Por: Mario Araya Pérez

El siguiente documento es un comentario tanto sobre el contenido como del proceso de publicación, y posterior circulación, de un artículo divulgado recientemente por el Centro Agenda Joven en Derechos y Ciudadanía.  

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Hace unos días en una de las clases que estamos tomando actualmente, una de las estudiantes le consultaba al profesor, cuáles eran las principales críticas a su marco analítico para la compresión de la desigualdad, este le respondió que había recibido la peor de las críticas, el haber sido ignorado.  

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A finales del 2017 leí un artículo de dos personas investigadoras en Ciencias Políticas, en el cual se señala lo siguiente, “Contrario al pensamiento que equipara a los jóvenes como el futuro, los jóvenes son una parte de la población de singular relevancia en torno al presente del debate político y a las nuevas formas de organización de los partidos”[1]. Dentro de los muchos aportes del documento, me llamaba la atención lo profundamente provocador que me resultada la afirmación. Pensaba que, si tuviera que ponerle un nuevo título al documento publicado por las autoras, iniciaría con la frase, “Los jóvenes son el presente”.

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El pasado 13 de marzo recibí un mensaje de WhatsApp de parte de una colega de la Escuela de Ciencias Políticas de la Universidad de Costa Rica (UCR), en el que me preguntaba sobre mi disponibilidad para apoyarla en una clase de un curso denominado Métodos Alternativos de Investigación Cualitativa, para estudiantes de esta misma escuela. La invitación a este curso surge a raíz de la lectura que hacen de un artículo publicado a finales del año pasado (diciembre, 2020) en la Revista Rupturas del Centro de Investigación en Cultura y Desarrollo (CICDE) de la Universidad Estatal a Distancia (UNED), titulado “‘Los jóvenes son el futuro’: Prácticas de la juventud en la participación política durante la primera ronda del proceso de elecciones 2018 en Costa Rica”[2]. Este documento fue elaborado en conjunto con otras dos compañeras antropólogas, la M. Sc. Natasha Alpízar Lobo y el Lic. Adam Álvarez Calderón, en el Centro de Agenda Joven en Derechos y Ciudadanía.

Cabe rescatar que las tres somos personas formadas en antropología y que, al menos en términos temáticos, durante nuestra formación base, no desarrollamos investigaciones relacionadas con la participación política. Pero más importante aún, es que en nuestras prácticas académicas cotidianas nos dedicamos a la reflexión sobre otros objetos y temas de investigación. Pero teniendo presente en todo momento, eso sí, la interrogante por la idea de juventud. Ya sea por nuestra condición de personas jóvenes, o los campos en los que nos desenvolvemos.

Por lo anterior nos surge la pregunta ¿qué podría aportar a un espacio de formación de profesionales en Ciencias Políticas una reflexión sobre participación política desarrollada desde la antropología?[3] Y aunado a los anterior, ¿Por qué en un curso que se pregunta por lo metodológico, específicamente lo cualitativo como alternativa? Y finalmente ¿que se podría agregar más allá de lo que ya está escrito en el documento?

Podríamos iniciar, precisamente por esta última pregunta, dado que la invitación se nos hace precisamente para hablar de aquello que no esta dicho en el documento, y que puede encontrar, en la clase, un lugar para profundizar más allá de lo escrito mediante un diálogo e intercambio con las personas que han consultado el texto. Que se han sentido o no apeladas por este. Pero, sobre todo, profundizar en la experiencia vinculada a lo metodológico; de lo que implica estar inmerso en un esfuerzo por comprender, desde un abordaje distinto, un tema que suele ser abordado tradicionalmente por otras disciplinas y desde otros lugares, como se hace en las Ciencias Políticas.

Sin embargo, más allá de lo metodológico y de lo que implica estar en el campo, inmersas junto con otras personas, jóvenes y no tan jóvenes, que nos referían estas “prácticas” que terminamos enmarcado bajo esta noción de “la juventud”, tratando de entender por qué las personas emergían de maneras particulares, y por qué hacían lo que hacían. Nos interesa resaltar acá las implicaciones que tuvo hacer las cosas de esta manera, en términos de cómo se construye y se valida el conocimiento en términos de comunidad académica. Es decir, que pasa cuando se presentan los resultados y se trata de divulgar estos “conocimientos”. En cierto sentido, a contra pelo.   

Por lo tanto, queremos centrarnos no en el objeto “artículo científico”, en sí mismo, ni en su circulación; publicación, lectura e inclusión en los programas de curso como un material interesante de revisar. Si no, más bien, en esos momentos puntuales del proceso que implica su validación y apropiación dentro del flujo de discusiones de la comunidad académica. Eso que lo lleva a estarse constituyendo como “algo” – una cosa- que merece ser retomado y discutido, pero no ignorado.

Lo primero que podríamos mencionar, es el hecho de que como personas autoras del documento – y sus distintas versiones- nos tocó vivir toda una experiencia, por lo demás interesante, en su proceso de constitución. Este proceso lo solemos obviar cuando tenemos en nuestras manos un producto final o “acabado”, y que no deja de ser parte integral de otro mucho más amplio que tiene que ver con la investigación en el que está inscrito. Es decir, el documento, como objeto acabado, pareciera ser lo que siempre fue y pudo haber sido. Aquello que estaba, desde el inicio, destinado a ser.

Sin embargo, este participa y sigue participando en lógicas más amplias, pero menos visibles de la construcción del conocimiento académico. Y que tienen que ver con su validación. Esto quiere decir que, la construcción de conocimiento académico de una investigación en particular, no se detiene ni con la presentación de resultados, ni con la divulgación de estos, sino más bien este se continua durante y más allá de este momento. Y que esto puede ser potencialmente aprovechado como material “fresco” para generar nuevas reflexiones y debates.

Lo anterior, lo traemos a colación, dado que el artículo supra citado -como cualquier otro- pasó por una serie de valoraciones de aceptación y rechazo (en actividades internas de validación, en actividades de presentaciones comentadas de resultados, en postulaciones para su publicación en revistas, etc.), de una comunidad académica interesada en este tipo de temáticas.

Algunas de estas valoraciones de personas investigadoras, veían posibles aportes a la discusión en temas actuales de investigación sobre participación política y otros posibles nuevos objetos de indagación. Mientras que otras, consideraban no solo que no aportaba nada nuevo, sino que ni siquiera retomaba adecuadamente, las líneas actuales mínimas para enfrentarse al campo en estudio.

Sobre esto, podemos recuperar una observación particular, extraída de un dictamen al artículo por parte de una de estos pares académicos, que terminó ocupando un rol primordial en las reflexiones posteriores que las autoras hicieran sobre las posibilidades tanto de reflexionar y dialogar, así como de cuestionar ciertas lógicas teóricas y metodológicas desde las cuales se están abordando actualmente las investigaciones sobre juventud. Reflexiones que por aspectos de espacio y naturaleza del documento no podían ser incorporadas en el borrador original.

Esta observación consistía en señalar que en el artículo “se reproducen las visiones adultocéntricas sobre la participación de los jóvenes en la política electoral, básicamente, porque citan conversaciones o intercambios con personas adultas adultocéntricas y escasas intervenciones provienen de personas jóvenes” (Comentario dictamen, persona evaluadora 1, 2018). Pero, además, se hacía énfasis – en las tres revisiones de pares académicos-[4] en que debían integrase en el análisis “grupos juveniles” (movimientos de carácter eclesiásticos; movimientos por la diversidad sexual; jóvenes organizados; personas jóvenes dentro de los partidos políticos).

Es a partir de estas observaciones, que señalamos que la revisión de pares puede representar material “fresco” para seguir pensando. El primero que implicó rechazo, no tenía cabida dentro de una reelaboración del borrador original, sometido a consideración de la revista. Pero daba pistas de un campo de investigaciones que opera bajo una cierta lógica, por lo demás recurrente, en los estudios existentes sobre el tema. La segunda observación, implicó una mejora al borrador que sería posteriormente publicado. Pero, adicionalmente, significó una inquietud por profundizar en la naturaleza que motivaba dicha observación.    

Esto dio paso a la construcción de un segundo documento, en formato de ponencia, presentado con motivo del Primer Simposio Virtual de Juventudes 2020, desarrollado por el Consejo Nacional de la Persona Joven (CPJ) en noviembre del 2020. Este documento, fue presentado bajo el título “¿‘Adultocéntricas’? Notas de investigación sobre participación de personas jóvenes en un contexto de política electoral”.

El objetivo que perseguíamos con esta ponencia era precisamente iniciar una discusión sobre los retos teórico-metodológicos y académicos en la construcción de conocimiento científico sobre las personas jóvenes. Pero, sobre todo, retomar como un recurso valioso para estas discusiones el análisis y problematización de las observaciones generadas en la revisión por pares académicos de las revistas.

Buscábamos poner en perspectiva las observaciones que se desprendían de estas revisiones, en relación con el objetivo de fondo en el artículo. A saber, cuestionar y generar discusión, con miras a trascender las lógicas etarias, esencialistas y autorreferenciales en la comprensión de las personas jóvenes y sus prácticas (evidentes en muchas de las investigaciones existentes sobre el tema de participación política de personas jóvenes).

En esta misma línea el artículo planteaba como alternativa, centrar la mirada a través de la observación participante sobre los entornos en los cuales se desenvuelven las personas, y cuestionando – o abandonando la certeza- de si realmente estas se constituyen como “un grupo de personas jóvenes” y que actúan en consecuencia.   

Entendemos que estas dos observaciones, la de señalar el texto como una reproducción de “visiones adultocéntricas”, y la de solicitar la inclusión de “grupos juveniles”, nos permitían discutir sobre dos situaciones que nos parecen problemáticas.

La primera es la prefiguración de los grupos (poblaciones) en los procesos de investigación para comprender una determinada práctica o fenómeno; en este caso sobre participación política de las personas jóvenes, que en el estado del conocimiento suele referir a poblaciones cautivas[5]. La segunda, ya mencionada, la auto referencialidad, en la práctica, de las personas que conforman estos supuestos grupos en su condición de juventud.

Ahora, consideramos que esta prefiguración y auto referencialidad, podría llevarnos a un razonamiento falaz y segado, por dos motivos:    

Primero, porque al tomar como referente para la comprensión de alguna práctica particular a una población cautiva, estaríamos trabajando con un grupo de personas que han pasado por un proceso de selección previa por parte del colectivo y otro por parte del investigador. Esto es conocido generalmente como falacia del sobreviviente, que refuerza la invisibilidad de ciertas personas que no superaron el proceso de selección.

Y segundo, porque al buscar la expresión de una práctica particular solo en esas poblaciones cautivas, u otro tipo de poblaciones que se configuran en tiempos y lugares muy específicos, nos lleva a lo conocido como un sesgo confirmatorio, entendido como una selección de la información – o fuentes de información- que verifica mi posición o creencia sobre algún aspecto en particular.

Me gustaría dejar hasta acá el ensayo de respuesta a esta pregunta, para abordar brevemente, las otras dos planteadas al inicio de este escrito. No sin la promesa de abordarlas, en mayor profundidad en futuras entradas, una vez que haya tenido la oportunidad de compartir con las estudiantes de la clase a la que fui invitado[6].  

Respecto a la segunda pregunta ¿Por qué en un curso que se pregunta por lo metodológico, específicamente lo cualitativo como alternativa? Hace unos días leyendo un texto, no tan reciente, sobre la Ciencia Política en Costa Rica: Búsqueda de Identidad Disciplinaria[7], en el que analiza la producción académica de esta disciplina desde 1970 al 2005, y se especifican entre otros aspectos, lo metodológico, me llamaba la atención dos aspectos.

Primero, se resaltaba la escasez en la aplicación de técnicas de observación tanto cualitativas como cuantitativas, por lo que las investigaciones se limitaban sobre todo a técnicas documentales. Y segundo, los autores señalaban que, en ese momento, la disciplina se encontraba en un desarrollo metodológico y técnico incipiente. Ciertamente, han pasado 16 años desde la publicación de este documento, sin embargo, la búsqueda de nuevas formas de enfocar los problemas científicos a los que nos enfrentamos, siempre se enriquece del contacto indisciplinar. Por lo que la pregunta sería, ¿Cuánto se ha avanzado en este aspecto y cuánto se ha nutrido del intercambio con otras disciplinas?

 A propósito de este aspecto, la profesora del curso me planteó la necesidad, que ella identifica de abordar con las estudiantes, el tema del posicionamiento de la persona investigadora frente a los fenómenos que se analizan, y de cómo el trabajo de campo directo con las personas informa sobre contextos históricos más amplios. Y no solo sobre los casos o los individuos por sí mismos.

Pero, además, la necesidad de propiciar una reflexión sobre la posibilidad de enfocar la selección de los métodos de investigación en función del acercamiento al objeto de estudio, y no en función de una suerte de “naturaleza del tema” con el que se está trabajando. Provocar para que las personas estudiantes pongan, un poco, los pies en otros charcos metodológicos[8].

Y precisamente, en esta última idea de la provocación, es que quiero regresar a la primera pregunta ¿qué podría aportar a un espacio de formación de profesionales en Ciencias Políticas una reflexión sobre participación política desarrollada desde la antropología? Quizá unos de los principales aportes sea la provocación y la polémica, planteada desde la selección de la frase con la que se inicia el título del artículo, “Los jóvenes son el futuro”, por lo demás vivida cotidianamente por las personas jóvenes. Además, de la primera cita con la que con la que intencionalmente se abre el primer párrafo del documento. Si bien queremos diálogos, también debate, cuestionamiento y críticas. Pero sobre todo nos gustaría aportar curiosidad, dudas e incertidumbre, que es de lo que se alimenta la ciencia. Para quienes leen este texto, la pregunta sería, ¿Y ustedes? ¿Qué título le pondrían? 


[1] Treminio, I. y Pignataro, A. (2015). Jóvenes y democracia: comportamiento electoral y actitudes políticas en Costa Rica. Derecho Electoral, 20: 309-343.

[2] Araya Pérez, M. A., Alpízar Lobo, N., y Álvarez Calderón, A. (2020). “Los jóvenes son el futuro”: Prácticas de la juventud en la participación política durante la primera ronda del proceso de elecciones 2018 en Costa Rica. Revista Rupturas, 11(1), 67-98. Recuperado a partir de https://revistas.uned.ac.cr/index.php/rupturas/article/view/3393

[3] Pese a que el documento fue escrito originalmente por tres profesionales en antropología, el proceso de discusión y reflexión es parte de un esfuerzo interdisciplinario más amplio, de un equipo conformado por personas con formación en biología, arquitectura, educación, antropología, comunicación, psicología, sociología, derecho y ciencias políticas. El equipo de investigación propiamente del OPEJ estaba dirigido por una profesional en Ciencias Políticas.

[4] El artículo en cuestión fue sometido inicialmente a una revista nacional, en la cual recibió la revisión de una sola persona, quien recomendó la no publicación del documento. Posteriormente, el mismo documento fue sometido a consideración de otra revista nacional, en el que recibió valoración positiva para su publicación haciendo algunas correcciones. Sobre todo, de aclaración de ciertas ideas teóricas y metodológicas.

[5] Jóvenes universitarios, miembros de partidos políticos, estudiantes de colegio, colectivos que tienen luchas políticas claras –ecologistas, vegetarianistas, feministas, antimilitaristas, etc.

[6] El escrito se terminó de escribir una semana antes de la participación de la clase, la cual fue pactada con fecha de 29 de abril del 2021. Esto debido a que debían cumplirse los tiempos de la agenda de publicación del Centro.

[7] Alfaro Redondo, R., y Vargas Cullel, J. (2005) Ciencia política en Costa Rica: búsqueda de identidad disciplinaria, Revista de Ciencia Política, Volumen 25, Nº 1, 2005, pp. 124 – 135, disponible:  https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-090X2005000100009

[8] Comunicación personal.