Espectáculo de drones en el Estadio Nacional como parte de los actos de celebración del Bicentenario de la Independencia de Costa Rica. 15 de septiembre, 2021. Foto tomada de: ameliarueda.com

Por: Juan Antonio Gutiérrez Slon

Quienes como yo vieron televisada la celebración artísticamente dramatizada del Bicentenario el miércoles 15 de setiembre habrán notado que la historia de Costa Rica acabó con la abolición del ejército en 1949. Luego de más de una hora de repertorio escenográfico sobre episodios históricos del país, la narrativa expresada en el montaje artístico pasó de los hechos que recorrieron los logros sociales de la década de 1940, hacia una conclusión precipitada aludiendo al proyecto político sobre el carbono neutral impulsado por la actual Casa Presidencial desde el 2019. Con lo cual hay un lapso de más de medio siglo de historia costarricense que no fue representado en el marco de la celebración oficial del Bicentenario de la Independencia. Relataron solamente 130 años de historia y se ignoró por completo el modelo de Estado y República de la nación costarricense en la segunda mitad del siglo XX y parte del XXI. ¿No es eso raro o sí?

Quienes lo vimos y quienes ahora leyendo esto lo saben, tenemos una sensación directa de vacío. Una emoción de asombro, pero también de duda sobre las motivaciones que llevaron a que –en una festividad oficial de la irrepetible celebración del Bicentenario de la Independencia– hayan quedado 70 años sin mención, y con ello, ubicando en el olvido al conjunto de personas y generaciones protagonistas de este tiempo. Esto es un asombro del que llevo un par de semanas pensando y fuera de algunas someras ideas, no encuentro una explicación suficientemente argumentada que sea posible de justificar esta omisión. Ante un evento publico nacional y televisado con total exposición cultural, es irremediable pensar en los motivos para ignorar las décadas de 1950, 1960, 1970, 1980, 1990, 2000 y 2010. Sí, así de largo fue el episodio ignorado. Si con solo leer esos números se siente largo, ahora imaginemos el recorrido histórico de lo ahí sucedido. Es decir, cada nuevo razonamiento que se haga sobre este período ignorado hace que el mismo sea más grande y evidente. Ahora tenemos más preguntas y dudas sobre esta situación masivamente televisada. ¿Es mucho lo ignorado no creen?

Demasiado diría yo. Mucho con demasiado se diría en cierta jerga lingüística nacional… ¿Qué pasó? No es posible aducir que esto fue parte de un problema en la planificación de la producción artística o del espacio temporal “en vivo” en las televisoras. Lo sucedido en el Estadio Nacional y el preámbulo en el Monumento Nacional con la figura del actual presidente de la República, fueron los principales eventos del 15 de setiembre. Esa conjunción de actos era lo más esperado por la audiencia nacional como espectáculos y representaciones en honor a los 200 años de independencia. No era un acto público que surgió repentinamente o que carecía de importancia. Esta celebración estaba prevista incluso antes de este año. Es decir, aducir que toda la segunda mitad del siglo XX fue borrada como parte de la historia oficial de Costa Rica por falta de tiempo de planificación, recursos o por reducidos minutos “en vivo”, no son hipótesis que se puedan sustentar fácilmente y no ayudan a responder sobre lo sucedido.

Entonces de nuevo, ¿Qué pasó? Por qué sucedió este abrupto corto de representación histórica de 70 años. Es una vida completa. Más de un cuatro del tiempo de vida independiente. El tiempo histórico de gran parte de quienes aun somos parte del país. Se trata del pasado reciente de la vida de quienes aún somos las y los protagonistas actuales del país. Todas y todos de todos los países que integramos a Costa Rica. Es esa la historia que directamente fue olvidada en la celebración del Bicentenario. ¡Es impresionante! Asombra. Es sorprendente que se hiciera eso. O, mejor dicho, que no se hiciera eso. Porque el no hacer algo es la manera mas clara de realizar una acción, la omisión es un acto total que se acaba en el momento en que se realiza algún movimiento; solo existe, la omisión, cuando el conjunto de los esfuerzos individuales y colectivos giran en torno a la no acción. A la inacción.

Por ende, lo omitido se nos presenta como un acto presumiblemente voluntarioso o por lo menos planificado, ya que, tratándose de una celebración esperada por miles de personas en el país que siendo televidentes queríamos apreciar la celebración de 200 años de independencia, es improbable que dicha omisión pudiera ser un descuido o falta de investigación ¡Es más de medio siglo de historia! No es un detalle menor. Es mucho tiempo el olvidado cómo para ser accidentalmente ignorado en un montaje musical con más de 750 artistas involucrados en los diferentes momentos de baile, danza y actuación profesional, cuya producción artística buscó relatar los años de vida independiente del país. Con lo cual es posible plantear que dicha omisión solo pudiera ser resultado de una suerte de acuerdo entre las partes involucradas (la dirección escénica, las partes productoras, las culturales y las políticas). Solo bajo alguna consigna mayor es que se pueden hacer los esfuerzos posibles para no llevar a cabo un relato histórico sobre estos años entre 1949 y 2019. Lo que aparte de volvernos a sorprender, añadido a la pregunta de ¿Qué pasó? también nos lleva a la pregunta de ¿Cuál podría ser ese acuerdo que posibilitó construir este olvido?

Un olvido que no fue disimulado sino directamente integrado entre las palabras del otrora caudillo de la década de 1940 (ultima voz política incorporada al montaje) y la veloz transición con la que las y los periodistas que llevaban el relato histórico, pasaron de éste hacia el premio “Campeones de la Tierra” otorgado al país en el 2019 con motivos de la agenda del carbono neutral. Es entonces que dicho acuerdo tuvo que haber pasado por la conversación y negociación directa de las partes políticas y culturales encargadas del montaje, es decir, a sabiendas de la conveniencia de las 14 compañías e instancias patrocinadoras, así como de la anuencia de las 4 autoridades políticas encargadas del evento, llegando al acuerdo de omitir 70 años de historia. Siendo este un acuerdo macro en el que se decidiera ignorar estos años. Ante lo cual, el realismo político y analítico nos llevaría a preguntar sobre las posibilidades de que una mesa de reunión de este calibre se llevara a cabo y permitiera evidenciar un posicionamiento tan radical como omitir 70 años de historia.

Con lo anterior la idea de un acuerdo en el entendido de un punto medio de negociación entre agentes sociales con directa orientación práctica, sería una especulación que habría que sostenerse con mucho cuidado, pues estaríamos hablando de un acuerdo con matices de conspiración cuyo horizonte fuera otro nivel de control mayor, lo cual, sin aducir a una “democracia plena” en Costa Rica, es poco probable que se haya llevado a cabo. O por lo menos, consideraríamos que es poco probable que se hubieran invertido varias horas de reunión para convenir dejar por fuera 70 años de historia del país. Solo presumir estas reuniones en el más alto nivel de la dirigencia política del Estado y de las élites artísticas y productoras vinculadas al evento, habrían desgastado por completo la unión de éstos y posiblemente llevado a que dicha discusión se saliera de control y fuera filtrara a la prensa sobre estas descolócales intenciones.

Con esto, es riesgoso deducir sobre la intencionalidad de esta omisión como parte de un acuerdo que fuera posible en medio de un clima explicito de llevarlo a cabo con lo vergonzoso que sería asumir que en el marco del Bicentenario se conversara respecto dejar fuera 70 años de historia. No es viable impulsar una argumentación en la que la conspiración de las televisoras vinculadas, los elencos y direcciones artísticas y musicales, así como las autoridades ministeriales, municipales y presidenciales mantuvieran una agenda cerrada y uniforme que pudiera dar como resultado un acuerdo del olvido de semejante magnitud. Esta es una idea que si bien podría responder a la pregunta ¿Qué pasó?, es realistamente posible que no fuera así debido al riesgoso componente de conspiración que dicho convenio hubiera implicado.

Por lo tanto, y si seguimos el razonamiento de que esta omisión de 70 años no es posible mediante el método explicito del acuerdo político y cultural, se tendría que derrumbar la hipótesis sobre dicho acuerdo y tener que asumir que fue un error de edición que se omitieran esas décadas; respuesta nuevamente insatisfactoria pues estamos hablando de mucho tiempo como para ser ignorado.

Con lo anterior, y agotando nuestras opciones deductivas para dar razón de lo sucedido, dejaríamos de lado que dicho acuerdo fuese dado explícitamente a pesar de que realmente este tiempo comentado entre 1949–2019 fue omitido y no-fue dramatizado ni relatado en el espectáculo bicentenario transmitido por televisión. Llevando el razonamiento hacia el lugar de un acuerdo no-dialogado y no-objetivado como proyecto escénico, es decir, un acuerdo lo suficientemente fuerte como para estar detrás de las mesas de reunión y tener el potencial de ser replicado por las autoridades políticas, productoras y artísticas encargadas del evento del 15 de setiembre. Un acuerdo que de nuevo se mira contundente pues en efecto éste se llevó a cabo (la omisión de 70 años) pero que no es razonable que se haya explicitado así en las mesas de reunión y guion del montaje, con lo cual estaríamos hablando de un acuerdo imaginado.

Un acuerdo imaginado no como fantasía, sino como conjunción de imagenes sobre la nación e historia republicana del país; imaginado como proceso idealizado y no como proceso artificialmente inventado; un acuerdo que fue real pues no-hubo representación de este período e imaginado porque se encuentra en el guion escénico sin haber sido nunca escrito. En este sentido, se trataría de un imaginario social que de alguna manera pudiera estar presente en medio de todas las partes artísticas, financieras, productoras, culturales y políticas involucradas, haciendo posible un acuerdo implícito sobre la historia costarricense.  Llegando entonces a una hipótesis mas sustentada que la falta de tiempo o recursos; la de un acuerdo de alta conspiración contra la memoria o el acuerdo parricida de los sectores encargados del show.

De esta manera, la hipótesis sobre la existencia de un imaginario social realmente puede ayudarnos a comprender sobre lo sucedido respecto esta omisión de 70 años, y a la vez que nos ayuda a dar respuesta a la pregunta ¿Qué pasó?, inmediatamente nos lleva a preguntarnos sobre ¿Cuál es este imaginario capaz de lograr tan abierta omisión?, y ante el cual nos orientaríamos a revisar el mismo relato histórico ahí dramatizado: El imaginario de una Costa Rica cuyo Estado protector y actor surgido en la década de 1940 es posible todavía de unir al ideario nacional y dar respuestas satisfactorias a las necesidades del país. Un Estado idealizado de esta década cuya vigencia solo se encontraría en la retórica política pues la realidad es que las instituciones creadas en esta década mantuvieron importantes niveles de equilibrio social y posibilidades de justicia económica, cuya realidad hoy en el 2021, es ya insuficiente. Dicho de otra forma, que en la mayoría de esos 70 años olvidados, especialmente desde la década de 1980 a la actualidad, este Estado ha sido el centro de las críticas de los grupos políticos en el poder y Gobierno nacional, cuya misión, con fuerza en este siglo XXI, ha sido la de atacar a todas y cada una de las instituciones que creadas en la década de 1940 como una reforma al capitalismo liberal de entonces, son hoy el principal reto de los gobiernos neoliberales que les acusan (a estas instituciones sociales aplaudidas en el montaje escénico) como las responsables de la desigualdad del país.

Dicho de otra forma, hay suficiente evidencia investigativa e histórica como para argumentar que el imaginario social construido de Costa Rica sobre la reforma al capitalismo en la década de 1940, es utilizado por los grupos de poder económico, político y cultural del país para sostener la contrarreforma neoliberal que por todos los medios posibles, se ha impulsado desde los gobiernos liberacionistas de la década de 1980, pasando por el pirateo político impulsado por los hijos de los caudillos en la década de 1990 y defendida multipartidistamente en el siglo XXI, llegando a su expresión más decisiva y radical con la administración Alvarado Quesada.

Esta hipótesis, entonces, estaría mucho más acorde con el realismo político histórico del país y se podría colocar como el imaginario social que constantemente se reproduce oficialmente en el país: El de evocar los logros sociales de la década de 1940 como lo más supremo en la historia nacional. Imaginario que sigue reproduciéndose mientras que en la Presidencia y Asamblea Legislativa se hacen esfuerzos para revertir esta reforma social. Es decir, el imaginario en el cual 1949 es el “fin de la historia” en Costa Rica, fue reproducido una vez más en el marco de la celebración oficial del Bicentenario. Siendo éste el acuerdo imaginado que permitió omitir la historia reciente en la cual las desigualdades sociales y económicas de Costa Rica se han disparado a niveles críticos, donde la acumulación y especulación financiera han fragmentado al país, con una clase dominante cada vez más acaudalada y una mayoría de costarricenses sumidos/as en condiciones de estreches económica, salarial y de poder social.

Esto sería entonces el acuerdo imaginario que hizo posible que en dicha obra teatral abiertamente se ignorara la contrarreforma neoliberal de las últimas décadas, porque lo saben los productores políticos y culturales, esta contrarreforma es impopular y ha socavado los logros de la década de 1940, con lo cual, al quitar la segunda parte de la historia del siglo XX, queda bien para narrar y resaltar el imaginario de justicia social, y con ello, seguir reproduciendo la imagen de una Costa Rica de “igualiticos” con un Estado capaz de dar respuestas a los desequilibrios del Mercado. Con lo que estaríamos frente a una brillante tarea en la producción de esta celebración pues al no exponer su acuerdo de (neo)liberalización de la económica y su agenda privatizadora en la macro escala, les deja a los grupos actuales en la política y de dominio económico, con pocas responsabilidades sobre el 26% en el indicador de pobreza del país; el endeudamiento que supera el 50% del presupuesto; la informalidad laboral que sobrepasa el 45% del total de trabajos en el país, y los niveles de vergüenza política en la cual el bien común de ese Estado de la década 1940 es lo que quieren, a toda costa, eliminar.

Narrar esto de que Costa Rica ya-no-es el país imaginado con justicia social es poco atractivo, y así decirlo en un montaje de este nivel, dejaría mal parado a las propias partes productoras, culturales y políticos de la actualidad, sin que con esto se evada la existencia de este acuerdo que estábamos buscando; mismo que al traducirse en imaginario, si nos podría argumentar cómo la razón que justifica esta omisión de 70 años de historia nacional y con ello, solo representar 130 años de vida independiente.

¡Audaz sin duda!, el proyecto neoliberal es audaz porque no se muestra directamente, su fortaleza está en escudarse en el buen nombre de las reformas de la década de 1940 y montarse sobre el imaginario de su vigencia; y así desviar la atención sobre este actual modelo de acumulación de riqueza empresarial sobre las funciones del Estado, la transnacionalización de la riqueza y la venta de slogan (etiquetas publicitarias) de una Costa Rica idílica sin desigualdad y biodiversa. Brillante este acuerdo imaginado que sin duda protege muy bien el proyecto de dominación de los sectores hegemónicos. Siendo ésta, una hipótesis posible de seguir para dar respuesta sobre estos 70 años ignorados, que terminan siendo “puro humo” tal cual fue el cierre de la celebración una vez que una de las empresas que más ganancia ha obtenido con este modelo y que auspiciando el espectáculo de luces con drones, proyectó su nombre como parte de las conquistas de este período olvidado y que junto al derroche de presupuesto en los fuegos de pólvora con que acaba el evento, evidencian de nuevo cómo la estrategia de la contrarreforma neoliberal es estar presente por medio del entretenimiento y moviendo filamentos económicos poco expuestos públicamente, sin reseña de su proyecto histórico. Guardar silencio sobre su existencia es una expresión tacita de este esquema de poder político, mismo que Gobiernos como el actual, han sabido promocionar bien.

De esta manera, y luego de varias deducciones, parece que hemos podido despejar las razones de este ocultamiento de 70 años de historia del país y así evidenciar sobre las formas sociales en la construcción del olvido como imaginario político; mismo que actualmente caracteriza al Gobierno y a un proyecto que en más de 40 años de haberse impulsado sigue en silencio, pues en Costa Rica ningún presidente ha alcanzado ese cargo diciendo “quiero privatizar la CCSS”, porque lo saben, en el imaginario acordado en este país eso no es rentable, ¡Y quienes saben más del cálculo político y económico sino los grupos neoliberales que suelen ocultarse detrás de escena para gobernar!