mi época de escuela haber tenido por compañeros a hijos de doctores, zapateros, ingenieros, obreros de la construcción, entre otros. Esta situación que viví en los noventas probablemente hoy sea una excepción, pues ha habido una proliferación de centros educativos privados y los profesionales con cierto nivel de ingresos optan por enviar a sus hijos a dichas escuelas. Estoy seguro de que este simple hecho ha tenido un efecto negativo a nivel social que de una u otra forma ha impacto la desigualdad en el país.

El incremento de la brecha social aunado a la extensa corrupción en los diferentes gobiernos de los últimos 30 años nos lleva directamente a la respuesta de mi segunda pregunta. Sí, justo ahí estimo que estamos hoy; imagino a Costa Rica como un paciente que ingresa grave al hospital, y ahora está en cuidados intensivos.

Actualmente carecemos de una figura de liderazgo y por desgracia el país es controlado por una élite política que no está dispuesta a ceder sus privilegios en pro de la patria, y hoy cuenta con la excusa perfecta de la pandemia para continuar desangrando los bolsillos de la clase trabajadora. Puedo citar innumerables frases que causarán desagrado para la mayoría de los costarricenses como: pensiones de lujo, cementazo, la Trocha, Caja-Fischel, Alcatel, alquileres de edificios, RECOPE, entre otros. Decenas de casos identificados, pero ¿dónde están los culpables? Continuarán caminando impunes por las calles porque en Costa Rica a la cárcel solo van los que no tienen poder ni dinero. 

¿Para dónde vamos? Quisiera poder expresar sentimientos de confianza en el futuro y llegar a un estado de esperanza, pero cuando pienso en Costa Rica, veo un país carente de líderes sociales auténticos y con autoridad ética; con un gobierno sin ideas concretas para levantar el país buscando incrementar impuestos a una población que ya tiene un 50% de economía informal, e hipotecando el futuro del país a través de préstamos con el fin de mantener a flote un aparato estatal ineficiente que, igualmente está placado por desigualdad salarial dentro de su misma fuerza de trabajo.

¿Qué pasa con los evasores fiscales, con las pensiones de lujo, con la eficiencia de instituciones como RECOPE o JAPDEVA, con los delitos de corrupción impunes? Obviamente las decisiones dirigidas a una verdadera solución tienen un peso político importante y no veo quién vaya a tomar el toro por los cuernos.

Desgraciadamente, el párrafo anterior solo me baña con una dosis de realidad para considerar que el paciente en cuidados intensivos está más allá que acá.” 

Por su parte ella que trabaja en Suiza expresó:

“¿Qué pienso del rumbo del país viviendo en el exterior?

¿En qué me aportó el país en lo que soy hoy?

Tengo 5 años de haberme mudado a Ginebra, Suiza. Antes de venirme para acá había vuelto a Costa Rica después de hacer una maestría fuera del país. Y es que mi historia tiene muchas idas y venidas de tiquicia hacia el extranjero aprovechando oportunidades educativas y ahora laborales. Regresando porque es el lugar donde siempre me siento en casa y donde está casi toda mi familia y mis amigas(os) que conocen mi niñez y mi adolescencia. Este 2020 con la pandemia ha sido un año muy difícil y sobre todo quizá uno de los momentos en que me asustó mucho encontrarme tan lejos sin mi familia y sin estar segura de cuándo podría volver a viajar. Vivir fuera siempre implica vivir un poco con ese miedo de que haya una emergencia y tenga que salir en el vuelo más próximo para llegar a CR. Sin embargo, encontrarse en una situación de tanta incertidumbre y sin saber si ese vuelo era posible realmente aumentó la distancia. 

Costa Rica siempre será mi casa porque es allí donde se sembró lo que me ha permitido llegar hasta aquí. Y quizá porque trabajo en salud global entiendo aún más que esas inversiones públicas en salud y educación permiten a niñas y jóvenes desarrollarse y crecer con salud y con oportunidades. Y es que cosas básicas como tener agua potable crean las condiciones necesarias para crecer saludablemente. Mis amigos de otros países se quedan asombrados cuando les explico que la CCSS nos da medicinas cuando vamos a la consulta porque tenemos un régimen de salud universal solidario. Estando en Costa Rica nunca se me ocurrió que fuera diferente en otras partes. Incluso, aquí en Suiza, hay muchísimas diferencias dependiendo de los seguros que se paguen se puede o no acceder a ciertos servicios. 

Ver el escenario hoy en el país me causa orgullo, tristeza y angustia. Orgullo de ver las instituciones públicas como la CCSS, las universidades y hasta la Fanal respondiendo a la emergencia sanitaria. Tristeza y angustia al ver los números de casos que incrementan al aprovechar la desigualdad con la que vivimos y la imposibilidad de muchísima gente de poder quedarse trabajando en casa, o de los estudiantes que no tienen acceso a sus clases. Mi hermano es profe de educación física en un colegio en Limón y se pasa los días intentando contactar a sus estudiantes por WhatsApp, por correo o hasta por teléfono para que puedan tener el material de clase.  Mientras que otros estudiantes simplemente se conectan directamente a sus computadores desde casa y han podido continuar con su educación de manera virtual. Pienso mucho en esos estudiantes y como yo estudiando en colegio público iba a casa de mis compañeros a hacer las tareas porque tenían internet o computadora. También es cierto que era otra época, pero me parece que esa Costa Rica ha cambiado bastante y me preocupa que hoy otros estudiantes no tengan esa posibilidad de tener acceso más equitativo y de calidad a ciertos servicios. Y es que yo soy producto de la educación pública incluida el proyecto del colegio humanístico que me permitió abrir paso a descubrir otras materias y me ayudó a explorar la curiosidad por saber más del mundo que luego alimentó oportunidades fuera del país. 

Hoy el país atraviesa una encrucijada importante y mientras yo leo las noticias desde afuera solo espero que se pueda visualizar la importancia de volver a invertir en educación, que se continúe invirtiendo en salud y en cultura. Estas son bases fundamentales para crear oportunidades para que otros jóvenes puedan explotar su potencial y puedan contribuir a crear un país con espacio para todas. 

Lo anterior podría dar cuenta de un país que en su historia ha contado con momentos en donde la inclusión de la mayoría ha sido el norte, esto se buscó mediante el desarrollo de la democracia, la inversión en salud y educación, la construcción y consolidación de una institucionalidad pero que a pesar de lo alcanzado, la sociedad costarricense siempre  se ha visto teñida por la exclusión de un grupo importante de personas, exclusión que se da en los servicios que brinda el Estado como la educación, la salud o la justicia, pero también otros espacios más allá del alcance de este, como lugares comunes de ocio que son para algunos pero no para todos o el acceso a la cultura “cosa” que cada vez importa menos en relación a los réditos que puede generar para la economía o lo “que importa”, ¡las prioridades en momentos de crisis son otras!.

Hoy Costa Rica presenta retrocesos importantes en muchos ámbitos sociales, la desigualdad reflejada en la acumulación de muchos recursos en pocas manos y las carencias que deben soportar muchos, dan cuenta de una sociedad polarizada, empobrecida, con arrebatos cada vez más constantes de derechos humanos como la educación, el arte o la salud, donde la exclusión de muchos resulta una nueva normalidad incomoda, pero necesaria.

Algunos de los retos que hoy se plantean, van más allá de las añoranzas de mejores tiempos vividos o el intento de volver a cuando las cosas eran mejores o menos malas, lo que se plantea hoy a los seres humanos debe presentar interrogantes de como creemos que conocemos y para que lo hacemos. La mirada egoísta y despreocupada sobre el medio ambiente, sobre lo que les pasa a otros, o lo que va lejos de mí, es el común y hasta pareciese la meta alcanzar.  El conocimiento debe plantear interrogantes profundas que permitan mover las reflexiones sobre que estamos haciendo y para que lo hacemos no como solución utópica, pero si como alternativa a preservar la humanidad posible actualmente solo en y con la Pachamama.

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