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Por: Argentina Artavia Medrano

Se cumplió ya un año de vivir en pandemia, de adaptar costumbres y modos de trabajar, relacionarnos y compartir. Quizás sea un buen momento para hacer un breve ejercicio. Piense por unos instantes en las personas que se han encargado de anunciar las principales medidas sanitarias, económicas, de tránsito. ¿Cuántas mujeres recuerda que hayan dado las instrucciones y principales medidas a cumplir en las conferencias más relevantes? ¿Recuerda sus nombres, su profesión, su cargo? Llevemos ahora nuestros pensamientos un poco más atrás en el tiempo. ¿Recuerdan quiénes eran las personas que escogíamos para la presidencia de sección? ¿Recuerdan las cualidades y características que nos hicieron seleccionarlas? Efectivamente, en ambos casos, fueron hombres quienes, en su mayoría, asumieron las posiciones más visibles, las de liderazgo, las de poder. Claramente, estos son ejemplos de la masculinización de los liderazgos, un reto no solo para la convivencia, sino también para las prácticas democráticas y de representación.

Históricamente, las mujeres hemos aportado en distintas áreas: políticas, económicas, académicas, ambientales, entre otras; sin embargo, no siempre se reconocen o su trabajo queda invisibilizado. Recientemente, se hizo una consulta para que las personas mencionaran el nombre de mujeres científicas; la dificultad para nombrar siquiera a una de ellas fue evidente, a pesar de que existen mujeres tanto dentro como fuera del país que han hecho relevantes aportes en sus respectivos campos profesionales.  (Al respecto ver las siguientes notas: «Las sin nombre: mujeres en ciencia a las que arrebataron su visibilidad» y «Encuesta Micitt: 9 de cada 10 personas en el país no conocen alguna mujer científica costarricense» ).

El Premio Nobel ha sido entregado a más de 900 personas durante el transcurso de su historia; únicamente 53 de esas personas galardonadas han sido mujeres Si bien las mujeres han formado parte de distintos descubrimientos científicos a lo largo de la historia, apenas un 30 % de quienes investigan en el mundo y un 35 % de los y las estudiantes de áreas de ciencia, tecnología, ingeniería y/o matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés) son mujeres (ONU Mujeres, 2020). En América Latina y el Caribe 9 de cada 10 de profesionales de enfermería son mujeres y representan al 57% de las y los médicos (IADB, 2019) y solo el 22,9% de los Ministerios de Salud (8 países) está dirigido por una mujer (CIM-OEA, 2021). Según la OMS, “las mujeres proporcionan la salud y los hombres la lideran”.

El hecho de que haya mujeres ministras o diputadas, directoras de escuelas o colegios, que estén al frente de empresas e instituciones, no significa que todas puedan hacerlo con la misma facilidad y, sobre todo, de la misma manera con que lo pueden conseguir los hombres.

El principal obstáculo se encuentra en la falta de igualdad de oportunidades e incluso en la manera en la que esos liderazgos son percibidos. Sigue siendo una opinión generalizada en algunos sectores, la renuencia a pensar en la candidatura de una mujer e incluso el rechazo de que una mujer vuelva a ocupar la Presidencia de la República, bajo los argumentos de incapacidad, falta de liderazgo, debilidad, o porque “jamás, con una ya fue suficiente”. ¿Se hacen los mismos cuestionamientos ante los liderazgos masculinos? ¿Se critica con la misma dureza hasta su forma de vestir?

De ahí la importancia de cambiar las situaciones, las actitudes, las concepciones y las prácticas. Está claro que las percepciones y significados están en buena parte condicionados por estereotipos y “tradiciones” familiares y sociales, de ahí la importancia de cambiar actitudes, modelos de pensamiento y sobre todo, las prácticas cotidianas. Los procesos que construyen y transforman sociedades son lentos y complejos; no es sencillo reelaborar la manera en la que pensamos, decidimos y actuamos. Pero es preciso hacerlo.

La participación política es la manera que tiene la ciudadanía para hacer valer su voz y dar a conocer sus demandas y necesidades; por eso es que las decisiones que afectan la vida de las mujeres deben ser lideradas por mujeres. “Ningún país prospera sin la implicación de las mujeres. Necesitamos que su representación refleje a todas las mujeres y niñas, en toda su diversidad y con todas sus capacidades, así como en todas las situaciones culturales, sociales, económicas y políticas. Es la única forma de conseguir un auténtico cambio social que incorpore a las mujeres como iguales en la toma de decisiones y nos beneficie a todos y todas” Mlambo-Ngcuka, exvicepresidenta de Sudáfrica 2005-2008.

Es importante visibilizar el papel que las líderes políticas están realizando en el manejo de la crisis; estas referencias positivas pueden contribuir a neutralizar los sesgos de género, para dar lugar a valoraciones positivas sobre las capacidades de liderazgo de las mujeres. La astronauta Sally Ride señaló: “Las chicas jóvenes necesitan ver modelos a seguir en cualquier carrera que elijan para poder imaginarse a sí mismas haciendo ese trabajo algún día. No puedes ser lo que no puedes ver”.

Organizaciones internacionales, como la ONU, CIM-OEA han señalado que la pandemia por el COVID-19 pone en riesgo de retroceso democrático y de seguridad a las mujeres, principalmente en América Latina. La desigualdad y vulnerabilidad se incrementó exponencialmente, en el trabajo, en la invisibilidad en las tareas de cuidado, en la violencia machista, en los obstáculos a su participación en la vida pública, la subvaloración de los liderazgos y aportes femeninos pone en riesgo los avances logrados en los últimos años en cuanto a la igualdad de género. Por ello, es necesario reflexionar e instalar en el debate público las problemáticas de género en los distintos ámbitos de la vida en sociedad, tomando en cuenta principalmente los impactos diferenciados y la imprescindible participación de las mujeres en los procesos de toma de decisiones que las afectan.

Ruth Bader Ginsburg, ex jueza de la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos dijo: “Las mujeres pertenecen a todos los lugares donde se toman decisiones”. Podremos celebrar el 8M cuando las mujeres, sin distinción, participen de manera igualitaria en una sociedad sin discriminación de ningún tipo.

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