Libro: Infocracia. La digitalización y la crisis de la democracia.
Autor: Byung-Chul Han
Año original de publicación: 2022
Editorial: Taurus
Reseñado por: Argentina Artavia Medrano
Palabras clave: democracia, poder, sistemas políticos, información, digitalización, campañas electorales, polarización.
Citación del libro: Han, Byung-Chul. (2022) Infocracia. La digitalización y la crisis de la democracia. Taurus.
Poder, acceso a la información, redes digitales, transformación de la acción comunicativa, tribalización de la sociedad, crisis de escucha, son algunos de los elementos que Byung-Chul Han desarrolla en su libro Infocracia. La digitalización y la crisis de la democracia.
Byung-Chul Han es un filósofo, nacido en Corea del Sur en 1959; actualmente es profesor de Filosofía y Estudios Culturales en la Universidad de las Artes de Berlín. Ha escrito más de veinte libros, entre los cuales puede mencionarse: La sociedad del cansancio (2015); La expulsión del otro: sociedad, percepción y comunicación hoy (2018); La desaparición de los rituales: una topología del presente (2020); Hipercultura: cultura y globalización (2022), en donde deja manifiesta su preocupación por la cultura y la sociedad, así como la manera en la que las personas enfrentan el acelerado desarrollo tecnológico: agotamiento, depresión, trastornos de personalidad, violencia y excesos de rendimiento, de producción, de comunicación.
El libro está dividido en cuatro partes: “El régimen de la información”, “Infocracia”, “El fin de la acción comunicativa”, “Racionalidad digital”, “La crisis de la verdad”; en cada una de ellas y apoyado en referencias y citas a textos de autores como J.J. Rousseau, Platón, Foucault, Hannah Arendt, Habermas, Niklas Luhmann, entre otros, Byung-Chul Han proporciona elementos y argumentos en cada uno de los apartados tipo ensayos, que bien podrían leerse por separado, pero sin perder el hilo conductor: comprender los desafíos que enfrentan las democracias del siglo XXI.
En su nuevo libro, el autor plantea que las transformaciones provocadas por la tecnología de la información digital, lejos de fortalecer y mejorar la interacción entre las personas, han llevado a la modificación de los comportamientos y la manera en la que nos vinculamos, creando “burbujas” que, separadas unas de otras, han impactado indefectiblemente la convivencia social y también, la política.
La personalización de internet hace que nuestro mundo y nuestro horizonte de experiencias sean cada vez más pequeños y limitados. Ello conduce a la desintegración de la esfera pública democrática: “En el filtro de la burbuja, la esfera pública -el ámbito donde se identifican y abordan los problemas comunes- simplemente es menos relevante”. Se pierde, nos dice el autor, la noción “del otro”, la existencia de necesidades distintas a las propias, la incapacidad de escuchar.
Se producen, nos dice Han, tribus digitales, que ofrecen elementos importantes para la identidad y la pertenencia. “Las tribus digitales se encierran en sí mismas seleccionando la información y utilizándola para su política de identidad”. Y cuando algo contradice sus creencias, “simplemente las ignoran porque no encajan en el relato creador de identidad (…) los colectivos indentitarios tribalistas rechazan todo discurso, todo diálogo. El entendimiento ya no es posible. Las opiniones expresadas no son discursivas, sino sagradas, porque coinciden plenamente con su identidad, algo a lo que no pueden renunciar”.
Las teorías de la conspiración, nos dice el autor, se convierten en sellos de identidad; las opiniones sin fundamentos factuales, la crítica sin la obligación de justificar lo que se dice, permite reafirmar el sentido de pertenencia a un grupo, a una tribu. Fuera del “territorio tribal”, nos dice Han, “solo hay enemigos, otros a los que combatir”.
Como si de una nueva torre de Babel se tratara, la sociedad está inmersa en una suerte de “laberinto”, del que es difícil salir. Son cada vez más frecuentes los “linchamientos virtuales”, esas respuestas masivas, irracionales, que no buscan rebatir argumentos, sino destruir con falacias y ataques personales la reputación de quien haya expresado una opinión que disgusta, molesta o es diferente. Las redes sociales favorecen el linchamiento, los comentarios xenófobos, discriminatorios y violentos; marginan la crítica, porque no es de interés debatir racionalmente, solo aplastar “al contrario”.
Sobre el papel de los medios de comunicación de masas -los llamados medios tradicionales- y la tecnología de la información digital, el autor es claro en señalar que los cambios producidos, han modificado no sólo la manera de informar y comunicarse, sino que han implicado también un grave impacto en la democracia.
Han explica: “En la sociedad de los medios de comunicación de masas no existía una infraestructura para la producción masiva de noticias falsas. La televisión podía ser un reino de apariencias, pero aún no era una fábrica de fake news. La mediocracia como telecracia se basaba en el espectáculo y el entretenimiento, no en las noticias falsas y la desinformación. Solo la red digital creó las condiciones estructurales previas para las distorsiones infocráticas de la democracia”.
Se ha hecho frecuente escuchar palabras como troles, bots, cuentas falsas, “fake news”, pero no siempre se cae en la cuenta de cómo ese tipo de acciones atentan contra la convivencia y las prácticas democráticas y ciudadanas. El autor prosigue: “las fake news concitan más atención que los hechos. Un solo tuit con una noticia falsa o un fragmento de información descontextualizado puede ser más efectivo que un argumento bien fundado (…) contribuyen a la división y polarización de la sociedad y envenenan el clima del discurso. Además, son invisibles para el público”.
Byung-Chul Han nos dice “Los bots, cuentas falsas automatizadas en las redes sociales, se hacen pasar por personas reales y publican, tuitean, “likean” y comparten. Difunden fake news, difamaciones y comentarios cargados de odio (…) Con sus tuits y comentarios pueden cambiar el clima de opinión en los medios sociales en la dirección deseada (…) Puede que no influyan de manera directa en las decisiones de voto, pero manipulan los ámbitos de decisión”.
Y ahí, nos dice el autor, se encuentra uno de los peligros para las democracias: la interferencia que se produce en los debates políticos. “En las campañas electorales entendidas como guerras de información, no son ya los mejores argumentos los que prevalecen, sino los algoritmos más inteligentes. En esta infocracia, en esta guerra de la información, no hay lugar para el discurso (…) En el microtargeting, los votantes no están informados del programa político de un partido, sino que se los manipula con publicidad electoral adaptada a su psicograma, y no pocas veces con fake news (…) Los ciudadanos dejan de estar sensibilizados para las cuestiones importantes, de relevancia social”.
La calidad de la ciudadanía impacta definitivamente en la calidad de la democracia; por eso es importante contar con información de calidad que permita un debate razonado y crítico a partir de hechos, no de opiniones. La democracia necesita de espacios en los que sea imprescindible escuchar, pero también disentir y hasta cambiar de opinión, todo de manera respetuosa. Sin embargo, hay conversaciones que llevamos demasiado tiempo postergando.
¿Qué tipo de ciudadanía puede construirse a partir de la división? ¿Qué estamos en disposición de hacer en favor de la democracia? ¿Tenemos la capacidad de “detectar” los sesgos que producen y que compartimos en nuestras burbujas? ¿Podemos actuar racionalmente o nuestras creencias y sentimientos “ganan” a pesar de la evidencia?
La invitación está hecha para reflexionar a partir de los planteamientos que Byung-Chul Han presenta en su libro, sobre la manera en la que nos comportamos en una sociedad cada vez más compleja, con bajos niveles de tolerancia y altos niveles de frustración y desesperanza.
No debemos olvidar que la democracia necesita del diálogo y el debate público, de la conversación respetuosa y el intercambio de opiniones, pero, sobre todo, de la escucha de quien piensa distinto. Ahí está la clave para el fortalecimiento de la democracia.