Por: J. Raul García Fernández.
En este post les extiendo la invitación a continuar con la visita a la Encuesta Nacional de Cultura -ENC- (INEC, 2016) recorrido que habíamos iniciado hace un tiempo atrás (García Fernández, 2020).
Según habíamos visto, cuando tratamos información referente a la lectura de libros sin diferenciar sus motivos, es decir, sin distinguir si se trata de una lectura recreativa, independiente o por gusto[1], o bien, de una lectura instrumental en función de actividades laborales o educativas[2], encontramos diferencias cuando segmentamos la población juvenil conforme a su condición migratoria[3].
Dicha afirmación hay que precisarla: existen pocas diferencias relativas en la lectura de libros entre la población juvenil total, la población juvenil migrante y la población juvenil no migrante[4]. Ahora bien, al segmentar la población juvenil migrante, se comienzan a observar diferencias significativas.
Mientras la lectura de libros en las y los jóvenes migrantes centroamericanos es aproximadamente menor en cinco puntos porcentuales respecto a la población juvenil total, entre las y los jóvenes migrantes de otros países se observa un porcentaje de lectura de libros próximo a los 20 puntos porcentuales por arriba respecto a la población juvenil total. Es decir, al respecto la población juvenil migrante dista de ser homogénea. Leer libros, sin diferenciar la lectura instrumental de la voluntaria o independiente, es menor entre la población juvenil migrante centroamericana (García Fernández, 2020).
La ENC también nos brinda datos iniciales respecto a los motivos para no leer libros ¿cuáles son esos motivos? ¿cómo se comporta la información en la población juvenil? Conforme se observa en la Tabla N° 1, mientras la población juvenil no migrante en su mayoría refiere a aspectos relacionados con la conformación del gusto y las preferencias -aproximadamente 7 de cada 10-, en la población juvenil migrante este porcentaje se reduce a cerca de 1 de cada 2.
Por otra parte, las limitaciones de acceso por falta de recursos económicos, tiempo disponible o la dificultad para conseguir libros se registra aproximadamente en 2 de cada 10 casos de la población juvenil no migrante, pasando a 4 de cada 10 en la población juvenil migrante.
Tabla N.º 1
Costa Rica: Población juvenil1/ por característica migratoria desde el nacimiento, según motivos para no leer libros durante el último año. 2016
Al segmentar la población juvenil migrante en dos grupos, es decir, la población migrante centroamericana y la población migrante proveniente de otros países, nuevamente se observa que las diferencias se amplían, según se registra en la Tabla N° 2.
Específicamente, en la población juvenil migrante de otros países incrementan los motivos relacionados con la conformación del gusto y las preferencias -cerca de 8 de cada 10- al tiempo que disminuye el peso de las limitantes económicas, de tiempo o el acceso a libros -aproximadamente 1 de cada 10-. Por su parte, en la población migrante centroamericana 1 de cada 2 refirió a respuestas relacionadas con la conformación del gusto y las preferencias, en tanto, 4 de cada 10 a las limitantes de acceso antes mencionadas.
Veamos un poco más. En la población juvenil migrante centroamericana el motivo referente a la falta de recursos económicos se ubicó 2,29 puntos porcentuales por encima al porcentaje de la población juvenil total. En contraparte, en la población juvenil no migrante dicho porcentaje estuvo por debajo, mientras en la población juvenil migrante de otros países no se registraron casos relacionados a este motivo.
En cuanto a la falta de tiempo y la dificultad para conseguir libros, en la población juvenil migrante centroamericana se observa una diferencia de 15,01 puntos porcentuales por arriba respecto a la población juvenil total. Tanto en la población juvenil no migrante y migrante de otros países, los porcentajes estuvieron por debajo en cuanto al total de la población juvenil.
Tabla N.º 2
Costa Rica: Población juvenil1/ por característica migratoria específica desde el nacimiento, según motivos para no leer libros durante el último año. 2016
La información señalada muestra diferencias iniciales al interior de la población juvenil e invita a plantear líneas de investigación que permitan ampliar y verificar si las diferencias observadas se mantienen en otros alcances más allá del descriptivo, así como a indagar en los hábitos de lectura y los motivos para no leer libros desde diversas perspectivas metodológicas.
Por ahora, simplemente quisiera mencionar que la información plantea varias preguntas e invita a reflexionar respecto a la heterogeneidad, es decir, a las diferencias en la población juvenil migrante y, lo más importante, a preguntarnos si las condiciones materiales de vida de la población migrante centroamericana estarán resultando en un mayor grado de exclusión de esta población en cuanto a la lectura de libros y en cuanto a otras dimensiones de sus trayectorias de vida.
En otro momento espero abordar estos temas y, además, conversar un poco respecto a las diferencias en cuanto a la lectura recreativa e instrumental.
Referencias
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[1] La lectura voluntaria, privada o independiente es caracterizada por: (Arguedas-Ramírez, 2020; Cardona Puello et al., 2018; Dezcallar et al., 2014; Elche et al., 2019; Fainholc, 2006; Fernández, 2015; Gil Flores, 2011; Granado & Puig, 2014; Guzmán-Simón & García-Jiménez, 2014; Orozco Monge & Barahona Quesada, 2019)
[2] Personas investigadoras que caracterizan la lectura instrumental, académica o impuesta son: (Arguedas-Ramírez, 2020; Cardona Puello et al., 2018; Dezcallar et al., 2014; Fainholc, 2006; Gil Flores, 2011; González de la Torre, 2011; Granado & Puig, 2014; Guzmán-Simón & García-Jiménez, 2014; Orozco Monge & Barahona Quesada, 2019)
[3] Por condición migratoria se entiende aquí la caracterización realiza por el INEC conforme al lugar de residencia de la familia al momento de nacer (INEC, 2016). En este sentido, los datos se procesaron mediante transformaciones lógicas para establecer información referente a tres grupos: 1) jóvenes que al momento de nacer su familia residía en otro país centroamericano -Nicaragua, El Salvador; Honduras y Guatemala-; 2) jóvenes que al momento de nacer su familia residía en cualquier otro país y, 3) jóvenes que al momento de nacer su familia residía en Costa Rica.
[4] En el año previo al trabajo de campo para la ENC, leyeron libros aproximadamente 4 de cada 10 jóvenes en los tres grupos citados. Eso sí, leer libros fue una práctica menor en la población juvenil migrante (García Fernández, 2020).