Imágen tomada de la página de la Comisión Interamericana de Mujeres de la OEA (http://www.oas.org/es/cim/COVID-19.asp)

Por: Argentina Artavia Medrano

Si una mujer entra a la política, cambia la mujer;
si muchas mujeres entran a la política, cambia la política

En medio de la urgente y necesaria atención para enfrentar la crisis provocada por el virus COVID 19, instituciones públicas y privadas debieron tomar medidas inusuales: la disminución de las actividades colectivas, la implementación del teletrabajo en aquellos lugares donde fuera posible. Pero la pandemia ha puesto sobre la mesa una serie de situaciones que no se circunscriben únicamente al ámbito sanitario, sino que impactan espacios vitales y privados. El “quédate en casa” ha sido el mensaje utilizado por las autoridades en todas partes del mundo para convencer a las personas de permanecer en sus hogares. Pero ¿es posible hacerlo? ¿Se cuenta con todas las condiciones materiales, emocionales y de seguridad necesarias? ¿Es posible enfrentar la pandemia sin diferenciar a las poblaciones? ¿Qué pasa con las mujeres?

Las medidas de confinamiento buscan proteger la salud pública y evitar el colapso de los servicios de salud; sin embargo, su aplicación no es neutra desde el punto de vista de género. Los hogares se han convertido en el espacio donde todo ocurre: el cuidado, la educación de los niños, niñas y adolescentes, la socialización, y el trabajo productivo; lo que ha exacerbado la crisis de los cuidados. Se ha incrementado la carga de trabajo relacionada con el cuidado y la atención a las personas, cuya respuesta debería ser colectiva. Sin embargo, la realidad es que esta no se distribuye equitativamente, sino que recae principalmente en las mujeres, y no está valorada ni social ni económicamente” (OEA/CIM, 2020, 3).

El “Quédate en casa” y los peligros de retroceso en los derechos de las mujeres

Imágen tomada de la página de la Comisión Interamericana de Mujeres de la OEA (http://www.oas.org/es/cim/COVID-19.asp)

La emergencia derivada del COVID-19 está provocando impactos diferenciados sobre las mujeres; la crisis sanitaria está visibilizando y profundizando las desigualdades de género existentes, tanto al interior de los hogares como en los lugares de trabajo. Por un lado, los espacios para la participación en la toma de decisiones que les atañen directamente se ven reducidos y por otro, el trabajo no remunerado viene a constituirse en una sobrecarga de tareas domésticas y de cuido, que no ha hecho sino agravar las condiciones de vida de las mujeres.

El trabajo no remunerado implica no sólo la realización de labores domésticas, sino también el cuido directo e indirecto de las personas particularmente vulnerables en situaciones como la provocada por la crisis sanitaria: niñas y niños, personas adultas mayores, con discapacidad o enfermas. Desde pequeñas, a las mujeres se les inculca la noción del cuido y eso permanece a lo largo de la vida; por eso, muchas mujeres, sienten la responsabilidad de proteger a sus familias, intensificando las tareas de aseo y limpieza, para impedir que el virus ingrese a sus casas. El trabajo no remunerado que realizan implica también el cuidado de las personas adultas mayores como población de riesgo, así como el de los niños y niñas pequeñas y quienes están en edad escolar y colegial, son parte de las tareas asumidas por las mujeres, muchas de ellas adolescentes y jóvenes, a quienes se les asigna esa “responsabilidad”. Según datos de la OIT (2018) en todo el mundo, la carga del trabajo no remunerado es más intensiva para las niñas y las mujeres que residen en países de ingresos medios, las mujeres casadas y adultas, con bajo nivel educativo, en zonas rurales y con niños que no han alcanzado la edad de escolarización.

En el caso de las mujeres activas en el mercado laboral formal, a estas labores de cuido se suma la presión del teletrabajo y la exigencia de mantener los niveles de producción y productividad previos a la pandemia, dando como resultado una simultaneidad de actividades y el detrimento de las condiciones para realizarlas. (Rodríguez, et al., 2020). Las mujeres continúan trabajando en un empleo remunerado, mientras asumen la mayoría de las labores domésticas, lo que constituye un factor estructural de la desigualdad de género. Adicionalmente, el trabajo doméstico y de cuidado está desempeñando un rol central en el sostenimiento de la vida y la economía durante la crisis; pero su contribución en términos monetarios continúa siendo negada sistemáticamente (Ibid).

La Organización Internacional del Trabajo estima que las mujeres “se encargan al menos dos veces y media más de estas labores que los hombres, sostienen jornadas laborales más largas y aún en labores remuneradas asumen la mayor parte del trabajo de cuido, lo que limita su capacidad para aumentar sus horas en un empleo remunerado, formal y asalariado” (OIT, 2016). La misma organización estima que si las labores de cuido se valoraran sobre la base de un salario mínimo por horario, representarían el 9% del PIB mundial (2018).

En Costa Rica, la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo evidenció que las mujeres dedican al menos, dos veces más tiempo a la semana al trabajo de su hogar que los hombres; en el promedio de tiempo efectivo semanal, las mujeres dedican 22 horas más con respecto a los hombres al TDNR, y emplean un 21,3% del total de su tiempo semanal a estas labores; mientras que los hombres solo destinan el 8,2%. Del tiempo total destinado a estas actividades, el 72,1% corresponde al tiempo empleado por las mujeres y el 27,9% por los hombres. La preparación y servicio de alimentos es la actividad de TDNR a la que las mujeres le dedican más tiempo a la semana (13:53 horas), trabajando casi 4 veces más que los hombres (3:50 horas). En la limpieza y mantenimiento de la vivienda, las mujeres dedican un tiempo social de 9 horas semanales, mientras que los hombres solo dedican 03:37 horas a la semana para esta actividad (INEC, 2017). Con la crisis sanitaria por la aparición del COVID-19 y la cuarentena masiva, el trabajo no remunerado se ha triplicado tanto fuera como dentro de las casas; por causa la sobrecarga de tareas domésticas y reproductivas (Das Flores, 2020; Rodríguez, Alonso & Marzonetto, 2020).

Algunas de las consecuencias por la sobrecarga del trabajo no remunerado son: menor tiempo disponible para el aprendizaje, la especialización, el ocio, la participación social y el cuidado personal; mayores dificultades para insertarse en el trabajo fuera del hogar y avanzar en las carreras educativas y profesionales; la tendencia a participar en trabajos de menores ingresos o informales, y el detrimento en la calidad del cuido que reciben las personas beneficiarias. (ONU Mujeres, 2016; OIT, 2018).

La Secretaria Ejecutiva de la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM) de la OEA, la señora Alejandra Mora Mora señaló: “Las mujeres hemos escuchado el “Quédate en casa” toda la vida. Ha sido la estrategia histórica e ideológica para reducir y mantener a las mujeres en el mundo de lo privado. En la nueva normalidad, la crisis del COVID 19 NO puede significar un retroceso en los derechos alcanzados”. (Mora, 2020a).

El principio de no retroceso implica el deber para los Estados, de asegurar no haya “marcha atrás” en los derechos alcanzados por las mujeres, además de garantizar el principio de NO discriminación. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible, en su Objetivo 5, señalan la necesidad de “Lograr la igualdad de género y empoderar a todas las mujeres y las niñas” y para ello, entre otras cosas, se deberá asegurar la participación plena y efectiva de las mujeres y la igualdad de oportunidades de liderazgo a todos los niveles decisorios en la vida política, económica y pública. Además, se deberá reconocer y valorar los cuidados y el trabajo doméstico no remunerados, promoviendo la responsabilidad compartida en el hogar y la familia.

Esto es más que evidente y necesario recordar en medio de la crisis sanitaria por el COVID-19, puesto que ha significado para las mujeres un impacto que no puede pasar desapercibido y que requiere la atención diferenciada. Es, en definitiva, un asunto de derechos humanos.

Las lecciones que han dejado pandemias recientes (Ébola, Zika, SARS) han demostrado que la incorporación de las necesidades de las mujeres en el abordaje de la emergencia no es una cuestión menor. Al contrario, no considerar un enfoque de género profundizará las desigualdades con efectos que se prolongarán en el largo plazo y serán difíciles de revertir”. (OEA/CIM; 2020, 3)

¿Por qué es necesario hablar de impactos diferenciados?

Imágen tomada de la página de la Comisión Interamericana de Mujeres de la OEA (http://www.oas.org/es/cim/COVID-19.asp)

La Comisión Interamericana de Mujeres (CIM) de la OEA elaboró un documento en donde se pudieran visibilizar no sólo las condiciones de los grupos que desde antes de la pandemia se encontraban en situación de vulnerabilidad y que podrían ver incrementados sus riesgos, sino también identificar y resaltar los distintos espacios en los que el aporte de las mujeres ha sido y es fundamental para las sociedades en las que viven.

El enfoque de interseccionalidad alude a la importancia de adoptar medidas diferenciadas considerando las particularidades e identidades diversas de mujeres en especial situación de riesgo. Ello conlleva a tomar en consideración la intersección de factores como la raza, la etnia, la edad, la orientación sexual, la identidad y expresión de género, entre otras variables, que pueden acentuar una situación de riesgo a la violencia y la discriminación” (OEA/CIM, 2020, 6).

El documento presenta argumentos sobre los impactos, retos y acciones para desarrollar políticas que respondan a las necesidades diferenciadas de la población, haciendo énfasis en los impactos de género y en las necesidades de las mujeres. Surge como resultado del conocimiento acumulado por emergencias sanitarias anteriores, los datos recabados sobre los impactos de género en la actual emergencia, así como la información sobre la realidad regional obtenida en las reuniones impulsadas por la CIM con las Ministras de la Mujer y Altas Autoridades de los Mecanismos Nacionales de la Mujer, con el Comité de Expertas del Mecanismo de Seguimiento a la Convención de Belém do Pará (MESECVI) y con organizaciones de la sociedad civil.

Con respecto a los cuidados y los derechos económicos de las mujeres, se plantean los siguientes argumentos:

  • El confinamiento agudiza la crisis del cuidado, aumentando la carga global de trabajo de las mujeres.
  • La mayor precariedad laboral de las mujeres se explica por los roles de género y las responsabilidades del cuidado asignadas a las mujeres.
  • Es necesaria la adopción de medidas para promover la corresponsabilidad, tanto en lo laboral y en lo doméstico, en lo público y lo privado. El documento sugiere a los Estados el abordaje diferenciado, así como la implementación de campañas dirigidas a toda la población para promover la corresponsabilidad y a las empresas, facilitar el teletrabajo a su personal y promocionar la necesidad de conciliar las responsabilidades del hogar y del cuidado con las actividades laborales de manera igualitaria.
  • En tiempos de crisis económica, el riesgo para las mujeres pobres aumenta; casi un tercio de las mujeres de la región es económicamente dependiente, lo que puede exponerlas a una mayor vulnerabilidad.
  • Los sectores más afectados por el paro económico presentan una alta concentración de mujeres, principalmente los relacionados con servicios de alojamiento, comidas y manufactura.
  • La mayoría de los hogares monoparentales están encabezados por mujeres. La OIT señala que en el 78,4% de estos hogares, las mujeres asumen las responsabilidades económicas y el trabajo de cuidados no remunerados. Estos hogares por lo general, tienen menos acceso a vivienda segura y servicios públicos como el agua potable o el saneamiento, a lo que se agregan mayores niveles de pobreza (OEA/CIM, 2020, 14).
  • Las trabajadoras domésticas están más expuestas a la pérdida de su trabajo, con las consecuencias más que previsibles.

Es indispensable la participación igualitaria de las mujeres en la toma de decisiones para ofrecer respuestas efectivas y apropiadas a la crisis. La atención de la pandemia ha evidenciado:

  • La necesidad de incorporar a los Ministerios de la Mujer o los Mecanismos Nacionales de las Mujeres en los comités de crisis de los gobiernos, para asegurar que el enfoque de género y las necesidades de las mujeres se tomen en cuenta.
  • La participación de expertas y de las organizaciones de mujeres que apoyen las medidas de mitigación y recuperación y contribuyan a difundir los mensajes de distanciamiento social.
  • Los Estados deben asegurar la participación igualitaria de mujeres en los mecanismos de respuesta a la crisis. Según los datos suministrados en el informe, entre los Estados Miembros de la OEA (35) solamente 8 países cuentan con Ministras de Salud, conforman el 70% de la fuerza laboral en el sector de la salud, pero solo representan el 25% de los puestos de liderazgo[1]. Según la OMS, “las mujeres proporcionan la salud y los hombres la lideran”.
  • Visibilizar el papel sobresaliente que liderezas políticas están realizando en el manejo de la crisis. Estas referencias positivas pueden contribuir a neutralizar los sesgos de género, para dar lugar a valoraciones positivas sobre las capacidades de liderazgo de las mujeres.

Estos y otros argumentos hacen más que evidente la necesidad de que las medidas de mitigación y recuperación económica asegurar el principio de no discriminación de las mujeres, principalmente aquellas que pertenecen a los grupos de mayor riesgo (migrantes, afrodescendientes e indígenas, adultas mayores, entre otros).

La crisis del COVID-19 no puede derivar en un retroceso en la participación laboral de las mujeres, y por ello se debe garantizar su acceso a los derechos económicos y a la toma de decisiones. Por estas y otras razones, la CIM ha señalado “la necesidad de incorporar los Ministerios de la Mujer o Mecanismos Nacionales de las Mujeres a los gabinetes de crisis, para asegurar que las necesidades de las mujeres se tomen en cuenta en las decisiones que son de gran trascendencia: salvar vidas, aislar el virus, asegurar que las familias en situación de mayor vulnerabilidad pueden sobrevivir a la crisis económica. Pero todo para que el enfoque de género en las medidas puestas en marcha permitan entender que no existe política neutra, sino que siempre se generan impactos diferenciados entre las mujeres y los hombres” (Mora, 2020b).

Frente a las preocupaciones y llamados constantes a tomar medidas para la mitigación y la recuperación, así como la reactivación económica, debe recordarse siempre que la equidad de género es un factor clave para lograrla. Es imprescindible que las mujeres tomen parte del proceso decisorio; cada medida, cada decisión tomada las impacta profunda y directamente en sus cuerpos y todos los espacios en los que se mueven, ya sean familiares, sociales, laborales.

Alejandra Mora, la costarricense que preside la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM/OEA) señaló: “la participación igualitaria de las mujeres en la toma de decisiones en todos los ámbitos es una condición indispensable para una adecuada y duradera atención de la crisis. La evidencia apunta con claridad que las decisiones que no incluyen a las mujeres son parciales, menos efectivas e incluso pueden ser dañinas. Las mujeres representan la mitad de la población en todos los países de la región, por lo tanto, su participación es importante por razones de igualdad, justicia y democracia; pero más allá, porque aportan mayor pluralidad y perspectivas distintas, y porque se colocan las necesidades diferenciadas de las mujeres, que de otra forma están ausentes” (Mora, 2020b).

Es imperativo visibilizar las habilidades que históricamente han desarrollado las mujeres, no solamente aquellas relacionadas con la empatía y el cuidado, sino también el impacto positivo que sus liderazgos y su participación experta han tenido en la esfera de lo público. Ellas “aportan una voz independiente, especializada y multiplicadora del enfoque de género. En muchos lugares de la región, son las organizaciones de mujeres, particularmente a nivel comunitario, las que asumen un trabajo de apoyo fundamental a las personas en situación de vulnerabilidad, disponen de información de primera mano sobre la realidad en las comunidades y del riesgos y fortalezas, que deben tener un espacio ante los gobiernos” (Mora, 2020b).

Ninguna medida, ninguna decisión es completa, si no incluye y no es tomada con la participación y el aporte de las propias mujeres. Es necesario por lo tanto, promover un cambio cultural que no solo reconozca los liderazgos diferenciados, sino que neutralice los sesgos de género. De esta manera, será posible atestiguar verdaderas transformaciones en el ejercicio del poder.

Fuentes:

Das Flores, J. (2020). Género, cuarentena y Covid-19: para una crítica del trabajo doméstico. CLACSO. https://www.clacso.org/genero-cuarentena-y-covid-19-para-una-critica-del-trabajo-domestico/

INEC. (2017). Encuesta Nacional de Uso del Tiempo. Instituto Nacional de Estadística y Censos, IDESPO – UNA, Instituto Nacional de las Mujeres. https://www.inec.cr/sites/default/files/documetos-biblioteca-virtual/reenut2017.pdf

Mora, A. (2020a). El “quédate en casa” que se impuso a las mujeres. Artículo de opinión. Periódico El Universal. México. Recuperado en https://www.eluniversal.com.mx/opinion/alejandra-mora-mora/el-quedate-en-casa-que-se-impuso-las-mujeres?fbclid=IwAR017WZrogwzFfhFVI3JjgaR5wBAPIUiq_mvfBvvRLz0JOcGQrg3Gxrp6gU

Mora, A. (2020b). La participación de las mujeres en las decisiones. Recuperado de http://americalatinagenera.org/newsite/index.php/es/informate/informate-noticias/noticia/4914-la-participacion-de-las-mujeres-en-las-decisiones-donde-estan-las-mujeres?fbclid=IwAR2PVSV2qWYIy325dWN_fI9yjl7Y1qlFDw7ppxlm0b5f3-yEsinDvLfXsc8

OEA/CIM. COVID-19 en la vida de las mujeres. Razones para reconocer los impactos diferenciados. Recuperado de https://www.oas.org/es/cim/docs/ArgumentarioCOVID19-ES.pdf

OIT. (2016). Las mujeres en el trabajo. Organización Internacional del Trabajo.  https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/—dgreports/—dcomm/–publ/documents/publication/wcms_457094.pdf

OIT. (2018). El Trabajo de Cuidados y los Trabajadores del cuidado. Para un futuro con trabajo decente. Organización Internacional del Trabajo. https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/—dgreports/—dcomm/—publ/documents/publication/wcms_633168.pdf

ONU Mujeres. (2016). Trabajo Doméstico y de Cuidados No Remunerado. ONU Mujeres México. https://mexico.unwomen.org/es/digiteca/publicaciones/2016/01/trabajo-domestico

Rodríguez, C., Alonso, V., Marzonetto, G. (2020). En tiempos de coronavirus, el trabajo de cuidado no hace cuarentena. CLACSO. https://www.clacso.org/en-tiempos-de-coronavirus-el-trabajo-de-cuidado-no-hace-cuarentena/


[1] World Health Organization (2020) Delivered by women, led by men: A gender and equity analysis of the global health and social workforce. https://www.who.int/news-room/feature-stories/detail/10-key-issues-in-ensuring-gender-equity-in-the-global- health-workforce.