Por: José Mario López y Lucía Vijil Saybe. (Honduras)
(Ensayo Ganador)
Resumen:
En el ensayo “Somos las juventudes del bicentenario”, José Mario López y Lucía Vijil Saybe se plantean una pregunta para fundamentar el hilo argumentativo y posibilitar una mirada socio histórica en la exposición de ideas: Hace 100 años “¿qué factores marcaron la coyuntura en Centroamérica?” Como respuesta, proporcionan una breve descripción de lo que consideran los principales procesos sociales, políticos y económicos de la región en el último siglo, sus expresiones y la participación de las juventudes en dichos procesos. El recorrido histórico decanta en un análisis de corte coyuntural donde a grandes rasgos se caracterizan los gobiernos recientes, o bien, situaciones sociopolíticas específicas a cada país centroamericano, para con ello dar pie a dos preguntas finales: “¿qué realidades son las que atraviesan la vida, práctica política y sentires de las juventudes hoy?” y “¿cómo situarnos ante el bicentenario de la independencia?”. En su respuesta, las personas autoras hacen una propuesta para comprender lo juvenil en relación con distintas dimensiones -género, migración, educación, medioambiente, política y construcción de identidades- para pasar a proponer un papel histórico específico para las juventudes, como actores sociales, de cara al Bicentenario.
Somos las juventudes del Bicentenario
Tratar de aproximarse a los pensamientos y dinamismos de las juventudes es complejo. Más allá de la iniciativa creativa y el accionar colectivo retador que nos ha caracterizado históricamente, debemos reconocer que los contextos nos condicionan o impulsan. La región centroamericana, además de su ubicación estratégica, convoca de forma política, social, económica y cultural. Ese llamamiento se ha asumido de forma narrativa, discursiva y transformadora.
En este ejercicio de reflexión es importante la caracterización del contexto 100 años atrás y preguntarnos ¿qué factores marcaron la coyuntura en Centroamérica? Está de más indicar que las economías supeditadas al enclave y las posteriores economías primarias exportadoras, condicionaron las demás estructuras en cada uno de los países. Nos referimos a la conformación de las élites, la acumulación de capital, la educación y la salud como un privilegio, así como a las formas de conformar los mecanismos de participación ciudadana y el ideario de democracia.
De igual forma, la construcción política de la ciudadanía centroamericana a la luz del recorrido histórico de la región, nos ofrece un número de elementos a considerar para ubicar a las juventudes en contexto: a) Centroamérica ha estado marcada por procesos políticos y de revolución sumamente dolorosos -y que podríamos afirmar no han sanado-, b) los movimientos sociales, artísticos y políticos de la región han sido claves para la disputa de la narrativa hegemónica y, c) la dependencia económica de la región ha marcado pautas directas sobre la forma en que las sociedades se piensan y encuentran frente a hitos críticos relacionados con la transformación de la democracia, entendida esta más allá del ejercicio electoral.
Pensar a las juventudes hace 100 años y caracterizarlas como poblaciones necesarias en los procesos de cambio de cada uno de los países de la región, sigue siendo difícil, por la diversidad. Pero bien, el intento tiene su punto de salida cuando ubicamos a los sectores estudiantiles en Guatemala, como el primer país en la región con un sistema universitario y lo necesario de las reformas educativas pensadas desde realidades atravesadas por la guerra, el racismo y el machismo. O bien, cuando se tiene conciencia del ejercicio militante de jóvenes jesuitas y campesinos de El Salvador en los procesos revolucionarios. De igual forma, las juventudes en Honduras que se sumaron a las huelgas bananeras en tiempos de enclave y lo necesario que fue pensarse desde el trabajo digno y el aporte de cada sector en la reducción de las desigualdades.
Precisar hacia dónde avanzan o caminan las juventudes ahora, requiere un ejercicio de valoración sobre los actuales gobiernos en Centroamérica, en tanto, su forma de administrar el poder público influye directamente en uno de los sectores poblacionales mayoritarios. Así, cualquier política pública de empleo, salud, educación, agraria, ambiental, seguridad, etc. impactará de manera positiva o negativa en las juventudes.
Honduras y Nicaragua, con gobiernos autoritarios y populistas, que en la agenda pública parecieran antagónicos por su ideología -uno de extrema derecha y otro de extrema izquierda-, comparten rasgos en común: programas asistencialistas y de propaganda de las figuras presidenciales, concentración de los poderes del Estado, modificación de normativas nacionales para asegurar reelecciones y estructuras militares de vigilancia y represión a los sectores de oposición, sin las mínimas garantías de protección a los Derechos Humanos.
En El Salvador, aunque la agenda mediática favorezca al presidente y este tenga altas dosis de legitimidad, el reciente triunfo en las elecciones legislativas por parte del partido gobernante representa una amenaza en la consolidación de los autoritarismos. Ello luego del fracaso administrativo de la extrema derecha e izquierda, la alerta por la consolidación de democracias líquidas -mandato a través de las redes sociales- y la ruptura con las formas de gobierno a través de manifiestas irrupciones en el Poder Legislativo con elementos del ejército para influenciar la toma de decisiones.
Costa Rica ha sido referente en la región por sus robustas políticas públicas, al mantener la protección social, el acceso a la educación y la reducción de la militarización como indicadores de consolidación del Estado de Derecho. Sin embargo, ha mostrado fragilidades y crisis. En su último proceso electoral nos recordó la influencia de las iglesias en la vida política y pública. Asimismo, aunque pareciera que ha avanzado en temas de derechos como el matrimonio igualitario, estuvieron a punto de elegir a una persona que movilizó votos desde las afinidades religiosas y no desde las capacidades y propuestas. Otro ejemplo de inconformidad se vio reflejado en las protestas de la ciudadanía contra una serie de medidas fiscales fruto de las negociaciones para un préstamo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), lo cual amenazaba con mayores impuestos y elevar el costo de la vida.
Guatemala, luego de numerosos cuestionamientos a su sistema judicial, ha dado cátedra respecto a las capacidades de la ciudadanía y en la aplicación de justicia imparcial e independiente, gracias a la presión constante de la sociedad civil y el acompañamiento de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG). Así, lograron evidenciar y castigar a altos funcionarios por casos de corrupción, por ejemplo, Otto Pérez y Roxana Baldetti.
Ante estos complejos escenarios en la vida política de la región centroamericana, ¿qué realidades son las que atraviesan la vida, práctica política y sentires de las juventudes hoy?
Juventudes y machismo: los patrones machistas continúan siendo una realidad en la región, pero se les discute partiendo de los desafíos de las jóvenes de cara a la participación política, los derechos sexuales y reproductivos y su involucramiento en el ámbito productivo. A su vez, se avanza en el debate de las responsabilidades afectivas y la necesidad de construir nuevas relaciones de género partiendo de la eliminación de las desigualdades entre hombres y mujeres, junto a cuestionamientos más frontales sobre las formas de violencia hacia estas últimas.
Juventudes y migración: las múltiples caravanas de migrantes, caracterizadas por una fuerte presencia de juventud y niñez, son formas latentes de protesta y manifiestan las desigualdades que atraviesan la región. La migración no es un evento reciente: desde hace más de 100 años la movilidad regional o nacional es guiada por la necesidad de empleo o la mejora en las condiciones de vida. En la actualidad, la migración como Derecho Humano y el reclamo por un tránsito y una llegada segura están presentes en los discursos de la juventud. La migración está directamente conectada con la fuga de cerebros y la fuerza de trabajo que debería estar siendo el motor impulsor de las dinámicas de desarrollo interno de cada país que integra Centroamérica.
Juventudes y educación: los movimientos estudiantiles han sido los actores políticos más relevantes en los procesos de construcción del pensamiento educativo y de los más críticos en relación con las garantías de acceso, laicidad y gratuidad de la educación -en todos los niveles- en la región centroamericana. Cada una de las reformas educativas ha encontrado a las juventudes formulando propuestas, revisando los procesos y como guardianes de las garantías mínimas que permitan a la educación ser un derecho y no un privilegio. En esos procesos de resistencia ante la mercantilización y privatización de la educación, los sectores estudiantiles y su memoria histórica, rescatan continuamente a los liderazgos asesinados, criminalizados y judicializados por la defensa de la educación pública en la región.
Juventudes y extractivismo: con la ofensiva extractivista desde inicio del siglo XXI, los procesos de defensa territorial han involucrado activamente a las juventudes campesinas, rurales e indígenas, guardianes y guardianas de los bienes comunes de la naturaleza. La defensa de la vida es también el discurso y narrativa de las juventudes relacionadas a los conflictos socioambientales, quienes constantemente abogan por mecanismos de participación ciudadana vinculantes e integrales, justicia ambiental y transformación de las matrices productivas. La defensa del territorio y la naturaleza es un tema que moviliza las conciencias juveniles y es una oportunidad para pensarnos como región centroamericana, para defender los recursos naturales estratégicos y promover que estos puedan ser aprovechados racionalmente y en armonía con la madre tierra.
Juventudes y democracia: con cada una de las particularidades de la región y considerando los bonos demográficos, las juventudes están requiriendo de esfuerzos académicos, estratégicos y de apuesta pública en relación con los Derechos Humanos, ello por parte de la clase política de cada uno de los países. El agotamiento de lo discursivo e imagen, está retando a los liderazgos a asumirse en una época en la que las válvulas de escape a las desigualdades no son suficientes y son urgentes las prácticas políticas decentes.
Juventud y construcción de las identidades: las diversidades narrativas y culturales, obligan a pensarse desde los sentires y el reconocimiento del otro y de la otra como sujeto político. Estas son premisas que aportan a la construcción de las identidades de las juventudes. Identidades que si bien es cierto están condicionadas por el imaginario colectivo y social, son capaces de transformarse en la urgente acción política de cambio. Uno de los retos de la diversidad en identidades es el dialogo entre ellas y el poner acento en el respeto, nunca en la hegemonía de una sobre otra, por ejemplo, evitando acciones de racismo y discriminación frente a las identidades indígenas.
Reflexiones finales:
En diferentes matices, las juventudes y su politización se encarnan en las realidades centroamericanas, atravesadas cada una por procesos educativos formales, así como desde la educación popular y ancestral de los pueblos. Y bien, ¿cómo situarnos ante el bicentenario de independencia?
Somos juventudes convocadas por grietas históricas, con cargas familiares de compromiso y amor por las realidades nacionales y por la esperanza de ver solamente lo mejor para las generaciones venideras.
Pero también, somos ese continuo de revolución permanente, guiados por la necesidad de ser sujetas y sujetos críticos que participen en la construcción de sociedades inclusivas, respetuosas con los Derechos Humanos y la naturaleza y con un llamado potente a la creatividad.
Somos hijos e hijas de golpes de Estado, represiones militares, desapariciones, genocidios, feminicidios, luchas estudiantiles, de migraciones forzadas, de pobreza estructural y de falta de oportunidades.
Sin embargo, también somos quienes heredamos la identidad de un pueblo que ha resistido históricamente ante invasiones, conquistas y que ha defendido su cultura y territorio.
A 200 años de historia y constantes llamados a la acción, las juventudes del bicentenario somos las responsables de una verdadera apuesta cívica por la construcción ciudadana centroamericana, construcción que nos permita reconocernos en las diversidades y configurar caminos de solución como patrias soberanas.
Nota: Las opiniones e ideas expresadas en los insumos participantes reflejan el punto de vista de las personas autoras, no así la posición del Centro Agenda Joven en Derechos Humanos y Ciudadanía o la Universidad Estatal a Distancia.
Haga clic en alguna de las imágenes para seguir explorando el contenido del Ideario