Resumen:
Este post se centra en la relación entre el sindicalismo y las juventudes. A partir de la pregunta ¿cuáles factores inciden en la participación juvenil dentro de los sindicatos? analizo aspectos como la juventud y el mercado de trabajo, así como las características organizativas y políticas del sindicalismo actual. Concluyo con un llamado urgente a transformar las estructuras sindicales, para hacerlas más inclusivas y representativas de las nuevas condiciones juveniles.
Sindicalismo y juventudes: dilema que demanda acciones urgentes y transformadoras
Por: Raúl García Fernández
El primero de mayo asistimos a la marcha del Día Internacional de las Personas Trabajadoras, fecha en el cual, con mucho orgullo alzamos la voz para exigir el respeto a los derechos laborales, defender la autonomía universitaria y para reclamar por un mayor financiamiento para la educación pública en todos sus niveles.
Más de 110 años han pasado desde que en Costa Rica, por primera vez, se llevó a cabo una acción política para celebrar el primero de mayo, en aquel lejano 1913 cuando se marchó por las calles de San José tras la convocatoria de la Confederación General de Trabajadores y el Centro de Estudios Sociales Germinal. Un 1913 lejano no sólo en el tiempo, quizá también distante en la construcción de proyectos políticos colectivos y en la capacidad organizativa de la clase trabajadora.
La primera vez que asistí a una marcha del primero de mayo estaba en el colegio. Se convocó desde la Federación de Estudiantes de Educación Secundaria (FEES) organización reconstituida para luchar contra el adelanto en las fechas de las pruebas nacionales de bachillerato algo que, a todas luces, nos perjudicaba a quienes estudiábamos en colegios públicos.
De esa época recuerdo marchas más concurridas si se compara con las vistas los últimos años, en un contexto de tantas derrotas para la clase trabajadora y los movimientos sociales. Ahora bien, el primero de mayo es aún un espacio capaz de convocar a una diversidad de actores de conformidad a la coyuntura de lucha.
Por ejemplo, en 2024 fue importante la presencia de movimientos comunitarios que exigen el derecho humano a recibir un adecuado servicio de agua potable. En 2025, si bien estos ya no fueron tan significativos, se hicieron presentes otros colectivos como los conformados por familiares de personas privadas de libertad, quienes protestaron contra medidas carcelarias que vulneran derechos humanos e incrementan la precariedad de las condiciones del encierro.
La presencia juvenil es una constante en las marchas del primero de mayo y quizá la más representativa en las organizaciones feministas, movimientos ecologistas y partidos políticos. Sin embargo, dentro de las columnas sindicales, su presencia es notoriamente menor. Por ello, a modo de pregunta me planteo ¿cuáles factores inciden en la participación juvenil dentro de los sindicatos?
Juventud y trabajo
Las formas institucionalizadas de sindicalización parten de una necesaria relación laboral, además formal y, en alguna medida, estable en el tiempo, algo que se contrapone con la realidad que viven amplios sectores de las juventudes.
Aspectos como el desempleo, la precarización laboral y las vulnerabilidades que generan los cambios en el mercado de trabajo, impactan más a las personas jóvenes si se compara con otros bloques generacionales.
Estudios comparativos en América Latina evidencian, como regularidad, que la mayoría de la población juvenil transita por trayectorias socioocupacionales signadas por la precariedad, condición vinculada a diversas desigualdades de origen y que afecta en forma más pronunciada a las personas jóvenes de las zonas rurales y a las mujeres (García Marín y García Fernández, 2024; Florez-Vaquiro y Hincapié-Aldana, 2025; Rivera-Aguilera et al., 2022, 2023).
En Costa Rica, la última Encuesta Continua de Empleo -II trimestre 2025- establece que aproximadamente siete de cada 100 personas en la Fuerza de Trabajo están desempleadas. En el caso de las personas de 15 a 34 años este número asciende a 12 de cada cien, mientras en el resto de la población se aproxima a cuatro de cada 100. Sólo entre las personas de 15 a 24 años es de 22 por cada 100 (Instituto Nacional de Estadística y Censos, 2025).
El cuestionamiento de la baja participación juvenil en los sindicatos debe partir de la realidad laboral precaria de las personas jóvenes en América Latina. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) señala que, durante el tránsito entre la escuela y el trabajo, “el ingreso al mercado laboral (…) se caracteriza por el desarrollo de empleos temporales, intercalados con periodos de inactividad” (2025, p. 24).
Por otra parte, es necesario reconocer las experiencias de incertidumbre e inestabilidad que atraviesan las juventudes como resultado del incumplimiento de derechos laborales, los contratos de corta duración, el subempleo en algunos casos y, en otros casos, la explotación mediante jornadas extenuantes, particularmente en ramas de actividad como la construcción, la agricultura y el comercio, lo que genera sobrecarga y modifica el equilibrio entre el tiempo de trabajo y el tiempo libre. A lo anterior, se suma la insuficiencia de los ingresos percibidos para hacer frente al costo de vida.
Las condiciones desfavorables señaladas dificultan el vínculo con los sindicatos, al tiempo que limitan las posibilidades de participación y la defensa de derechos colectivos a través de estas organizaciones. Todo ello puede contribuir a que las tasas de afiliación sindical entre las personas jóvenes sean especialmente bajas.
Políticas antisindicales
La acción sindical es uno de los principales mecanismos para regular la relación capital – trabajo. Esto genera la reacción de sectores conservadores del empresariado y del Estado que, desde décadas atrás, promueven políticas económicas y sociales de orientación neoliberal y, en muchos casos, abiertamente antisindicales.
El repertorio utilizado para debilitar a los sindicatos es amplio y diverso: persecución sindical, campañas de desprestigio, estrategias para obstaculizar la negociación colectiva, criminalización tanto de la sindicalización como de la protesta y la huelga, esta última el principal mecanismo de lucha de la clase trabajadora. A ello se suma la precarización laboral como táctica de desmovilización, mediante prácticas como la subcontratación y la tercerización. Asimismo, destaca la promoción de preceptos individualizadores como respuesta a la desigualdad social, los cuales confrontan las alternativas colectivas y debilitan los idearios de solidaridad social. De todo ello, hasta alianzas claras y recurrentes de las patronales con los llamados sindicatos “blancos”.
En fin, acciones concretas de desmovilización y narrativas que presentan a los sindicatos como obstáculos para la generación de riqueza y la prestación de servicios públicos. En Costa Rica hay ejemplos claros de lo anterior, pero no es un asunto particular de este país. Según personas expertas lo mismo se observa en América Latina, eso sí, con el agravante de que aquí, la criminalización de los sindicatos ha hecho que su presencia y acciones en el sector privado sea en extremo poco relevante (Castro Méndez, 2025; Grau Crespo, 2025).
Este escenario de políticas antisindicales afecta la imagen de los sindicatos entre la población en general. Ahora bien, es necesario preguntarse cuánto han calado estas narrativas y acciones en la percepción de la población joven, quienes han construido sus trayectorias de vida en este contexto. Comprender su impacto resulta significativo no sólo para entender el presente del sindicalismo, sino también, para imaginar estrategias que permitan su renovación y fortalecimiento en el futuro.
Los sindicatos: estructuras necesarias de transformar
Las particularidades de los sindicatos es otro aspecto por someter a discusión, específicamente en cuanto a su carácter organizativo y político. Es necesario reconocer que los sindicatos han tenido poca reacción ante el embate de las políticas neoliberales y antisindicales.
Una característica reciente de los sindicatos costarricenses es el abandono de los mecanismos de lucha más combativos y efectivos como la huelga, mientras se fortalecieron los repertorios dentro del ámbito legal y la judicialización de casos. Si bien lo segundo es necesario, darle la centralidad vista en los últimos años puede considerarse un error estratégico, pues implica un abandono de la lucha y de la socialización de las acciones que han acompañado históricamente a la clase trabajadora en la defensa de sus derechos. Así, los sindicatos corren el riesgo de convertirse en operadores legales que, cuando hacen llamados a la lucha, afrontan problemas de convocatoria.
Otro aspecto central a esta discusión son las características recurrentes de los sindicatos con más historia en el país, tales como el verticalismo, sus formas vetustas de comunicación, la burocracia excesiva y la permanencia en el tiempo, muchas veces décadas, de las figuras en las cuales recaen los liderazgos.
Resulta inverosímil que espacios de lucha que requieren para su persistencia de modelos democráticos y asamblearios para la discusión y toma de decisiones, terminen cooptados por dirigencias que se perpetúan en las estructuras por décadas, muchos aún después de haberse acogido a su derecho a la jubilación.
Concentrar poder, en pocas manos y durante tiempos prolongados, es un camino ruinoso para los sindicatos. ¿Qué mensaje arroja esto a los liderazgos juveniles? Uno de poca expectativa y escasa participación real en la toma de decisiones sindicales. Ante ello, y sumado a los factores que he mencionado, no extraña que los sectores juveniles no busquen sindicalizarse.
Las juventudes participan de diversas formas y, en distintos ámbitos son actores centrales, como en el movimiento feminista, el ecologista y en diversos partidos políticos. Donde haya una mayor apertura a la participación e inclusión real de sus expectativas de lucha y visiones diversas del mundo, ahí participan las juventudes.
Nada más distante de la realidad y, adultocéntrico, es pensar que los sectores juveniles están desvinculados de sus contextos. Por el contrario, han adoptado nuevas formas de activismo, representación y defensa de sus derechos para transformar o resignificar sus entornos y los temas que son de su interés. Otra cosa importante: igualmente es sesgado homologar juventud con proyectos transformadores de la realidad social. Los hay también y, muchos, jóvenes de derechas, reaccionarios y conservadores. Pero que participan, participan.
Ahora bien, lo importante de destacar es que las juventudes toman partido en formas de activismo que se centran en la experiencia vivida y caracterizados por una organización más horizontal, algo que queda patente en marchas como la del 8M y que, a su vez, desafía las estructuras tradicionales de los sindicatos. Es decir, este activismo se manifiesta en movimientos que abordan diversas cuestiones sociales y que pueden ser solidarios con los intereses de la clase trabajadora (Vommaro, 2014; Cha et al., 2018).
Desde tiempo atrás, distintos organismos han hecho ver la necesidad de generar acciones que faciliten la participación juvenil en las estructuras sindicales. Los llamados incluyen la adopción de políticas y estrategias orientadas a los sectores juveniles, la creación de secretarías de juventud, la promoción de la afiliación con fundamento en análisis sobre sus expectativas, la mejora de los procesos comunicativos y la inclusión de personas jóvenes en las comisiones negociadoras, con el objetivo de garantizar que sus voces sean escuchadas y consideradas en las decisiones sindicales (Confederación Sindical de las Américas, s.f.; Organización Internacional del Trabajo, 2015, 2021; Confederación Europea de Sindicatos, 2019, 2021; Internacional de la Educación en América Latina, 2024).
Todas estas acciones son fundamentales en el reconocimiento de las juventudes como actores que devienen esenciales para las estructuras sindicales. Sin embargo, no dejan de tener una perspectiva adultocéntrica, en tanto, buscan atraer más que transformar la acción sindical: aunque se aplicaran todas la recomendaciones faltaría que los sindicatos revisen a profundidad sus políticas y programas políticos-organizativos. El asunto de la participación juvenil en los sindicatos es político e implica una transformación y transgresión de los modelos sindicales tradicionales, lo que va más allá de acciones puntuales para atraer a los sectores juveniles.
En un artículo publicado en la revista de periodismo alternativo El Salto, Lis Gaibar entrevista a Núria Soto, portavoz de RidersxDerechos España, quien lanza una frase lapidaria: “falta gente joven en los sindicatos, pero también faltan nuevos sindicalismos” (2021, párr. 15). Nada más urgente en Costa Rica.
La transformación de los sindicatos pasa también por el alejamiento de una de sus principales características y prácticas organizativas: el gremialismo, es decir y coloquialmente hablando: “sólo lucho por los intereses de mi sector”, “si no es conmigo, no me interesa”, “si no me afecta, no me involucro”, “que se defiendan y luchen allá, para qué nos vamos a meter”, entre otros, tan comunes en la práctica sindical y que tanta desmovilización producen.
En un estudio comparativo, Cha et al. (2018) analizan las formas de activismo juvenil en relación con el movimiento obrero y destacan que, en aquellos contextos donde los sindicatos han adoptado formas alternativas de organización política para incorporar las demandas, los métodos de lucha y el activismo emergente de los jóvenes, se ha facilitado tanto su inclusión como la construcción de alianzas con diferentes movimientos sociales. Así, los autores concluyen que una apertura hacia estas nuevas formas de activismo -es decir, el alejamiento del gremialismo- representa una oportunidad para que los sindicatos amplíen su base social y diversifiquen su alcance.
Es necesario reactivar la lucha sindical desde una perspectiva de clase y con solidaridad de clase, más allá del sector que se represente. Los sindicatos pueden atender y proteger los intereses de la clase trabajadora como un todo y, en particular, de los sectores juveniles en quienes recae con más dureza la precariedad laboral y los embates del deterioro social y económico que arrastran consigo las políticas neoliberales. En esto, también pueden jugar un papel fundamental las confederaciones y centrales sindicales, dada su mayor flexibilidad.
Esto es aún más urgente en países como Costa Rica en donde, por la represión abierta al sindicalismo en el sector privado, prevalecen los sindicatos en el sector público. Aquí, difícilmente nos sumaremos a la ola de luchas sindicales que en los últimos años se han observado en otras latitudes, especialmente, en la industria tecnológica, el cine, las plataformas digitales, las grandes cadenas comerciales y el sector agrícola (Ottaviano et al., 2019; Brooks, 2022; Laureles, 2022; Rivera-Aguilera et al., 2022; AFP y AP, 2023; Jiménez Arandia, 2023; Porcel, 2023; Rivera-Aguilera et al., 2023; Agharbi, 2024; Reuters, 2024a, 2024b; Sánchez-Vallejo, 2024; González y Laureles, 2025).
De ahí, la necesaria solidaridad de clase que empieza por la transformación política de los sindicatos del sector público.
Referencias
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