Por: J. Raúl García Fernández
Nota: El siguiente texto es la tercera y última parte de una serie de reflexiones hechas por la persona autora, las cuales guardan una estrecha relación entre sí. Pueden encontrar ambas partes dando clic a los botones.
Este post se dedica a cerrar una visita a la Encuesta Nacional de Cultura -ENC- (INEC, 2016) a la cual ya había dedicado espacio en dos entregas anteriores (García Fernández, 2020, 2021). Se trata de información pendiente de mostrar y que no quisiera dejar de lado antes de pasar a otras reflexiones sobre las migraciones humanas, que espero me acompañen durante mucho tiempo. Para cerrar este capítulo y abrir otros, en forma puntual me referiré a la frecuencia y las razones que motivan la lectura de libros entre la población juvenil, deteniendo la mirada en las diferencias relativas observadas entre la población juvenil migrante y la población juvenil no migrante.
Como el punto de partida lo señalan dos trabajos anteriores, quisiera recordar alguna información. Primero, que leer libros es una práctica que efectuaron aproximadamente 4 de cada 10 jóvenes consultados por la ENC. Segundo, que es necesario segmentar la población migrante para captar las heterogeneidades en la población juvenil. Es decir, si se trata la población juvenil migrante como un grupo y se le compara con la población juvenil no migrante, se observan pocas diferencias. Es hasta segmentar la población juvenil migrante cuando se posibilita detallar diferencias relativas que podrían indicar condiciones de desigualdad social (García Fernández, 2020).
¿Cuáles son esas diferencias? En la población juvenil migrante centroamericana, la lectura de libros es cinco puntos porcentuales menor si se compara con la población juvenil total, en tanto, entre las y los jóvenes provenientes de otros países el porcentaje de lectura es 20,0% mayor. Eso me había llevado a argumentar que, al respecto, “la población juvenil migrante dista de ser homogénea. Leer libros, sin diferenciar la lectura instrumental de la voluntaria o independiente, es menor entre la población juvenil migrante centroamericana” (García Fernández, 2021).
Ahora bien, entre quienes leyeron libros ¿hay diferencias en las razones que motivaron la lectura y en la frecuencia de esta práctica? Según se muestra en la Tabla 1, destaca como entre la población juvenil migrante nicaragüense el porcentaje de lectura recreativa (por gusto o entretenimiento) y la lectura voluntaria[1] por algún interés específico (tema, autor, cultura general o desarrollo personal) es mayor que en las restantes poblaciones, observándose una sobre representación de 9,50 y 7,18 puntos porcentuales, respectivamente, al comparar con la población juvenil total.
Por otra parte, en la población no migrante y entre las personas migrantes del resto de Centroamérica, ambas formas de lectura se presentan en porcentajes menores a la población total, mientras la lectura recreativa también es significativa en la población juvenil migrante proveniente de otros países (9,28% por encima de la población total).
Tabla 1
Costa Rica: Población juvenil1/ por característica migratoria específica desde el nacimiento, según motivos para leer libros durante el último año. 2016
La lectura instrumental[2] por motivos laborales se registra en porcentajes bajos y se observa únicamente entre las y los jóvenes no migrantes. Es en la lectura instrumental relacionada con el estudio donde se observan diferencias relativas necesarias de detallar.
Al respecto, destaca que esta forma de lectura se observa aproximadamente en 1 de cada de 10 jóvenes migrantes nicaragüenses y que, en este grupo, la lectura por estudio es 15,01 puntos porcentuales menor a la observada en la población total. En la población migrante de otros países, igualmente se observa una menor lectura por estudio, pero en una relación de diferencia menos significativa si se compara con la población nicaragüense. El escenario opuesto se observa en la población juvenil migrante del resto de Centroamérica, entre quienes 5 de cada 10 leen por motivos de estudio, con una sobre representación de 26,51 puntos porcentuales respecto a la población juvenil total.
La frecuencia de lectura también revela información de interés, según se detalla en la Tabla 2. Por ejemplo, la población no migrante vuelve a presentar un comportamiento similar a lo visto a la población total, mientras en la población juvenil migrante es donde se observan las diferencias. Así, en la población juvenil migrante nicaragüense están sobre representadas las categorías de lectura esporádica (de una vez al año a una vez al mes), mientras están subrepresentadas en 4,74 y 8,07 puntos porcentuales las categorías de lectura constante (varias veces a la semana y todos los días, respectivamente). Caso contrario sucede con la población juvenil migrante del resto de países centroamericanos, entre quienes no se registran casos de lectura esporádica, concentrándose la población en las categorías de lectura constante, donde están sobre representados en 24,31 y 16,96 puntos porcentuales.
Tabla 2
Costa Rica: Población juvenil1/ por característica migratoria desde el nacimiento, según frecuencia de lectura de libros durante el último año. 2016
Según hemos planteado en las otras dos entradas referidas a la lectura de libros, esta información invita más reflexionar y plantear preguntas, que ha generar conclusiones. Se abren cuestionamientos sobre la heterogeneidad juvenil y, más específicamente, de la población migrante. Asimismo, plantea preguntas respecto a los procesos de diferenciación y desigualdad social que subyacen en los distintos proyectos migratorios y cómo los mismos condicionan las trayectorias de vida. Por ejemplo, invitan a indagar en los proyectos migratorios de las juventudes centroamericanas y a analizar las formas en que participan las relaciones que condicionan la apropiación-acumulación de capitales en los transcursos biográficos y generacionales. Para allá vamos, porque con un cierre se abren nuevos caminos.
Referencias
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[1] La lectura recreativa, voluntaria, privada o independiente es caracterizada por Fainholc (2006), Gil Flores (2011), Dezcallar (2014), Granado & Puig (2014), Guzmán-Simón & García-Jiménez (2014), Fernández (2015), Cardona Puello (2018), Elche (2019), Orozco Monge & Barahona Quesada (2019) y Arguedas-Ramírez (2020). La literatura especializada tiende a agrupar estos tipos de lectura. Aquí y, conforme a las posibilidades que brinda la fuente de información, se le presenta desagregada en tres distintos grupos, según muestra la Tabla N 1.
[2] La lectura instrumental, académica o impuesta es caracterizada por Fainholc (2006), Gil Flores (2011), Dezcallar (2014), Granado & Puig (2014), Guzmán-Simón & García-Jiménez (2014), Cardona Puello (2018), Orozco Monge & Barahona Quesada (2019) y Arguedas-Ramírez (2020).