Por Lizette Brenes Bonilla.
La paz no sabe llorar pero nosotros lloramos por la falta de paz.
La causa de la falta de paz no está en el llamado «Estado Islámico» y su afán por crear un imperio del temor o un califato extremista. No está en la violencia en Irak, Siria o París. Está en el motor que alimenta la guerra.
La paz no se conseguirá con guerra. Tan dolorosos son los ataques terroristas en París como los bombardeos de Rusia o Estado Unidos en Siria o Irak.
Recientemente, el premio Nobel de la Paz fue otorgado al Cuarteto de Diálogo Nacional Tunecino. Ellos tuvieron un papel determinante para que Túnez siga siendo el único caso de éxito de la «primavera árabe». Su estrategia fue el diálogo y la negociación. Así construyeron un determinante camino hacia la paz, la democracia y el pluralismo. Fueron cuatro personas quienes levantaron el espíritu de su país en un momento histórico.
Son la negociación, la convicción y el deseo interior de paz, las únicas vías hacia la paz colectiva. El amor citado por Tolstoi y por Gandhi, en sus llamados a la paz, es el medio y el fin.
Que nuestra lágrima en París sea una de amor, que sea una de paz. No apoyemos ningún pensamiento o acción basada en la venganza, el odio o la guerra.
Que nuestra lágrima en París nos motive a mantener la paz interior, la de nuestras familias y la de nuestro camino por la vida.
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